Colón educa, Colón transforma: la comunidad como motor real del cambio
- 14/08/2025 00:00
Colón es mucho más que su puerto, sus calles coloridas y su música contagiosa: es una comunidad con historia, identidad y, sobre todo, gente que resiste a pesar de todo. Pero también sabemos que existe un problema serio: muchos jóvenes no encuentran sentido en la escuela ni en lo que aprenden porque sienten que nada de eso está conectado con su vida diaria. Es aquí donde la educación y la comunidad deben encontrarse, no como dos caminos paralelos, sino como un solo motor de cambio.
En mi artículo “Una mirada al abandono histórico de la provincia de Colón”, publicado en 2023 en La Estrella de Panamá, señalé que Colón ha sufrido décadas de promesas incumplidas y políticas desconectadas de la realidad local. Y advertí que, si queremos revertir esa historia, debemos empezar por transformar la educación en una experiencia viva, conectada al entorno y a la comunidad (Molinar, 2023, La Estrella de Panamá).
También en mi columna “Un sistema educativo en vísperas del desgaste” (2024), destaqué cómo la escuela corre el riesgo de perder su alma cuando se limita a ser una rutina de clases y calificaciones. Escribí que la educación se desgasta cuando deja de formar personas y se convierte en un trámite académico (Molinar, 2024, La Estrella de Panamá). Esa misma idea aplica a algo que muchos damos por sentado: las horas de servicio social. Hoy, en muchos centros, esas horas son un simple requisito para graduarse, una lista de actividades para obtener una nota y nada más.
Pero si las horas de servicio social se usan solo para “cumplir con el papeleo”, despersonalizan al estudiante, lo alejan de su esencia humana y lo reducen a alguien que “hace porque tiene que hacer”. En cambio, cuando esas horas se conectan con la realidad del barrio, apoyar en una escuela, pintar un parque, enseñar a niños pequeños, ayudar a organizar una biblioteca comunitaria, dejan de ser tarea y se convierten en transformación. Ahí está el punto: cada hora de servicio social debería dejar huella en el estudiante y en la comunidad, no solo en el expediente académico.
Imagina a un joven de Colón trabajando junto con vecinos y docentes en un proyecto de limpieza de calles, o ayudando a alfabetizar a adultos mayores. No solo estaría cumpliendo con un requisito; estaría aprendiendo sobre empatía, compromiso y orgullo por su tierra. Esa es la visión que he defendido en mis artículos: la educación debe ir más allá de los muros de la escuela y hacerse carne en la vida diaria (Molinar, 2024, La Estrella de Panamá).
Colón tiene más de cien centros educativos y muchos de ellos funcionan como islas. ¿Qué pasaría si las escuelas fueran el centro de la vida comunitaria? Que los padres puedan entrar a dar charlas, que los abuelos compartan historias, que los jóvenes usen los patios escolares para crear proyectos. Se rompería esa idea de que la educación “termina cuando suena el timbre” y se formaría una generación que entiende que aprender también es hacer, y que hacer también es servir.
Estoy convencido, como escribí en “Una mirada al abandono histórico de la provincia de Colón” (Molinar, 2023, La Estrella de Panamá), de que el cambio no va a venir de decretos que llegan desde la capital. Va a venir de barrios que se organizan, de escuelas que abren sus puertas, de comunidades que entienden que la educación no es asunto de un salón, sino de todos.
Por eso mi llamado hoy es directo: padres, maestros, jóvenes y vecinos, hagamos que la educación y la comunidad sean el mismo motor. Transformemos las horas de servicio social en experiencias humanas, no en trámites. Convirtamos cada proyecto escolar en una semilla de cambio en nuestras calles. Porque cuando Colón educa desde el corazón y transforma desde la comunidad, no solo estamos formando estudiantes... estamos formando ciudadanos capaces de construir el mañana.