EL LXXX Aniversario de las Naciones Unidas

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  • 24/10/2025 00:00

Hoy 24 de octubre de 2025, la Organización Mundial cumple 80 años de haber sido fundada en la Conferencia de San Francisco el 24 de octubre de 1945 con el nombre de “Las Naciones Unidas” que fue concebido por el presidente de los Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt.

Para muchos en un mundo situado en una nueva época de incertidumbre, hablar de las Naciones Unidas en su octagésimo aniversario, pareciera un sinsentido. Esperanza o desesperanza. En un mundo en pleno Siglo XXI, donde pareciera que la inhumanidad del hombre no se apaciguara. Estamos viviendo un “momento de cambio”, en cual queremos aferrarnos al principio de la esperanza, cuando contemplamos muchas veces a la esquizofrenia de la historia mostrándose plenamente.

Las palabras pronunciadas por Dag Hammarskjold, quien fuera el tercer Secretario General de las Naciones Unidas, hasta el día de su muerte a la edad de 47 años durante su mandato, en un accidente aéreo o un ataque deliberado en 1961, siguen siendo fuente de permanente inspiración y su eco resuena reflejando el espíritu del momento presente: “La Organización de las Naciones Unidas no fue creada para llevar a la humanidad al cielo, lo fue para salvarla del infierno”.

Hoy también se encuentra la nación panameña, a solamente 8 meses de que celebremos el próximo 22 de junio de 2026, fecha del Bicentenario del Congreso Anfictiónico convocado por el Libertador Simón Bolívar, que es la prefiguración de la organización internacional y de la formulación de reglas básicas para el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales.

La Asamblea General de las Naciones Unidas lo reconoció a instancias del entonces embajador panameño Dr. Jorge E. Illueca al conmemorar el Sesquicentenario del Congreso Anfictiónico, hace 49 años, al disponer en su Resolución 131/142 de 17 de diciembre de 1976 “que el Congreso Anfictiónico de Panamá representa el más relevante y denodado ensayo unionista en el plano internacional del siglo XIX con caracteres ecuménicos en anticipación y coincidencia con los objetivos del sistema de las Naciones Unidas”.

En 1945, al crearse en San Francisco las Naciones Unidas, ilustres panameños sentaron méritos de fundadores. Fueron ellos el entonces Canciller de la República, Roberto Jiménez, Ricardo J. Alfaro, Octavio Méndez Pereira, Juan R. Morales, Mario De Diego y Abdiel Arias.

Luego, en las Naciones Unidas, Panamá ha tenido concretas oportunidades de afirmarse como nación y como miembro pleno de la comunidad internacional organizada. En las Naciones Unidas, Panamá ha encontrado apoyo en sus empeños y solidaridad en sus aspiraciones, tanto en la lucha generacional para erradicar el enclave de la antigua Zona del Canal, como en el pronunciamiento de la Asamblea General contra la invasión norteamericana del 20 de diciembre de 1989, urgiendo la salida de las tropas extranjeras y exigiendo respeto a la soberanía e independencia de la República de Panamá y el cumplimiento de los tratados Torrijos – Carter.

Desde 1945 hasta ahora, el mundo ha cambiado y se han hecho notables esfuerzos para que las Naciones Unidas respondan con eficacia a las exigencias de los nuevos tiempos. Los progresos sociales se han quedado a la zaga de los prodigiosos progresos científicos y tecnológicos en la era del Internet y ahora de la Inteligencia Artificial.

Los estudiosos del Derecho Internacional son conscientes que se ha dicho y escrito mucho sobre las Naciones Unidas, con agradecimiento, con frustración, con benevolencia o malevolencia.

Creo que es de justicia mencionar los conceptos que sobre las Naciones Unidas mencionó el Dr. Jorge E. Illueca al ser elegido presidente de la XXXVIII Asamblea General de las Naciones Unidas el 20 de septiembre de 1982, hace 43 años, señalando entonces “que la Carta de las Naciones Unidas, fruto de una larga y tenaz lucha por las libertades democráticas, compendia el pensamiento humanista labrado durante innumerables siglos de cultura. Sus principios y propósitos entrañan la condición y garantía de que termine definitivamente la supeditación de pueblos y naciones a potencias extrañas y opresoras, al par que aproximan a la realidad la milenaria esperanza de una humanidad libre de injusticias y de calamidades”.

Los factores geopolíticos se han transformado, lo cual impone que entre las reformas necesarias la del Consejo de Seguridad, sea la que más voluntad política requiere de parte de sus miembros permanentes.

Los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad constituyen una suerte de directorio todopoderoso que impide imaginar siquiera que el Secretario General tenga alguna autonomía en las decisiones importantes en materia de paz y seguridad internacionales. Muchos estudiosos del Derecho Internacional coinciden inter alia que la guerra ilegal, denominada “preventiva” y decidida por el presidente George W. Bush en marzo de 2003 contra el régimen de Sadam Hussein, sin tener la aprobación legal del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ha significado la multiplicación de violaciones a la Carta y a la autoridad de las Naciones Unidas en su mandato de velar por la paz y la seguridad internacionales, de la cual la invasión Rusa a Ucrania es actualmente la manifestación más trágica de la máxima ciceroniana silent enim leges inter arma (“Entre las armas, las leyes callan”). Basta leer los artículos pertinentes de la Carta de las Naciones Unidas, para percatarse de las dificultades casi insuperables que se interponen en el proceso de reforma de la Carta. En síntesis, los Estados Unidos, la Federación Rusa, la República Popular China, Francia y Reino Unido, tienen individualmente el derecho de vetar las propuestas de reforma que no resulten de su agrado.

En todo caso, con relación a la necesidad de reformar la Carta de las Naciones Unidas una interrogante esencial parece ser la clave de las dificultades que la organización mundial encuentra en su camino al culminar los primeros 25 años del Siglo XXI, rumbo a su centenario en el año 2045: ¿las principales potencias mundiales tienen suficientes valores en común para reformar las Naciones Unidas ? Si la respuesta es positiva todo permanece en el campo de las posibilidades. Si la respuesta es negativa, pocas cosas serán posibles. De las resoluciones que la comunidad internacional tome sobre estos asuntos depende, no el futuro de las Naciones Unidas si no las Naciones Unidas del futuro.

Creo que las Naciones Unidas es una institución fundamental, que refleja las aspiraciones de los pueblos y que se esfuerza por tener en el Siglo XXI un papel decisorio en las grandes batallas que debe librar la humanidad contra el hambre, las enfermedades, la pobreza, los odios, la violencia, la arbitrariedad, los desastres naturales y sociales.

Creo que Panamá debe participar en las Naciones Unidas apoyando todos los esfuerzos, tanto de los gobiernos como del Secretario General, dirigidos a reforzar la capacidad de las Naciones Unidas de servir las causas de la paz, la seguridad, la democracia, los derechos humanos, la justicia, el desarrollo económico y social de todos los pueblos, así como a mejorar la efectividad del Consejo de Seguridad dentro del marco de la Carta.

La presencia de Panamá en las Naciones Unidas tiene una importancia que estamos los panameños comprometidos a realzar, desde que recuperamos con los Tratados Torrijos Carter, nuestra plena soberanía e integridad territorial y reafirmamos nuestra tradicional vocación universalista que animó al Libertador a convocar el Congreso Anfictiónico de 1826.

En pocas palabras, las Naciones Unidas sigue siendo la mejor carta de triunfo en las grandes batallas para la perennidad de una vida digna y decorosa del género humano sobre la tierra.