El carácter anticristiano de la economía extractivista: el escenario colonial

Roberto Barrios | La Estrella de Panamá
  • 11/11/2025 00:00

En histórica entrevista que le hicieron una vez al Papa Francisco, manifestó que su proyecto de vida y de todo cristiano se podía encontrar en “Las bienaventuranzas” (Ver: Evangelio de San Mateo 1,5-12), mismas que en todas las épocas han sido atacadas por parte de las élites del sistema colonial por desnudar en carne propia su responsabilidad en provocar la negación de lo que el judeocristianismo afirma como modelo de conducta social. Por esta razón -decía el Papa- Él y cualquier cristiano auténtico de nuestros tiempos, es acusado de “comunista” o “izquierdista”.

En efecto, cuando la primera bienaventuranza habla de que son “dichosos los pobres de espíritu...” o la cuarta que manifiesta que son “dichosos los que tienen hambre y sed de justicia” (Ibidem) se está indicando que en esta fe milenaria se premia o privilegia a quienes no son avaros ni codiciosos, ni en lo material ni en lo espiritual, o sea, en la integridad de la persona humana. A contrapelo, la ética que sostiene a la consecución del poder de las élites económicas a nivel mundial y en nuestro país, no es otra que la que se basa en la avaricia y codicia, por lo que buscan aplicarla desde los Estados, revistiéndolas de obras de políticas económicas para hacer “crecer” las economías de los países, mejor dicho, de sus patrimonios privados. ¿Algún parecido con nuestros gobiernos y élites criollas?

El resultado avaro y codicioso se ve manifestado en la reproducción de las desigualdades económica-sociales. Lo irónico es que las élites beneficiadas con este “estilo de desarrollo” ponen a sus tecnócratas y apologistas a reconocer que ciertamente hay crecimiento de riquezas sin distribución de estas, pero asegurándose de ocultar que tales políticas tienen el germen de la avaricia y la codicia, al sobreponer la búsqueda del máximo de ganancia privada posible a la ganancia para el bien común.

He aquí lo denunciado a lo largo de la historia de la fe judeocristiana y en los últimos 150 años, en la encíclica del Papa Pío XII (Rerum Novarum, 1891), en documentos del Concilio Vaticano II (Gadium et spes, 1965) y en las encíclicas papales Populorum progressio (SS.Paulo VI, 1967) y Solicitudo Rei Socialis (SS. Juan Pablo II, 1987). Es precisamente la desigual distribución de la posesión, no tanto de las riquezas producidas, ni únicamente de la propiedad de los bienes, sino sobre todo del control de los medios que generan dichas riquezas. Aquí es donde las Ciencias Sociales críticas y la principal institución eclesial de la fe judeocrsitiana, concluyen que está la raíz del problema de la desigualdad económica-social. Esto, porque resulta obligante que las acciones para poseer medios que producen riquezas que no conduzcan a su justa distribución, están afincadas en éticas ávaras y de codicia.

Poseyendo dichos medios, se producirá no lo que sea necesario para las poblaciones sino lo conveniente para la obtención del máximo de ganancias por parte de quienes se han hecho del dominio privado de los medios que generan tales riquezas a nivel mundial... esto equivale a la conformación del sistema colonialista desde el siglo XVI. Aquí aparecen los disfraces geopolíticos, o sea, las luchas por la posesión o control de los medios de generación de riquezas fuera de las fronteras de las metrópolis coloniales. Agua del Amazonas, rutas del tránsito marítimo por el istmo panameño, yacimientos de carbón y petróleo en Colombia, Ecuador y Venezuela, el cobre chileno -y ahora el panameño- las minas de litio en Argentina y la regiónandina, etc.). De aquí, la ansiedad de la s grandes potencias coloniales -realmente ansiedad codiciosa de las grandes élites del poder mundial que controlan a esos Estados- por dominar territorios con vastos recursos naturales, al punto que provocan crisis en los gobiernos de los países que se le pongan en el camino y si lo consideran viable, suscitan invasiones para asirse de estos medios de riquezas.

Cuando la codicia y la avaricia son tales, las necesidades de las sociedades y sus ambientes naturales pasan a segundo y tercer plano. Por ejemplo, frente al calentamiento global, la necesidad para la vida es la prioridad de la población del planeta, que debería llevar a la reducción de los gases de efecto invernadero (GEI) a su mínima expresión, por ser estos los que provocan el calentamiento global y los eventos climáticos cada vez más peligrosos para nuestras poblaciones. Pues bien, las élites financieras del mundo dedican muchísimo más recurso a las ganancias que da el extractivismo minero y de combustibles fósiles, generadores de GEI, que a la necesidad de reducirlo fomentando fuentes alternas.

En el año 2024, los dueños de las corporaciones financieras privadas internacionales (JP Morgan, Citygroup, Bank of America, etc.) dedicaron al fomento del extractivismo y específicamente al de los combustibles fósiles 1298 billones de dólares, mientras que solamente dedicaron 115.9 billones de dólares al impulso de energías renovables. ¡¡¡Esto es, 11 veces más!!! dinero a lo que perjudica la vida humana, que a lo que es la necesidad real de la vida planetaria, con lo cual, las fastuosas cumbres sobre el cambio climático se convierten en meras reuniones de catarsis infecundas y mareos sobre el “capitalismo verde”. Todo esto, excelente muestra de la búsqueda del máximo de ganancia privada, reveladora de una irracionalidad avara y de codicia; a la postre... perfectamente anticristiana.