El regreso de la extrema derecha al poder político mundial

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  • 23/12/2025 00:00

A pesar de la gran dinámica que genera la conformación del nuevo liderazgo del Nuevo Orden Económico Mundial, lentamente la extrema derecha resurge y logra avances políticos a través de victorias electorales, lo cual no solo representa la pérdida ideológica y política de la izquierda, esencialmente la socialdemocracia, sino también de la derecha democrática.

La extrema derecha, que articula xenofobia, la securitización y el control social como pilares de gobierno, se ha posicionado en Europa con victorias electorales en países como Polonia, Italia, Hungría, Países Bajos, Alemania y Francia, también en la India, Israel, Turquía, Brasil con Jair Bolsonaro, con Donald Trump en EE.UU., con Javier Milei en Argentina, con Bukele en El Salvador, con José Antonio Kast en Chile, con Daniel Noboa en Ecuador, en Panamá se manifiesta de forma incipiente.

Desde el siglo XX, la ultraderecha es hostil a la democracia liberal la cual reemplazará por un sistema autoritario. Surge en el período hiperimperialismo, con formación internacional, organizada por plataformas como el Movimiento de Steve Bannon con sede en Bruselas, el Foro de Madrid del partido Vox, con sede en España y la Fundación Fellowship, con sede en Washington; estos grupos están arraigados en un proyecto político que potencia el papel de la derecha en el Sur Global y proporciona los fondos para difundir sus ideas derechistas en lugares donde tienen poco arraigo. Opera donde se reúna el pueblo, ya sea en clubes deportivos u organizaciones benéficas, la idea es construir una base de masas en la sociedad arraigada en la identidad mayoritaria de un lugar determinado, ya sea raza, religión o nacionalismo, marginando a cualquier minoría. Utiliza los conglomerados mediáticos privados para acentuar su discurso y su cercanía a los propietarios de las redes sociales. La extrema derecha actual inocula una dosis homeopática de violencia en la sociedad, a través de los elementos más fascistas dentro de su coalición política para crear miedo.

La mayoría de las personas de clase media en todo el mundo buscan la comodidad y les molestan los problemas derivados por las movilizaciones, asimismo, o utiliza el aparato represivo del Estado hasta el límite de lo legalmente permitido para silenciar a sus críticos y desmovilizar a los movimientos de oposición económica y política. Las constituciones liberales ofrecen una amplia permisividad para este tipo de uso, que las fuerzas políticas liberales han aprovechado a lo largo del tiempo para sofocar cualquier resistencia de la clase trabajadora, el campesinado y la izquierda.

La extrema derecha actual está impulsando el desgaste del Estado y transfiriendo sus funciones al sector privado, asimismo, las instituciones educativas también son clave para la extrema derecha, ya que determinan los planes de estudio de los estudiantes en sus respectivos países.

También se posicionan como antisistema o alternativa a los tradicionales, por lo cuál denuncian que el establishment es corrupto y vienen a limpiar esta suciedad.

El futuro de la extrema derecha global se perfila como un actor central en la política, capitalizando el descontento, la polarización y la desconfianza en las instituciones liberales, enfocándose en agendas antimigratorias, nacionalistas y anti- “woke”, ganando terreno en Europa y América Latina, aunque enfrentando tensiones internas entre sus diversas corrientes ideológicas y una fuerte oposición progresista que busca “antídotos” creativos para contrarrestar su influencia.

Lo nuevo de la extrema derecha es su radicalidad, a medida que la política basada en argumentos pierde relevancia, también se deterioran las reglas del juego democrático, la disposición al diálogo y a los compromisos, si el colectivo es homogéneo, los conflictos ya no se pueden negociar, no hay espacio para la diferencia.

La popularidad de los movimientos y gobiernos de extrema derecha no es un fenómeno pasajero sino persistente en América latina, es un enfrentamiento entre el bien y el mal, nos la jugamos toda.