El derecho a la vida vs. la letra fría de la ley

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  • 15/11/2025 00:00

Siempre recuerdo una frase que me impactó y que se le atribuye a Gandhi: “Ojo por ojo, y el mundo entero quedará ciego”. Hay quienes afirman que no es suya, pero, a pesar de ello, en su esencia refleja su filosofía de no violencia y de romper con el ciclo del daño.

La decisión de despedir a maestros en Panamá por participar en una huelga ha desatado una crisis humanitaria. Más allá de la pérdida de empleos, los educadores están perdiendo sus hogares, sus medios de vida y, lo más grave, la cobertura de salud para enfrentar enfermedades terminales. Este escenario obliga a una reflexión urgente sobre dos tipos de ley en conflicto: la ley jurídica, creada por el hombre, y las leyes universales, dictadas por la conciencia humana.

En mi familia hubo muchos maestros —yo lo soy— y recuerdo los lugares inhóspitos y las penurias que pasaron mis tías y hermanas para llegar a su lugar de trabajo: cruzar ríos peligrosos y a veces crecidos, caminar horas por bosques y montañas, cabalgar, subir puentes deteriorados, enfrentar las inclemencias del tiempo y el ataque de alimañas, entre otras. Todo ello lo hacían con la motivación de llevar el conocimiento y contribuir a la sociedad. Nuestros docentes nos repetían: “¡Sean agentes de cambio!”.

Ante esta situación, deseo reflexionar sobre lo que pienso. Existe la ley jurídica, que es un instrumento de doble filo. Si bien es esencial para el orden social, pues constituye el marco que, en teoría, garantiza derechos y deberes, es un instrumento neutral que puede usarse para la justicia o para la sumisión. En este caso, la aplicación inflexible de la norma laboral, amparándose en un incumplimiento contractual, ha ignorado por completo el contexto y las consecuencias humanas. Se ha cumplido la “letra fría de la ley”, pero se ha olvidado su propósito fundamental: ser un instrumento de equidad y bien común. La ley, sin compasión, se convierte en opresión.

Por otra parte, existen las leyes universales, que son un imperativo moral. Se trata de principios inmutables que no están escritos en ningún código, pero sí grabados en la conciencia de la humanidad. Nuestra sociedad está ignorando una de ellas: la ley de la compasión, el impulso fundamental de proteger al vulnerable y aliviar su sufrimiento. Negar el acceso a la salud a un docente con una enfermedad terminal es una afrenta directa a este principio.

Otra es la ley de la dignidad humana. La dignidad es inherente a cada persona, no es un privilegio que se pierde al protestar. Reducir a un ciudadano a la indigencia y la desesperanza médica es una negación de su valor esencial. Y, finalmente, está la ley de causa y efecto, que plantea que toda acción tiene una consecuencia. Pensar en que si la consecuencia sería también aceptada por uno mismo.

Señor presidente: use su poder para indultar, restituir y sanar. Su legado no debe escribirse con la tinta de la intransigencia, sino con la de la magnanimidad y la justicia verdadera. La grandeza reside en reconocer que el poder debe servir, hoy y siempre, para proteger la vida por encima de cualquier reglamento.

Que la historia registre este momento no como el triunfo de la norma sobre el hombre, sino como el triunfo de la humanidad sobre la sinrazón. Devuélvanles la vida, la dignidad y la esperanza a quienes la están perdiendo. La educación, pilar de la república, no se fortalece debilitando a sus pilares.