El factor sorpresa en la novela: La muerte sin pensar en ella

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  • 21/12/2025 02:27

Una buena novela debe poseer una serie de ingredientes que atrapen al lector, de modo que lo motiven a descubrir el mundo contado dentro del texto. En este sentido, el escritor panameño Rogelio Guerra Ávila alcanza este objetivo con su novela La muerte sin pensar en ella. En la obra, el autor fusiona una serie de factores que no solo enganchan al lector, sino que también lo vuelven cómplice del relato. Entre estos elementos, está la sorpresa que lo coloca frente a contextos imprevistos.

El primer componente que estimo pertinente tratar es el narrador, Toribio Ávila (que dentro del relato participa como personaje secundario, con lo que se escuda en una insignificancia aparente), cuyo mérito consiste en narrar los acontecimientos tal y como los recuerda mucho tiempo después de que estos ocurrieron. En un intento lúdico, desde el primer párrafo adiestra al lector para que acepte los hechos tal y como él los cuenta, aunque no lo haga de manera lineal, sino que los ha acomodado a su manera con la finalidad de facilitar su ejercicio narrativo.

La novela recrea aspectos históricos como el hundimiento de algunos pueblos en Colón para la creación del lago Gatún que surte de agua al Canal de Panamá. Uno de estos pueblos es Frijoles, espacio físico donde se desarrolla la acción.

La mujer dentro del texto juega un papel primordial, aunque estaba condenada a vivir sometida al hombre. Es el caso de la protagonista, Madolia Cundumí, quien fue dada en matrimonio por su padre, el pastor Antero Cundumí, con el afán de despojarse de una carga. Ella se casa con Ramón Nonato Casarán, un esclavo que llegó a Gatún, procedente de La Habana en busca de libertad y mejores oportunidades una vez que su amo murió. Madolia tiene similitud con Úrsula Iguarán (personaje de la novela Cien años de soledad de Gabriel García Márquez), pues ambas se distinguen por ser mujeres muy tercas y por no consumar el matrimonio de manera inmediata.

No obstante, Petula (hija de Madolia y Ramón) supera en terquedad a su madre, pues es una mujer rebelde, al grado de que sus padres reniegan de ella, porque se ha prostituido. Aquí, una vez más entra en juego el factor sorpresa cuando Petula deja al descubierto que ella no se envileció, sino que fue deshonrada por su padre con su jefe Torcuato Columbano a cambio de unos terrenos, hecho que al igual que el matrimonio de Madolia colocan a la mujer en calidad de objeto que puede ser empleado para el beneficio paterno.

La mayor sorpresa que se da en el relato es la resurrección de Madolia Cundumí, quien por varias horas estuvo inmóvil en su cama mientras su familia preparó los alimentos para los asistentes al funeral. Las primeras mujeres que llegaron al velorio arreglaron el cadáver, lo limpiaron y lo amortajaron de la mejor manera. Como si fuera poco, pidieron un ataúd prestado al abuelo del narrador quien lo tenía dispuesto con antelación para sus propios funerales. Esto nos recuerda la novela El ataúd de uso de Rosa María Britton.

Sin embargo, es Toribio Ávila, el narrador quien se percata de que Madolia resucita, al verla cuando se sienta en la cama. En principio, todos en el pueblo de Frijoles se sorprendieron con el hecho, luego intentaron explicarlo y, por último, se olvidaron de lo sucedido.

La lectura de La muerte sin pensar en ella brinda al lector la oportunidad de adentrarse en el mundo contado de una de las voces narrativas más importantes de la literatura panameña actual. Nos permite observar el uso impecable de muchas técnicas narrativas (entre ellas la sorpresa) que nos manifiestan la calidad de las letras de nuestro tiempo.