Columnistas

La democracia panameña y sus enemigos

Roberto Barrios | La Estrella de Panamá
  • 14/06/2025 01:00

En los últimos años han surgido síntomas bastante serios de retroceso democrático en el ámbito internacional, y Panamá no ha escapado a ello, según el informe Libertad en el mundo 2023 de Freedom House. La democracia moderna constituye una marcha conjunta de la ciudadanía política y de la participación (por más conflictiva que sea) en el ciclo productivo panameño. Resulta conveniente recordar que la construcción de la democracia comenzó en Atenas como reacción contra un gobierno de minorías privilegiadas que fueron percibidas como abusivas. La palabra “democracia”, en griego clásico, significa gobierno del pueblo.

La democracia puede concebirse como un principio ético de gobernanza basado en el consentimiento social que puede utilizarse como referencia evaluativa para diferentes instituciones, normas y procedimientos. Son tres dimensiones que se deben cumplir para que la democracia sea el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo: participación, gobernanza y responsabilidad. En su afán por lograr la objetividad política, la democracia debe apuntar la forma de un razonamiento constructivo y eficaz, cosa que no se está logrando en Panamá.

En la actualidad, un rumbo autoritario está recorriendo el mundo democrático, en una especie de marcha que puede ser triunfal para los gobiernos que se hacen llamar la nueva extrema derecha radical. Estos enemigos de la democracia pronuncian discursos autoritarios que amenazan el pluralismo político, la libertad de expresión, la imparcialidad de las instituciones y a la separación de poderes. La nueva derecha panameña consta de una ideología del miedo, un discurso de humillación y cuenta con el monopolio del sistema político poniendo en riesgo a nuestra frágil democracia.

Estos gabinetes proempresariales ejercen el poder y leyes en detrimento de la mayoría de la población. Esta tiranía de la minoría goza de ciertos rasgos compartidos, como lo son el rechazo a la inmigración, crítica a la corrupción de la élite que le precedió y apelarar a la seguridad de una visión autoritaria del orden público. La regla principal de la democracia representativa es que debe existir un pluralismo político y con opciones diferenciadas.

En las transformaciones del sistema democrático impulsadas por la nueva extrema derecha no nos encontramos ante golpes de Estado militares. Son procesos capaces de conducir a una sociedad hacia democracia autoritaria, con una reducción de derechos y libertades, con limitaciones de la pluralidad política, con ataques al funcionamiento regular de las instituciones, afectando el tejido mismo que sostiene la convivencia. La democracia debe incluir un “gobierno por debate”. Hoy en Panamá, la democracia está en cuidados intensivos por la continua desacreditación de los opositores, judicialización a los sindicatos, ausencia de debate y perfilación de los protestantes como desestabilizadores del orden social.

El pueblo es el titular de la soberanía, pero estas nuevas formas autoritarias de ejercer el poder y debilitar la democracia “tiene lugar poco a poco, a menudo en pasitos diminutos”. Son pasos que por separados pueden pasar por insignificantes, pero todos se usan en dirección de debilitar el sistema judicial, los organismos reguladores, los medios libres y las instituciones electorales.

La democracia aprecia por igual las ideas políticas de todos, permite la escenificación de las diferencias, brinda la posibilidad de exteriorizarlas para conseguir el apoyo de la ciudadanía en libre concurrencia. El relativismo político es lo contrario del absolutismo. En las democracias resulta imprescindible el respeto a los derechos humanos. Y ahí se debe hacer un especial hincapié en los derechos nucleares en una democracia: la libertad ideológica, la libertad de expresión, el derecho a la información, la libertad de conciencia, el derecho de manifestación, el derecho de asociación o la igualdad ante la ley, entre otros.

La democracia es dinámica e implica la búsqueda de la mejora continuada. Es un proceso de constante autocorrección. Más vale optar por un sistema político que esté diseñado para evitar las actuaciones despóticas. La acumulación de poder en pocas manos, algo propio de las dictaduras, siempre supone un sistema injusto, poco sabio e inteligente, y suele ser la antesala de abusos, injusticias y vulneraciones de derechos, como se ha evidenciado a lo largo de los tiempos. Precisamente uno de los riesgos más visibles del auge autoritario es la posible agravación de las desigualdades sociales.

La democracia panameña no se fortalece con perdigones y lacrimógenos, ni mucho menos por la represión de los que fueron diseñados para luchar contra la narcoguerrilla que asediaba nuestras fronteras. Los enemigos de la democracia panameña son quienes quieren a la nación en una deriva autoritaria y están desmontando pausadamente las reglas y prácticas institucionales. No se puede olvidar que en una democracia resultan inherentes las situaciones de conflicto, puesto que la pluralidad es necesariamente conflictiva y solo en las dictaduras las reglas son irrelevantes, porque quienes mandan pueden imponer su voluntad por encima de las normas.

La actual implantación de una regresión autoritaria representaría un gran paso moral hacia atrás en relación con la democracia pluralista deseada en el siglo XXI. Resulta necesario defender nuestro sistema democrático.

*El autor es cirujano subespecialista