El general MacArthur y los gunas panameños
- 28/04/2025 01:00
La historia de Panamá está llena de sorpresas. Siendo un país con una posición geográfica importante, somos una especie de mina donde aún faltan por extraerse episodios históricos interesantes.
Recientemente, dos presidentes latinoamericanos resucitaron el tema de una revolución cuyos integrantes fallecieron en Bocas del Toro en el Siglo XIX. Ambos mandatarios han tratado de rescatar esta historia y dejar algunas huellas a través de monumentos para evitar que sus protagonistas sean víctimas del olvido histórico. Catarino Erasmo Garza, un periodista y general mexicano, terminó muerto por las balas en la lucha entre liberales y conservadores en Bocas del Toro junto con el resto de sus combatientes colombianos en 1895, poco antes de la Guerra de los Mil Días (1899-1902).
En otro orden de ideas, el Dr. Omar Jaén Suárez recogió los periplos de la familia Icaza, originaria de Panamá, en tierras distantes como Perú, Ecuador y Filipinas. La motivación de esta bitácora surgió de la lectura del libro “Accidental Gods” de Anna Della Subin.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos adquirieron los derechos para establecer sitios de defensa y bases aéreas a lo largo y ancho del istmo. Miles de soldados americanos arribaron a las costas de San Blas (hoy Guna Yala) y derribaron árboles y movieron rocas para construir barracas y pistas de aterrizaje. Los indígenas de Aligandí, Ustupo y las islas cercanas, por primera vez, vieron la maquinaria de guerra instalada en sus territorios. También conocieron a un comandante legendario de nombre Douglas MacArthur. Los soldados americanos les manifestaron a los gunas que Douglas MacArthur era un general que los iba a proteger de los japoneses.
Si bien la amenaza japonesa nunca se materializó, otra amenaza invadió a las comunidades gunas con enfermedades. Para los gunas, al arrasarse los bosques para construir barracas y pistas de aterrizaje, los estadounidenses levantaron a los espíritus que residían en sus invisibles lugares de aposento. Algunos eran las almas de desaparecidos o muertos por algún accidente, otros eran animales de varias especies, despojados de su hábitat por los soldados americanos. Estos espíritus atacaban a sus víctimas (los gunas) secuestrándoles sus almas y causándoles serios malestares físicos.
Para vencer a los espíritus que los aterrorizaban, los caciques de Aligandí decidieron concertar un ritual de ocho días conocido como “Apsoged”. En preparación para una respuesta, los aldeanos decidieron agrupar un ejército de “nudsugana”, unas estatuillas de madera con propiedades curativas que los gunas mantienen en sus hogares. Estas estatuillas aparecen vestidas y son pálidas o blancas, ya que simbolizan a los muertos en la otra vida. Estas estatuillas constituirían el ejército para la gran batalla contra esos espíritus, y para ello necesitaban un comandante. ¿Quién más apropiado que el famoso Douglas MacArthur, labrado en madera Balsa de siete pies, el destinado a liderar la ofensiva? De la batalla espiritual solo pudo ser testigo el chamán en un estado onírico. El General MacArthur debería transmitir el mensaje de que los isleños no eran los responsables de la destrucción de su hábitat. Este hecho, según recoge la autora, unió por primera vez al pueblo guna.