El pasado militar en los bosques del Canal reaviva preocupaciones
- 01/12/2025 00:00
La historia del Canal de Panamá no se limita al tránsito interoceánico ni a la ingeniería que lo hizo posible; también incluye un capítulo menos discutido: cómo sus selvas fueron moldeadas por intereses militares estadounidenses.
Desde que Estados Unidos asumió la construcción del Canal a inicios del siglo XX, la defensa de la vía se convirtió en un eje central de su política. Durante los primeros años, la seguridad quedó en manos de las tropas que respaldaron la separación de Panamá de Colombia y permanecieron de facto en el territorio. Para 1911, el Departamento de Guerra concluyó que la ruta fortalecía la capacidad operativa de su flota y su ejército, impulsando un proceso de militarización estrechamente ligado a la Zona del Canal y al manejo estratégico del bosque tropical. Hoy, veinticinco años después de la reversión, resurgen en Estados Unidos inquietudes sobre la seguridad del tránsito comercial y militar, y nuevamente el bosque panameño aparece como escenario relevante.
A inicios del siglo XX, la región ya mostraba el impacto del ferrocarril, de las obras francesas del canal y de la agricultura, aunque persistían áreas boscosas. Con la creación de la Zona del Canal, las tierras agrícolas fueron abandonadas y, por razones estratégicas, Goethals ordenó conservar y regenerar el bosque, al considerarlo la mejor defensa terrestre. Esa visión, sin embargo, cambió pronto.
Para 1916, oficiales estadounidenses advirtieron que la selva podía ofrecer resguardo al enemigo y promovieron entonces su eliminación (United States Congress House Committee on Appropriations 1916), junto con actividades agrícolas y ganaderas destinadas a mantener el terreno despejado, lo que provocó deforestación y frenó la regeneración ecológica. La idea —muy difundida— de que los estadounidenses permitieron la regeneración continua de los bosques a lo largo de las décadas no se ajusta a la realidad.
Según el reporte del Gobernador del Canal de Panamá (1919), se empleó a trabajadores afroantillanos para las labores agrícolas y ganaderas que sostenían esta política. Tres años después de iniciada, ya se habían habilitado 17,108 hectáreas para la ganadería. La actividad ganadera al servicio de intereses militares llegó a ocupar alrededor del 20 % del territorio de la Zona del Canal, sin incluir el Lago Gatún. El reporte del Gobernador (1922), refiere que las reses pastaban en zonas como Miraflores, Summit, Mont Hope, Paraíso, entre otras.
El retiro gradual de la ganadería a partir de mediados del siglo XX abrió paso a la regeneración de los bosques y a un nuevo uso militar del territorio. Es así cómo desde la década de 1940, Estados Unidos transformó amplias zonas de la Zona en laboratorios de pruebas militares en condiciones tropicales. Según el US Army Tropic Test Center (1979), las fallas de equipo y los problemas operativos vividos en guerras del Sudeste Asiático impulsaron un creciente interés en estos ensayos, iniciados durante la Segunda Guerra Mundial y ampliados luego durante las guerras de Laos, Cambodia y Vietnam. Con el tiempo, este programa de ensayos se volvió más sistemático. Durante la década de 1960, los militares clasificaron la estructura de los bosques según niveles de densidad y humedad, pues —según el Tropic Test Center (1964)— estas variaciones influían en el desempeño del equipo. Ensayos como lanzamientos aéreos sobre el dosel, movilidad terrestre, propagación de señales, dispersión de aerosoles y pruebas de armamento dependían directamente de las condiciones del bosque. En ese contexto, cerca del 76 % de la Zona —incluyendo reservas militares— se destinó a áreas de maniobras, zonas de prueba y campos de tiro, ya que sus selvas replicaban los ambientes tropicales de los escenarios de conflicto mencionados.
Este uso intensivo de las selvas del Canal dejó una huella profunda. Décadas de pruebas militares en la región generaron contaminación con municiones y otros residuos. Sin embargo, el US South Com Transfer Plan (1997) concluyó que gran parte de estas áreas no podía ser descontaminada debido a los altos costos y riesgos. Según autoridades panameñas, los terrenos fueron entregados en condiciones ambientales inaceptables. Las remediaciones posteriores realizadas por Panamá se han limitado a zonas destinadas a obras de infraestructura. Las municiones sin detonar no solo contaminaron los antiguos campos de tiro, sino que han cobrado vidas de panameños.
Ante el reciente memorándum de entendimiento que, con el argumento de reforzar la protección del Canal, permite nuevamente el ingreso de tropas estadounidenses a antiguas reservas militares resurgen viejas preocupaciones. Como en décadas pasadas, la selva del Canal vuelve a utilizarse para entrenamiento de tropas estadounidenses, con el fin de prepararlos para operar en ambientes selváticos. Aunque no está claro si estos entrenamientos incluyen munición real ni otras intervenciones en la selva del Canal, el pasado demuestra que las decisiones militares adoptadas por Estados Unidos en esos territorios han tenido un impacto tanto ambiental como humano. Por eso, hoy la duda que inquieta es si estos nuevos ejercicios llegan a tener consecuencias, ¿quién se hará responsable?