La tarea pendiente de la equidad
- 05/11/2025 00:00
¿Es nueva la violencia de género en Panamá? ¿Hay ahora más casos de agresiones o asesinatos de mujeres que antes? Pues por muy extraño que parezca, la respuesta es no. Puede que de un año a otro la cifra se incremente o disminuya. Pero es que hace apenas algunos años hemos comenzado a llevar estadísticas criminales diferenciadas y hay observatorios ciudadanos para la violencia de género. Seguramente antes, cuando nadie llevaba la cuenta, cuando eran hechos totalmente normalizados por la sociedad, los hechos de violencia hacia las mujeres, eran más y quedaban más impunes.
Además no olvidemos las redes sociales que hacen que nos enteremos casi en tiempo real, cuando ocurre un hecho que escandaliza a la sociedad. Nada de eso existía antes.
Hoy tenemos delitos tipificados, mecanismos para denunciar, y una mayor conciencia de la sociedad y de las mujeres de que están protegidas por un marco normativo. Existen leyes que las defienden y, en algunos casos, instituciones a las que acudir. Pero esto nos lleva a otra gran verdad: seguimos viviendo en una sociedad patriarcal, en donde la voluntad de algunos hombres se impone muchas veces por la fuerza y por la violencia hacia seres humanos que siguen considerando de su propiedad: las mujeres, “sus” mujeres.
¿Qué nos está faltando entonces? Personalmente creo que necesitamos tener una mejor comprensión de que efectivamente continuamos viviendo en un mundo patriarcal, en una sociedad que aún no le da el lugar que le corresponde a esa mitad de la sociedad que somos las mujeres. En Panamá, las mujeres representamos el segmento con más educación de la sociedad, y sin embargo aún no alcanzamos el 50 % del mercado de trabajo. ¿Eso perjudica a las mujeres? Por supuesto. Pero perjudica más a la sociedad, que no se está beneficiando de su población más educada.
Tenemos que entender que las violencias (física, económica, psicológica, patrimonial o vicaria) no son más que una de las expresiones más brutales de esa sociedad patriarcal en la que vivimos.
Y por lo tanto para ir cambiando esas expresiones debemos trabajar seriamente en construir la igualdad sustantiva en todos los planos de la vida cotidiana, de la vida laboral y de la vida social.
Tenemos que derribar algunos mitos, como que el agresor de una mujer es por lo general un hombre de perfil violento, un alcohólico o un drogadicto. Porque la gran sorpresa muchas veces es que el agresor es un padre amoroso, un estudiante excelente, un profesional ejemplar, un hijo modelo. Claro que el consumo de alcohol o drogas puede exacerbar las actitudes violentas, pero ni todos los borrachos agreden a sus parejas, ni todos los agresores son borrachos. Lo cierto es que no existe un perfil específico para un maltratador. Existen actitudes, indicios, que nos pueden ayudar, desde muy temprano en la vida, a reconocer las alertas, las luces rojas que nos pueden prevenir y anunciar que estamos en una relación de riesgo.
Otro mito es que la violencia de género ocurre más en los sectores más populares de bajos ingresos, o entre personas con un bajo nivel educativo La violencia de género sí que no discrimina, ni por estrato social, ni por grupo étnico, ni por lugar de residencia, ni por nivel educativo.
Puede ser que la mujer que está en los barrios populares tenga mayor capacidad de defensa que la de los estratos medios o altos, porque no le teme al escándalo. La mujer de determinado nivel social tarda mucho más en aceptar que está siendo víctima de algún tipo de violencia, y muchas veces prefiere esconderlo para guardar las apariencias. O por temor a perder el status social.
Nos faltan las instituciones, que son las estructuras necesarias para hacer cumplir el marco normativo existente. Nos falta un Mides, un Ministerio de la Mujer, un Ministerio de Salud, un Ministerio de Educación, un Ministerio de Seguridad, trabajando de la mano con los gobiernos locales, con las escuelas, con las comunidades, en prevención temprana. En diseñar rutas de atención que efectivamente funcionen. Y pongo al Mides en primer lugar, porque el Mides coordina el Gabinete Social y debería llevar la voz cantante en aplicar todas las políticas públicas, de manera coordinada, para prevenir o atender estas situaciones.
Las mujeres tienen que conocer que existen leyes que las protegen, tienen que sentirse titulares de derechos, exigirlos y hacerlos valer. Pero la sociedad y el Estado, le tiene que garantizar a las mujeres la posibilidad de desarrollarse y ser independiente económicamente. Una sociedad que normaliza los embarazos adolescentes y que no persigue de oficio a los agresores, se está burlando de una niña que ha recibido una agresión que trunca el futuro de su vida. Una sociedad que no le ofrece oportunidades a las mujeres, incrementa su riesgo de convertirse en víctimas de violencia y se aleja de la democracia.
No nos asustemos por el incremento de las denuncias. Eso no necesariamente significa que se han incrementado los casos. Realmente lo que significa es que más mujeres conocen sus derechos y se atreven a denunciar. Pero cuidado!! Las instituciones tienen que estar preparadas para atender y acompañar a las mujeres denunciantes y no perder de vista que ese, es precisamente su momento de mayor riesgo. No podemos invitarlas a denunciar y luego abandonarlas.
Es urgente un trabajo integrado de todas las instancias de la sociedad. Comprendamos el fenómeno, divulguemos nuestro marco normativo, pasemos de la equidad normativa a la equidad sustantiva, y presionemos a nuestras instituciones para que trabajen de la mano por hacer realidad esa igualdad. Solo así, iremos poco a poco, construyendo una sociedad libre de ese lastre que es la violencia de género. Lograr la equidad sustantiva es requisito indispensable para perfeccionar la democracia.