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Diálogo nacional para la conexión social que necesitamos

Diversos grupos de la sociedad tienen varias semanas manifestándose en contra de temas como la Ley 462 de la CSS, la mina y Río Indio, entre otros. Archivo | EFE
  • 25/05/2025 01:00

Los panameños necesitamos llevar a cabo un diálogo nacional que nos ayude a reconciliarnos y desarrollar la conexión social que necesitamos para superar las dificultades que nos afectan en la actualidad, vivir en paz, proteger nuestro país y asegurar la prosperidad para todos; avanzando hacia la consecución del desarrollo sostenible con justicia y equidad para todos en todos los lugares.

Antes de seguir adelante aclaro que la conexión social se refiere a las relaciones interpersonales y los vínculos comunitarios que las personas establecen en su entorno: familia, amistades, redes vecinales, organizaciones civiles, entre otros. También incluye la cohesión social, la confianza y el sentido de pertenencia dentro de una comunidad o sociedad. Y no perdamos de vista que, la conexión social es un determinante social de la salud y que está vinculada a otros determinantes sociales, económicos y ambientales, lo que tiene el potencial de generar efectos acumulativos sobre el bienestar y el desarrollo.

En tal sentido, antes de entrar al asunto del necesario diálogo, me referiré en los siguientes párrafos a la articulación de la conexión social con cada uno de los tres pilares del desarrollo sostenible: social, económico y ambiental.

En primer lugar, el pilar social es el vínculo más directo, pues la conexión social es la base del capital social, que incluye la confianza, la reciprocidad y las redes de cooperación entre individuos y grupos. Y ahí está nuestra principal dificultad, pues le hemos perdido la confianza —en ocasiones hasta el respeto— a los gobernantes, empresarios y organizaciones sociales.

En este sentido, es urgente recuperar la conexión social para: construir sociedades más unidas, con menores niveles de conflicto, violencia y discriminación; crear redes sociales que funcionen como amortiguadores en tiempos de crisis, especialmente para los sectores más vulnerables; promover que las comunidades conectadas participen más en decisiones públicas, votaciones, asambleas y procesos de planificación local y; fortalecer nuestra salud física y mental para crear lazos sociales fuertes.

Por otro lado, la conexión social influye profundamente en el desarrollo del modelo económico que necesitamos. Facilita relaciones de confianza, intercambio y cooperación, que se evidencian claramente en los siguientes aspectos: las redes sociales facilitan negocios locales, cooperativas, acceso a información y empleo; la confianza reduce la necesidad de contratos rígidos, vigilancia y disputas, facilitando acuerdos más ágiles; las ideas circulan mejor en redes densas. Los ecosistemas colaborativos (como los “clústeres”) surgen de relaciones de confianza, y; en contextos de crisis (como la que estamos padeciendo), las redes de apoyo informal ayudan a sostener a las personas mientras se recupera la economía formal.

Por último, pero tan importante, la conexión social contribuye a la sostenibilidad ambiental, pues ésta no se logra solo con leyes o tecnología. Necesita comunidades comprometidas, y eso requiere lazos sociales sólidos.

En ese contexto, las comunidades conectadas son más eficaces para cuidar bosques, aguas y tierras comunes; el comportamiento ambientalmente responsable se difunde mejor cuando existe presión y apoyo de pares; las redes sociales permiten actuar más rápido y con más coordinación ante desastres o crisis ambientales, y; las redes comunitarias pueden multiplicar campañas, aprendizajes y prácticas sostenibles a favor de la concientización ambiental.

En resumen, el efecto de la conexión social es evidente para cada pilar del desarrollo. En el caso del pilar social, fortalece la cohesión, inclusión, participación y bienestar; para el pilar económico, favorece el capital social, la resiliencia y la cooperación económica, y; para el pilar ambiental, habilita la acción colectiva, la corresponsabilidad y la adaptación climática.

Finalmente, aunque muchos pensemos que ya hemos tenido suficientes diálogos, necesitamos llevar a cabo otro diálogo nacional. Esta vez a partir del diseño inclusivo, transparente y participativo que fortalezca la conexión social. El primer paso es la voluntad política de convocar a una diversa representación de sectores: comunidades indígenas, jóvenes, mujeres, empresarios, sindicatos, líderes religiosos, personas con discapacidad, migrantes y autoridades locales. Es fundamental que todas las voces, especialmente las históricamente marginadas, tengan espacio real para ser escuchadas. Para ello es recomendable facilitar encuentros regionales, mesas sectoriales y plataformas digitales para ampliar la participación.

El diálogo debe centrarse en los asuntos inmediatos pendientes (como las pensiones de la CSS, la posible reapertura de la mina, el embalse del Río Indio, la defensa de la soberanía nacional), así como en temas comunes que preocupan a la población, y enfocarse en construir confianza mutua mediante la escucha activa, el respeto y la búsqueda de consensos.

Además, para verificar que los consensos de los diálogos representan el sentir de todos los panameños, deberán someterse a un referéndum para su ratificación. Y no menos importante será establecer mecanismos de seguimiento, para que lo aprobado se traduzca en acciones concretas, y no en promesas vacías.

En fin, un diálogo bien llevado puede sanar divisiones, reconstruir la cohesión social y sentar las bases del proyecto de país más justo, inclusivo y sostenible que necesitamos y queremos. La clave está en reconocernos mutuamente como parte de un mismo tejido social.

*El autor es médico y exrepresentante ante la OMS