La corrupción, el principal problema para los ciudadanos

  • 07/12/2025 00:00

Hoy el principal problema que enfrenta Panamá es la corrupción. Así lo consideran los ciudadanos y lo confirman las últimas tres encuestas de Vea Panamá.

En marzo-2025, el 24% de los encuestados la señaló como su mayor preocupación. Para julio, el número subió a 34%, y aunque en octubre, de este mismo año, bajó ligeramente a 31%, volvió a encabezar la lista de problemas del país.

Mediciones consecutivas traen un mensaje claro, la gente está cansada.

La corrupción ya no solo se trata de algunos funcionarios públicos malgastando fondos del Estado para su beneficio personal. Ese apenas es el síntoma más visible. El problema se ha expandido y hoy está presente en distintos aspectos de la vida cotidiana de los ciudadanos.

Se ve en los trámites que se demoran si no “se acelera” el proceso, en los servicios que deberían funcionar y no funcionan, y en algunas decisiones públicas que parecen responder más a intereses particulares que al bien común.

La gente lo siente y lo vive cada día, desde hace mucho. Por eso la molestia no es solo contra las instituciones; es contra una cultura que, poco a poco, ha normalizado prácticas que destruyen la confianza y agotan la paciencia de todo un país.

Hoy podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que la corrupción como problema, supera al desempleo, la inseguridad y al alto costo de la vida, significa que el país llegó a un punto donde lo que falla no es solo un gobierno, sino el sistema completo, y si la ciudadanía lo ve así, la clase política ya no puede seguir mirando hacia otro lado.

Es que, para muchos panameños, la corrupción no es solo un problema más, es la raíz del resto de los problemas.

Los ciudadanos perciben que conseguir un empleo se vuelve casi imposible porque solo quienes tienen “palanca” acceden a un cargo público e incluso a oportunidades en el sector privado. Ven que ciertos medicamentos no están disponibles en las farmacias públicas, pero sí en las farmacias privadas. Observan, una y otra vez, cómo el hijo del pueblo termina condenado, mientras otros, con influencias y poder, logran sortear el sistema de justicia.

Esa desigualdad alimenta una impunidad que los ciudadanos identifican inmediatamente como corrupción y cuando se convierte en la explicación universal de por qué nada funciona, es señal de que el país está llegando a un punto limite.

Si miramos la evolución de las encuestas en la última década, el salto es evidente.

Entre los años 2013 y 2014, la corrupción aparecía como el quinto o sexto problema que más afectaba a los ciudadanos. Para el período 2018-2019, ya había subido al tercer o cuarto lugar. Y hoy, según cualquiera de nuestras mediciones, ocupa el primer o segundo puesto. Es una escalada que no se explica por un solo evento, sino por una acumulación de decepciones, escándalos y una sensación creciente de que el país se está quedando sin justicia y que transita en una impunidad permanente.

Pero Panamá es mucho más grande que este flagelo. Los ciudadanos seguirán alzando su voz frente a lo que consideran injusto y no dejarán de exigir lo que merecen: transparencia, honestidad y compromiso con el país. Y mientras esa voz siga firme, la esperanza de transformar el sistema no solo estará presente, sino más cerca de hacerse realidad.