Justificar nuestras decisiones

  • 22/11/2025 00:00

Cada día tomamos decisiones. Van desde lo más sencillo a lo más complejo, desde lo inmediato hasta lo que marca nuestro futuro. Una decisión sencilla me lleva a tomar ahora una bebida muy azucarada en vez del vaso de agua. Una decisión más compleja y relevante me lleva a pedir una cita con la esperanza de lograr una mejora en el trabajo.

Cada decisión surge a partir de mis deseos, de mis preferencias, de mis ideas; algunas ideas proceden de consejos que he aceptado de otros. Pero si la decisión ha sido plenamente humana, es decir, consciente y libre, puedo “justificarla”, puedo explicar por qué la tomé y qué buscaba con ella.

En el primer ejemplo, justificaré el hecho de tomar una bebida con mucha azúcar diciendo que la necesito porque acabo de hacer deporte, o porque llevo algunos días con un extraño cansancio, o porque me lo aconsejó el médico, o simplemente porque deseaba concederme un pequeño gusto.

En el segundo ejemplo, pido la cita porque tengo problemas en mi puesto de trabajo, porque necesito un aumento de salario, porque no me gusta lo que hago, o porque espero renovarme con un cambio de aires.

Algunas de nuestras justificaciones pueden ser mejores, otras peores, pero normalmente siempre podemos identificarlas. Incluso la “justificación” de quien dice que eligió lo que eligió “porque le daba la gana” es, en el fondo, un motivo: el de autoafirmarse como una persona libre...

El hecho de tener que justificar nuestras decisiones refleja lo complejo de la vida humana. No somos robots que siguen impulsos automáticos, ni pensamos desde ideas impuestas, ni escogemos porque no hay más remedio.

Cada justificación nos permite identificar esa riqueza humana que consiste en integrar sentimientos, emociones, experiencias, ideas, presiones, deseos, miedos, en cada uno de esos momentos en los que tomamos decisiones, en lo pequeño y en lo grande.

Detrás de todas las justificaciones, incluso las más sencillas, hay un deseo de alcanzar bienes verdaderos, esos que pueden acercarnos a la felicidad, a la plenitud, a la realización de nuestra condición humana.

No todo lo que decidimos nos lleva a la deseada plenitud. Pero si reflexionamos sobre cada elección, notaremos que solo tiene sentido con buenas justificaciones, es decir, con motivos que se pueden explicar desde un deseo válido, una reflexión adecuada, y una voluntad orientada, maduramente, hacia la consecución de lo que me realiza plenamente, ahora, en el tiempo, y en el futuro que inicia más allá de la muerte.