Escribir ficción: datos útiles y reflexiones

  • 26/12/2025 00:00

Escribir ficción implica estar en pleno dominio de las posibilidades más auténticas de lo inesperado, lo inaudito, incluso a ratos de lo imposible, “torciéndole el cuello al cisne” de la realidad usual hasta lograr credibilidad en otras hasta entonces impensadas aristas de lo aparentemente inconcebible. Para ello, lógicamente, es indispensable tener los pies muy bien anclados a la Realidad. Y por supuesto, el talento es una condición sine qua non de toda obra literaria capaz de perdurar en el tiempo, desde al menos los años de auge de Edgar Allan Poe en cuanto al cuento se refiere, pero en realidad desde muchísimo antes de la aparición a fines del siglo XIX de este genial maestro norteamericano del cuento. También lo es la constancia.

No de otro modo han trascendido obras perdurables de la literatura universal en cada género literario. Desde Cervantes y Shakespeare hasta Leon Tolstoi, Honoré de Balzac, Virginia Woolf, Fedor Dostoyevski, Vladimir Nabokov, William Faulkner, Ernest Hemingway, Milán Kundera, Carlos Fuentes, Clarice Lispector, Ray Bradbury, Ernesto Sábato, Adolfo Bioy Casares, José Saramago, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, entre muchísimos otros estupendos creadores de ficción extensa (novelas).

Y por supuesto, gracias a los extraordinarios cuentistas que fueron, además de Poe: Antón Chéjov, Guy de Maupassant, Nathaniel Hawthorne, Flannery O´Connor, John Cheever, Raymond Carver, Horacio Quiroga, Jorge Luis Borges, Julio Cortázar, Silvina Ocampo, Juan Carlos Onetti, Mario Benedetti, Juan Rulfo, Juan José Arreola, Elena Garro, José Emilio Pacheco, Amparo Dávila, Rosario Castellanos, Edmundo Valadés, Inés Arredondo, José Revueltas, Julio Ramón Ribeyro, Arturo Uslar Pietri, y Alice Munro, entre muchísimos otros maestros de la ficción breve, hasta llegar tanto a Cristina Peri Rossi como a Mariana Enriquez y Ana María Shua (tres autoras aún vivas), cada cual con su propio estilo y trascendencia.

Me atrevo a nombrar también a algunos cuentistas panameños que fueron precursores a fines del siglo XIX, y que a mi juicio, merecen estar en la lista de los más destacables, en el entendido de que para todo hay gustos y, por tanto, preferencias, incluida la literatura. Con sus publicaciones en revistas de época, los buenos cuentistas que en su momento fueron más admirados como poetas fueron, en primerísimo lugar: Darío Herrera (1870-1914), con su magnífico libro: Horas lejanas (1903), hoy considerado precursor del cuento panameño; y unos pocos autores más cuyo material suelto habría que recoger, tal vez en un solo libro alusivo. Me refiero a: León A. Soto (más conocido como estupendo sonetista), Simón Rivas (seudónimo de Cristóbal Martínez), Adolfo García, Santiago McKay, Hortensio de Icaza, y el mismísimo Ricardo Miró, insigne poeta y cuentista entre los principales, cuyos cuentos dispersos merecen ser rescatados y publicados como un solo destacado libro de época. Los cuentos de éste último, no obstante, en buena hora fueron recopilados y publicados años después por el periodista, pero también excelente cuentista y novelista panameño Mario Augusto Rodríguez, con el título de: “Estudio y presentación de los cuentos de Ricardo Miró” (1957). Miró también escribió dos novelas breves muy poco conocidas hoy: Flor de banana y Las noches de Babel.

Y vigentes hasta bien entrado el siguiente siglo XX, además de Miró, fundamental resulta recordar a Guillermo Andreve (gran promotor cultural de la época), Gaspar Octavio Hernandez, exquisito poeta, y Salomón Ponce Aguilera, el más longevo (solamente este último no era también poeta). En esos años, las revistas literarias más importantes fueron, sin duda: El Heraldo del Istmo (I904-1906), de Ponce Aguilera, y Nuevos ritos (1907-1908), de Ricardo Miró.

En otros artículos, ensayos y antologías ya he examinado a fondo el enorme auge que ha tenido el cuento panameño hacia finales del siglo XX y en lo que va del XXI, por lo que no lo voy a repetir aquí. Sin embargo, estoy terminando de preparar una nueva y exhaustiva recopilación de cuentistas vivos, que he titulado Cuentistas de Panamá: Antología Selecta, que reúne a 50 autores vivos que tienen al menos dos buenos libros de cuentos previamente publicados, pertenecientes a cinco generaciones. Espero se pueda publicar el próximo año.

Como suele ocurrir, todos y cada uno de estos destacados autores empezaron escribiendo para sí mismos, a menudo con mucha inseguridad, pero a la larga, con una tenaz perseverancia y altas dosis de disciplina insobornable, así como aprendiendo los rudimentos, las normas básicas al escribir historias; eludiendo en lo posible las torpezas, la chatura de lo obvio.

Como es sabido -o debería serlo-, tanto el Diplomado en Creación Literaria que fundé en 2001 en la Universidad Tecnológica de Panamá y que sigue vigente, como los cursos PROFE del Ministerio de Cultura, al igual que diversos talleres literarios que a menudo dictan reconocidos cuentistas nacionales (Carlos Oriel Wynter Melo; Ela Urrilola, Carlos Fong, Consuelo Tomás Fitzgerald, Marco Ponce Adroher, yo mismo, así como el escritor venezolano residente en Panamá Joel Bracho Ghersi), han sido efectivamente instrumentales en la consolidación de numerosos nuevos talentos literarios en años recientes.

No me canso de insistir en que la creación literaria no solo es un arte cuando se sabe manejar, sino también un valioso instrumento terapéutico, no únicamente para quienes escribimos, sino para quienes acostumbran leen regularmente con disciplina y placer.