La verdadera narrativa frente al mito de Juan Jované

Roberto Barrios | La Estrella de Panamá
  • 15/11/2025 00:00

El 20 de octubre del año en curso, el economista Juan Jované publicó en La Estrella de Panamá un artículo titulado “La falsa narrativa de la mina altruista”. Pretendía desenmascarar un supuesto engaño sobre la minería en Donoso, pero lo que realmente deja al descubierto es su falta de objetividad. Como en anteriores columnas, insiste en deslegitimar el proyecto Cobre Panamá con medias verdades, omisiones y retórica ideológica, sin aportar un análisis integral que considere todos los datos y comparaciones necesarias.

Uno de sus principales ataques es acusar a la mina de practicar greenwashing. Sin embargo, la realidad es que Cobre Panamá opera bajo un sistema de gestión ambiental alineado con la norma internacional ISO 14001, auditado interna y externamente conforme a sus lineamientos (First Quantum Minerals, 2024). Desde 2011 cuenta con un Estudio de Impacto Ambiental aprobado por el Ministerio de Ambiente (MiAmbiente, 2011), con 271 compromisos ambientales auditados periódicamente. Entre sus medidas destacan pasos de fauna, monitoreo de agua, reforestación y restauración progresiva de áreas intervenidas. Además, la empresa firmó un memorando de entendimiento con MiAmbiente para aportar 33 millones de dólares en 10 años destinados a la protección de más de 215,000 hectáreas de áreas protegidas, al tiempo que apoya iniciativas científicas para conservar especies como la rana dorada, el jaguar, las tortugas marinas y el águila harpía, una de las cuales mantiene su nido dentro del área de concesión.

Jované también critica el uso de carbón mineral como fuente de energía, sin mencionar que Panamá no cuenta con infraestructura eléctrica suficiente para sostener una operación industrial de esta magnitud. La planta termoeléctrica de la mina responde a una necesidad técnica, no a un capricho. Aun así, la empresa ha implementado las mejores tecnologías disponibles para controlar emisiones locales de material particulado, óxidos de nitrógeno (NOx) y dióxido de azufre (SO₂). Es necesario indicar que el compromiso global de su casa matriz, First Quantum Minerals (FQM), incluye una meta de reducir en 50 % las emisiones absolutas de alcance 1 y 2 para 2035 y una ambición de emisiones netas cero hacia 2050 (First Quantum Minerals, 2024). También ha adoptado un precio interno de carbono, electrificación de flotas mineras y la sustitución progresiva de carbón por fuentes renovables.

Tampoco son correctas las afirmaciones energéticas de Jované, en donde cita un estudio de Volvo que muestra que fabricar un auto eléctrico genera un 70% más de CO₂ que uno convencional (Volvo Cars, 2021). Nuevamente omite de manera conveniente que, según este mismo estudio y el International Council on Clean Transportation (ICCT, 2025), los vehículos eléctricos medianos vendidos en Europa emiten en promedio 63 g CO₂e/km, frente a 235 g CO₂e/km de los de gasolina, considerando todo su ciclo de vida. Ignorar este dato es falsear el debate sobre la transición energética.

Según Jované, la mina arrasó con 3,000 hectáreas del corredor mesoamericano. Lo que omite es que el área intervenida es de 5,900 hectáreas, menos del 0.1 % del territorio nacional, pero aportaba 4.8% del PIB (Indesa, 2021; FMI, 2025). En contraste, la agricultura y la ganadería generan la mayor parte de la deforestación en Panamá, sin planes de restauración ni cierres ambientales. Según datos de Global Forest Watch (2024), entre 2001 y 2020 el país perdió 441,438 hectáreas de cobertura boscosa, lo que equivale a 264 millones de toneladas de CO₂e, o 132 años de emisiones de la central termoeléctrica. Cada año Panamá pierde unas 8,000 hectáreas, equivalentes a 4.8 millones de toneladas de CO₂e.

Por el contrario, Cobre Panamá contempla desde su concepción un plan de cierre progresivo que prevé la restauración total del ecosistema intervenido al final de su vida útil (MiAmbiente, 2011). Esa planificación es inexistente en las actividades agropecuarias tradicionales, donde la deforestación suele ir acompañada de quemas y pérdida de sumideros de carbono. Comparar ambas actividades sin considerar este contexto es intelectualmente deshonesto.

La comparación internacional es reveladora. En Chile, el cobre representa más del 12 % del PIB y financia programas sociales. En Perú, supone entre el 8 % y 10 % del PIB y ha impulsado infraestructura en zonas rurales (Banco Mundial, 2022). En República Dominicana, con menos territorio que Panamá, la mina Pueblo Viejo aportó en 2022 más del 30 % de las exportaciones (Ministerio de Energía y Minas RD, 2023). Lejos de ser “narrativas falsas”, la minería regulada es motor de desarrollo y ha contribuido de manera decisiva en el bienestar nacional.

El problema no es criticar la minería, que es legítimo, sino hacerlo con datos incompletos y omisiones sistemáticas. Jované, se ha ensañado con Cobre Panamá, ignorando que combina aportes económicos significativos, compromisos ambientales auditados y programas de conservación inéditos en el país. Criticar con rigor es saludable para la democracia; tergiversar con ideología es un retroceso.

Su artículo no desmonta una “narrativa falsa”: expone su sesgo. La minería no es altruista ni demoníaca; es una actividad con impactos y beneficios que requiere regulación. En Panamá, Cobre Panamá ha generado desarrollo, empleo, conservación y recursos para la transición energética. Negar esto es negar la realidad. Más allá de la ideología, los datos y la ciencia son claros: los números no mienten.