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Decodificando valores: adicción celular

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  • 10/07/2025 00:00

¿Se le frecuenta la pregunta “¿cómo no pensé esto antes?”. ¿Considera “paso demasiado tiempo en el celular”? De contestar positivamente, es posible que la adicción a su celular esté reduciendo su capacidad de racionalización.

He notado que una creciente proporción de las personas con las que me cruzo diariamente en las calles tiene su mirada estancada en la pantalla de su celular, como zombis, inclusive mientras caminan o manejan. Por un lado, el smartphone es una importante herramienta contemporánea, que proporciona un medio de comunicación eficiente y accesible; seguramente el celular ha salvado vidas. Pero, aparte de sus obvias ventajas, se ha vuelto un medio para aprovechar momentos “aburridos”, esperando en la fila o en el transporte público. Qué bien si usamos ese tiempo para conectarnos con la familia o con los colegas en el trabajo. Pero ¿qué pasa en nuestro cerebro al hipnotizarnos en otros temas, fútiles o invaluables, solo para “pasar el tiempo”?

El uso del smartphone para leer u observar estupideces funciona casi como una droga. Este escapismo nos dificulta resolver dificultades diarias al obstruir nuestro limitado nivel de concentración. Al llenar esos “momentos de reposo” con fotos o videos triviales, nuestra mente relega reflexionar sobre los temas críticos de nuestra vida que corren en el fondo de nuestras mentes como un programa de computadora, activado, pero sin uso.

No solo esto, al parecer, el uso trivial del smartphone ha aumentado los niveles de estupidez general, con ciertas personas muriendo al tratar de tomarse un selfi. Desconozco si estará relacionado, pero me parece, las noticias desbordan con tragedias “estúpidas”: ya sea un buque de la marina mexicana estrellándose con el puente de Brooklyn o los 23 vehículos eléctricos que “desaparecieron” en el puerto de Haifa. Personalmente, he atestiguado hace poco dos tontos accidentes de tránsito en los que, aparentemente, el conductor transgresor estaba concentrado en su celular.

La constante aprehensión al smartphone está desarrollando una adicción multifacética: desde una constante “conexión” revisando mensajes hasta la constante toma de fotografías, la cual, como el “comida rápida”, ebria a nuestras pocas neuronas cerebrales, filmamos en vez de disfrutar del momento. Ya los psicólogos tratan nuevas ansiedades como el “miedo a perderse algo” (Fomo en inglés), leer las noticias 100 veces al día o una infinita búsqueda por la próxima “moda” viral.

Esta adicción celular conlleva otro menoscabo. He leído muchas anécdotas de cómo en el pasado se hicieron descubrimientos, invenciones e ideas, gracias a momentos de aburrimiento. Yo mismo concibo mis mejores ideas entre tareas hogareñas, en las filas, en el silencio o en la monotonía. Entonces, ¿qué pasa en nuestras mentes si llenamos esos importantes momentos de reflexión, calma e idealización con una marea de superficiales fotos o de videos de gatos asustados de un pepino?

Opino que esta forma de ocio portátil y barata ya está afectando negativamente la forma en que pensamos y entendemos al mundo a nuestro alrededor. A pesar de no poder medir el nivel de ideación general, o sea, la cantidad y calidad de nuestros pensamientos, cada uno de nosotros sí puede medir su propio grado de “desconcentración celular”, que de no ser controlado o limitado, nos causa estragos propios. Cada uno debe calcular el precio que paga por esta innecesaria hipnotización, ya sea tomando conciencia propia, reduciéndolo con la ayuda de aplicaciones que nos informan cuánto tiempo pasamos en la pequeña pantalla y en qué plataformas.

Todavía tengo esperanza. A mis hijos, los adictos a las pantallas por mi falta de disciplina, se les ha prohibido el celular en las escuelas y en el campo de verano, sin ellos molestarse y hasta apreciando esta limitación. Ellos juegan y conversan con sus amigos como si los celulares no existieran. Para los adultos, con responsabilidades y sin un ente disciplinario que nos limite, nos cuesta más “desconectarnos”, ya sea de la familia, del trabajo o de cuestiones triviales, lo que conlleva un golpe a nuestro limitado nivel de concentración, desviando nuestra atención de cuestiones importantes.

¿Estaremos acaso viviendo el ocaso de una nueva era humana, la del “homo celularis” al perder esta capacidad de aburrimiento, de reflexión? ¿Cuánto ha reducido su conexión humana o producido nuevas ideas por estar viendo hipnotizado en el celular? Pruebe limitándose por un día o por una semana y note cómo su vida mejora. ¿Cuándo fue la última vez que conversó (y no chateó) con un amigo o reflexionó en cómo resolver un problema o mejorar su situación financiera?

Limitar el uso celular, como demás “azúcares” (televisión, comida o trabajo), nos permite una sana dosis de “no pensar en nada”. Así podemos vivir mejor, con nosotros mismos y con aquellos a nuestro alrededor, quienes también sufren de nuestro alejamiento y desconcentración. Como expresó el filósofo británico Bertrand Russell: “Un cierto grado de aburrimiento es esencial para una vida feliz”.

*El autor es arquitecto