El sentido patriótico que perdura

Roberto Barrios | La Estrella de Panamá
  • 10/11/2025 00:00

Durante los desfiles patrios, mientras las bandas independientes eran más comparsa que otra cosa, varias bandas de colegios oficiales y privados entonaron el himno Colonia americana ¡No! entre un variado repertorio, generalmente de tonadas nacionales. Incluso, una de las bandas de los estamentos de seguridad hizo lo propio con el himno Panamá primero. Seguro a más de tres en las delegaciones oficiales y la presidencial esas dos tonadas les retorció la memoria con la misma sospecha que la mía: o no saben, o lo hacen a propósito. Por las dudas, merecen puntos por el sentido patriótico que perdura.

Comparto una anécdota que publiqué hace algunos años. El 28 de noviembre de 1974, hace 51 años, cerca de la medianoche regresaba medio dormido de La Chorrera, después de haber desfilado como miembro de la banda estudiantil de mi colegio, en los desfiles de celebración de la gesta independentista de 1821. La edad promedio de la delegación oscilaba entre los 13 y 19 años y repartidos en dos buses contratados para trasportarnos a esa actividad. Los conductores de los “buses de salsa”, como se les conocía en ese entonces, y con actitud de incipientes “diablos rojos” de hoy, iniciaron una regata en la subida oeste del puente de las Américas. En cuestión de segundos, fuimos perseguidos por patrullas de la policía de la Zona del Canal.

Las sirenas y la algarabía despertaron a todos. Alcanzados, una patrulla se colocó adelante y el otro atrás de los autobuses y en el ínterin llegaron más policías zoneitas. Se acercaron a hablar con los conductores. La falta de poder comunicarse claramente invitó a que dos de los estudiantes que hablaban inglés se sumaran al intercambio. Las arengas de mis compañeros y compañeras desde los “buses de salsa”, hacían más tensa la situación...

Nunca supe por qué, pero los que se habían sumado para resolver los problemas de comunicación entre buseros y policías, terminaron discutiendo el uno con el otro y casi se van a los golpes. Los policías, ni cortos ni perezosos, violentamente procedieron a derribarlos al piso y a esposarlos. Colocaron a mis compañeros en uno de sus autos. Ordenaron la detención de los buses. Un policía zonian acompañó a cada conductor para que no trataran de escapar. Fuimos escoltados a lo que hoy es la sede de la Dirección Nacional de Investigación Judicial en Ancón.

Desde que comenzó la caravana – a mitad del puente de las Américas – comenzó un canto entre los estudiantes que fue cobrando fuerza: “Iremos de frente al clamor de la Patria que Estados Unidos nos firme el Tratado {...} Colonia Americana...No! Es nuestro el Canal no somos, ni seremos de ninguna otra Nación”. Y así seguimos. Cantamos, tocamos los tambores y los clarines hasta llegar al sitio mencionado. Los esposados y los buseros fueron trasladados al cuartel de la policía zonian en Balboa, acompañados por el único profesor que se había quedado con los estudiantes. A las tres de la madrugada los soltaron. Los buseros citados para otro día y mis compañeros abrazados como camaradas de guerra. Por lo que Omar Torrijos llamó la quinta frontera, esa noche nunca hubo representación ni protección de nuestras autoridades.

Ese tiempo, 1974, formó una generación de panameños de la cual soy parte. Hoy, la mayoría llevamos a cabo actividades disímiles aún con metas y sueños en la lucha por la supervivencia. Pero definidos por una constitución cultural e intelectual, con un sentido de patriotismo determinado por la agitación de la época y ante todo por las razones históricas. Tres años después de ese acontecimiento se firmaron los Tratados Torrijos-Carter, el 7 de septiembre de 1977, que inició el desmantelamiento de esa estructura política, cultural y social, que esa noche rechazamos con el canto patriótico y la bulla de los tambores y clarines.

Mucha historia se ha escrito desde ese acontecimiento en particular. Hoy nos debatimos entre la falta de ideales, una cultura social cuestionable (a todos los niveles), el pandillerismo y la delincuencia organizada, el narcotráfico y la corrupción generalizada. El sistema judicial no es confiable, no hay certeza del castigo. A la clase política nadie la respeta, no se fundamentan en ideologías, sino en el clientelismo. El llamado crecimiento y desarrollo no llega a todos.

Nadie tiene claro cómo arreglar esto. No sé si hay interés en arreglarlo. ¿Cómo adecentar las estructuras de administración del Estado, para que sea un país de justicia y bienestar para todos? ¿Qué objetivos puntuales tenemos como Nación, que podemos salir a defender con el mismo entusiasmo de hace 51 años?

Al pasar de cinco décadas, Algo ha quedado y ha pasado a las presentes generaciones. En mi columna de hace algunos meses titulado: “Esas canciones que no mueren” decía que: “la canción de Luis Bejarano “Colonia Americana ¡No!”, seguirá siendo un himno motivador que llama a la defensa nacional. Se lleva en el alma y promete no morir”. Panamá Primero la acompaña con la misma dignidad en un año en donde los retos y las amenazas han cobrado vida nuevamente.