Columnistas

¿De cuál democracia me hablan?

Roberto Barrios | La Estrella de Panamá
  • 26/05/2025 01:00

He escuchado algunas declaraciones de líderes empresariales en torno a la Ley 462 recién aprobada en la Asamblea Nacional con 48 votos a favor y la cual ha dado origen a jornadas de protestas en todo el país.

Según los voceros de la Asociación Panameña de Ejecutivos de Empresa y la Cámara de Comercio, Industrias y Agricultura de Panamá, la democracia está basada en votos en la cual unos ganan y otros pierden, como si fuera un juego de Monopolio. De acuerdo a su silogismo, si 48 de los 71 diputados votaron a favor de la ley, constituyendo la mayoría, entonces la ley es escogida democráticamente.

No obstante, estos voceros debieran saber un poco más sobre la historia de la democracia, y darse cuenta de que el sistema nació en Grecia y que la misma también establecía que si un gobernante actuaba en contra del sentir popular, el mismo podría ser destituido. Lo que me parece justo en todo sistema democrático, ya que las mayorías se pueden equivocar y pueden dar marcha atrás.

Debieran saber los representantes de la empresa privada y los bancos que la democracia no está hecha solo para beneficio de un reducido grupo, el cual parece ignorar que nuestra sociedad está compuesta por otros segmentos sociales con intereses muy propios.

La democracia panameña desde la invasión de Estados Unidos solo tiene tres patas que le restan estabilidad y la misma estriba en el hecho de que los partidos políticos que llevan al poder a los gobernantes tienen su agenda muy particular, que no representan el sentir del resto de la población.

Les recuerdo a los voceros de los empresarios que, para que exista estabilidad en un país, las leyes deben favorecer a todos los sectores y no solo a un grupo reducido. También les recuerdo que en muchos países de América Latina, ganar con un 34 % como fue el caso de Laurentino Cortizo y José Raúl Mulino, no representa legitimidad, razón por la cual se llegó al consenso de una segunda vuelta electoral entre los competidores que más votos sacaron, precisamente para tratar de alcanzar el sentir democrático de la mayoría de la población y no solo de un porcentaje no significativo.

Si la Ley 462 ha sido rechazada por muchos sectores sociales, incluyendo los profesionales (médicos, enfermeras, docentes), es porque existe un descontento con la misma, no solo en su contenido, sino en la forma manipulada en que la misma fue aprobada.

Primero usaron el truco de las consultas para hacer ver que estaban dando cobertura a todos los interesados, y luego de eso se impuso la propuesta del Ejecutivo, quien representa a los empresarios como lo ha dicho el propio presidente de la República, José Raúl Mulino. Luego, para darle el sello de legalidad, fue llevado a la Asamblea Nacional donde curiosamente el proyecto de ley no fue aprobado por el 70 % de los diputados, sino por menos. Sin embargo, resulta que, al igual que ocurrió con la propuesta de la Minería, muchos diputados que fueron en contra del sentir de la población después quedaron “pidiendo perdón” por el error cometido.

Como era de esperarse muchos de los diputados que votaron a favor del proyecto minero recibieron su “voto castigo” y no fueron reelectos, igual que pudiera pasar con los que votaron a favor del proyecto sobre la Caja del Seguro Social llevado por el Ejecutivo.

Sería obtuso pensar que la sociedad panameña no ha madurado lo suficiente como para no distinguir quienes son sus representantes y quiénes resultan en componendas para solo lograr intereses muy particulares.

De igual manera, sigue siendo un error por parte del Ejecutivo y sus aliados los empresarios usar epítetos descalificadores contra todos los que se oponen a sus intereses que obviamente no son los de la mayoría del pueblo panameño, como ya ha quedado demostrado en pasadas coyunturas.

Si se sigue usando el concepto de democracia con oportunismo, como algunos lo están haciendo, no se logrará sembrar más que la semilla del descontento, la frustración y el resentimiento, que más temprano que tarde nos llevarán a oscuros retrocesos.

*El autor es sociologo y docente