Decodificando valores: la rebeldía generacional
- 30/10/2025 00:00
Esta época de celebraciones nacionales e internacionales me recuerdan con nostalgia los años de mi juventud y lo difícil (o no) que debe haber sido para nuestros padres lidiar con nuestra rebeldía sin los medios de comunicación que existen hoy. O quizás les haya sido más fácil sin la ansiedad: “hay un problema pues no contesta a su celular”.
La juventud es una época interesante, pues refleja cierta madurez sin las responsabilidades del adulto. La juventud representa una oportunidad para definir nuestra identidad que muchas veces conflictúa con la generación anterior, trayendo progreso, o retraso. Con el acelerado desarrollo tecnológico de hoy, ¿cómo liderarán mañana los jóvenes de hoy?
Opino que parte del desarrollo humano se debe a la rebeldía generacional: un proceso biológico (y no cultural), único y humano, que reta al statu quo. Cada generación desafía a la anterior moviendo a sus valores sociales como un péndulo (no circular sino como una espiral), cuestionando a los estándares que rigen a la sociedad. Piénselo por un momento. ¿Cómo mejor se explica la rápida evolución cognitiva (en comparación a la evolución biológica) que ha permitido el desarrollo humano, en ideas y en tecnología? De vivir en una sociedad conformista, contaríamos cuentos bajo la luz de la vela y viajaríamos a otra ciudad en caballo.
Pero esta rebeldía es un arma de doble filo: por un lado, se mejora la forma de vivir, pero, por el otro, se desafían los valores y hasta normas que representan un “avance” en la sociedad, como la verdad y la democracia. Hoy, por ejemplo, el progresismo extremo (conocido en inglés como woke, “despierto”) carga la antorcha de la inclusión o la igualdad a niveles absurdos. Nuestra sociedad ha avanzado con los derechos de las mujeres, las minorías y las personas con discapacidad, entre otros. Pero en ciertos campos profesionales y sociales este movimiento exagera hasta el extremo de luchar por neutralidad de género o la igualdad física entre hombres y mujeres, en una competencia injusta.
Otro ejemplo negativo de esta rebeldía es la guerra. Analizando solamente el último siglo: la década del 1920 comenzó como “felices” luego del desastre de la “gran guerra” para regresar a una peor en los cuarenta, para luego vivir unos 50 años de una Guerra Fría y otras más para luego en los noventa vivir un gran optimismo que fue retado después de septiembre del 2001 hasta las tensiones de hoy del oeste con Rusia y China. Aun con este siglo comenzando con gran innovación, esta década de pandemia y guerra han alargado a estos cinco años más que las dos décadas previas.
Esto pasa cuando una generación no entiende las lecciones del pasado, regresando a los mismos errores. Luego la siguiente angustiada generación consigue una mejora o por lo menos un balance, hasta que luego viene la siguiente que toma a la paz o la prosperidad por sentadas, además de motivada por nuevas tecnologías que como juguetes son convertidas en armas, repitiendo así el ciclo. Imagino que cada vez que se inventó una nueva tecnología como la dinamita o la aviación, de una vez se preguntó la generación dirigente: ¿cómo uso esto como una arma? Así los baby boomers (nacidos entre 1946 y 1964) no entienden (pues no lo vivieron) la gran pesadilla que fue la Segunda Guerra Mundial, acercándonos a una nueva, aún peor. En los últimos años, el consumo militar mundial ha aumentado: más gobiernos se están armando, con más letales tecnologías, con la gran mayoría de nosotros preocupados si el dedo tiembla o está ansioso por apretar el botón.
Pero los jóvenes de hoy, la generación Z (nacidos entre 1997 y 2012) están sembrando sus semillas en la política al ser más escuchados gracias a las redes. Ellos difunden un tono rebelde en contra de la negatividad que están demostrando sus “padres” aferrados en el poder (léase mi artículo sobre el síndrome de la hubris). Mi duda es si la influencia de esta generación Z, nacida con el poder de Dios en su mano, será capaz de convencer a la generación de sus padres de que vale más la cooperación que el ego, más la plática que las armas, más el compromiso que el ego. Por ahora parece que la rebeldía de los baby boomers es la que está dominando, lo que podría acabar con el alfabeto generacional en un boom, quizás nuclear.