Decodificando valores: visión y audacia
- 20/11/2025 00:00
La reciente evaluación de mercado de más de $5 millones de millones, (trillions en inglés), de la diseñadora de microchips Nvidia, me ha hecho recapacitar sobre lo que el mercado de hoy considera valioso. En comparación, el PIB panameño es el 1.7 % de esta cifra, $86 mil millones, y su presupuesto anual el 0.7 %, $35 mil millones. En teoría, Nvidia pudiera sustentar a cada panameño por unos 50 años. ¿Qué Nvidia vende que es tan apreciado?
En los siglos XVIII y IXX, las compañías más valoradas eran las de acero, bienes raíces o bancarias. En el siglo XX se les unieron en la cima las compañías de petróleo, fabricantes “Generales” (como GM y GE) y minoristas como Sears y Walmart. Las últimas décadas fueron lideradas por compañías de hardware y software como Microsoft y Apple. Todas estas compañías, vale mencionar, son americanas.
Nvidia fue fundada en California en 1993 por tres jóvenes, uno de ellos un joven diseñador de chips, Jensen Huang. Como joven arquitecto en los noventa, recuerdo a Nvidia como la compañía nicho que vendía avanzadas tarjetas de pantalla que facilitaban el CAD, el diseño con computadoras. Con el tiempo, la compañía se especializó en el diseño de microchips, compitiendo con las más veteranas como Intel y AMD hasta controlar hoy un 80 % del mercado general, del que solo aproximadamente un tercio es de computadoras personales. Actualmente, Nvidia controla del 80 % al 95 % de los chips usados en servers que procesan a la inteligencia artificial. ¿Cómo esta compañía sobrepasó a sus competidoras más veteranas?
Tradicionalmente, el avance del hardware ha sido más lento que el del software pues programar es más fácil y rentable. Escribir software es como producir en pocas semanas un barato video de YouTube con el potencial de hacer millones. Tradicionalmente, las principales compañías de informática han sido de software, como Microsoft y Google. Un microchip requiere de un gran capital de entrada y toma años, como una costosa película de Hollywood, sin una garantía de éxito. ¿Qué Huang entendió mejor que sus competidores?
Nvidia creció con una combinación de visión, audacia y algo de suerte. La visión fue que los microchips, estos cerebros electrónicos, se usarán no solo en computadores, sino en toda aparato electrónico, cada vez más complicado. Así como desaparecieron los faxes, las calculadoras y los reproductores de música, hoy casi todo dispositivo electrónico necesita de un microchip, desde máquinas de café hasta carros y neveras. Así como la visión de Bill Gates de la computadora personal lo convirtió en el más rico del mundo por más de 3 décadas, la visión de Huang (que por mientras lo posiciona en la primera decena) fue: ¿qué pasará después de que cada uno tenga una computadora en su mano? Huang pronosticó justo lo que está pasando ahora: una absoluta demanda por avanzados microchips en centros de datos que puedan procesar el acelerado avance del software hasta llegar a la inteligencia artificial.
Recalcó que Nvidia no produce microchips, “solo” los diseña. Para entender esto, imagínese a un microchip como una miniatura ciudad de unos 10 millones de habitantes viviendo en rascacielos de 50 pisos. Esta íntima relación entre diseñador y fabricante Huang entendió más que sus competidores. Un equipo de entre los 18 mil ingenieros de Nvidia diseña en pocos años cada uno de los apartamentos de esta ciudad hasta el nivel de cada pomo de la puerta.
Nvidia nos enseña que la mercancía más valorada, aun en este mundo materialista, no es la producción, sino la maestría del conocimiento, ya sea compuesta de destreza, experiencia o arte. Pero el conocimiento no existe solo, en un vacío. Aunque Nvidia comenzó a competir “tarde”, sus competidores no invirtieron en que el valle entre el software y el hardware solo crecería.
La otra visión que llevó a Huang a mejor cruzar ese valle es que para construir mejores microchips se necesitan a los mejores ingenieros. Cualquiera compañía que quiera crecer, progresar y liderar su mercado debe invertir principalmente en sus trabajadores creativos, aquellos que proporcionan mejoran el producto. Obviamente, se necesitan de administradores, finanzas, ventas y mercadeo efectivos, pero cualquier buen producto facilita y minimiza los esfuerzos de todos los departamentos periféricos.
La mejor inversión en estos creativos no es solo en escoger a los mejores y darles buenos salarios. Cualquier CEO principiante sabe hoy que una compañía exitosa debe proporcionar una cultura comercial positiva: incentivar nuevas ideas sin castigar a las inefectivas, recompensar a los más dedicados trabajadores, aunque sean tímidos y modestos; promover su superación, con cursos, integración social, salud y bienestar. Inclusive compañías “antiguas” como JP Morgan han entendido esto, incluyendo en su nueva sucursal en Nueva York espacios de recreación para sus trabajadores como un gran gimnasio y restaurantes.
Otro parámetro que Huang entendió fue el límite de la fabricación. Originalmente, microchips se construían de apenas un millón de transistores midiendo micrones (10-6 metros, de allí su nombre). Pero la necesidad de más poderosos microchips los ha llevado a contener hoy de 50 a 100 mil millones, siendo estos medidos en nanómetros (10-9 metros). La también suerte de Huang fue que la taiwanesa TSMC lidera el mercado con el 70 % de la producción mundial, aun siendo su valor de mercado “solo” unos $1.3 mil millones.
Aprendemos de Huang que, aunque la educación es y sigue siendo lo más importante, esta no vale de nada sin la visión de cómo el mercado se desarrollará y la audacia de crear un ecosistema profesional que soporte a esta visión.