Las huellas que refuerzan nuestra historia
- 21/07/2025 00:00
En su conferencia de prensa semanal, el pasado jueves 17 de julio, el presidente José Raúl Mulino celebró que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, —Unesco— aprobara “la inscripción de la primera fase de la Ruta Colonial Transístmica de Panamá en la lista de Patrimonio Mundial, reconociendo su valor universal excepcional como testimonio histórico del papel estratégico que ha jugado el istmo de Panamá en los sistemas globales de intercambio desde el siglo XVI hasta el XIX” tal como reza el texto del reconocimiento. Es muy bueno que a nivel del presidente de la república se celebre estos logros culturales tomando en cuenta lo difícil que es hacer cultura en nuestro país por la inexcusable falta de interés de los que suman y restan centavos y los obstáculos que su labor burocrática imprime a los esfuerzos tal como lo describiera el poeta Pedro Rivera en su escrito sobre la Burocracia hace ya más de 40 años.
Estos creen saberlo todo y su mayor preocupación tal vez sea de dónde saldrán los dineros para mantener esa estructura histórica, pero lo logrado con la Unesco debe abrir espacios de apoyo para retratar el Panamá de ayer y el Panamá íntimo de este tiempo que vivimos para dejarlo documentado para el futuro. La humildad es importante y la cultura en todas sus expresiones y aristas es lo que nos sostendrá en el tiempo. Algunos de los siguientes párrafos fueron escritos hace algún tiempo.
En una entrevista realizada por el periodista Pablo Ordaz en el 2014 al escritor italiano Claudio Magris, galardonado ese año con el Premio de Literatura en Lenguas Romances en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, Magris se refiere a la cultura en los siguientes términos: “Para mí, la cultura, ya sea de una persona o de un pueblo, es su capacidad de razonar. Yo puedo ser culto en literatura alemana pero ignorante como una cabra en tantas otras cosas. La cultura es la capacidad crítica de juzgar y de juzgarse, de no creerse el centro del mundo...”. Si examinamos las últimas décadas, podríamos sacar un entendimiento un tanto objetivo de la razón de nuestra situación actual.
Durante la época más efervescente de reclamaciones soberanas, a mi parecer el crecimiento cultural de los pobladores marcaba por el rumbo de la decencia patriótica e independencia cultural. Desde la perspectiva popular, diversas expresiones trascendieron en todos los ámbitos del quehacer sociopolítico y cultural, en lo que pareciera una acción concertada para un fin en particular: la plena independencia nacional.
Esa independencia no solo se refería a la recuperación del territorio ocupado con el fin de ponerlo a trabajar para beneficio del país, sino también a la consolidación de una identidad nacional fundamentada en el respeto a la diversidad y muestras de una asimilación de nuestra multiculturalidad.
No solo es crear riquezas también hay que afianzar los conocimientos históricos. Es la cultura o la falta de su conocimiento. Invertir en rescatarla y trasmitirla debidamente. Documentar debidamente los hechos que nos afectan a todos. Solo así podremos saber de dónde venimos y hacia donde vamos.
En este país de inicios del siglo XXI, el accionar y la conducta individual y colectiva ha sido capturada por las redes sociales y para bien o para mal, los medios tradicionales han perdido la capacidad de moldear el entrono sociocultural. Unos dirán que para bien porque les da el “derecho” a opinar sin pasar por el filtro de la censura. Para mal, porque los resultados ya son evidentes: hay un claro deterioro cultural en los diversos niveles socioculturales y parece no haber vuelta atrás. Invita a reflexionar sobre el futuro de la Nación.
¿A quiénes le pedimos cuentas?, pues: a los que han gobernado. Ejercer un control sobre las redes sociales no es un tema fácilmente discutible y no es realmente aconsejable. Pero si podemos hablar largo y tendido sobre los esquemas educativos que no le han brindado a la sociedad las herramientas necesarias para realizar mejores y más inteligentes decisiones sobre lo que se publica, lo que se vive a diario e incluso para escoger a nuestros gobernantes. Hay que pedirles cuentas y, cobrarlas a los que han abusado del poder para su beneficio personal y de sus allegados; quienes han conscientemente descuidado el más importante objetivo nacional: una educación humanística, científica y de calidad para todos.
Razonemos como individuos, como pueblo tal como señaló Magris. Por su naturaleza como lugar de tránsito, hay mucho por descubrir, de increíble valor, material e inmaterial y en todas las épocas históricas. La idea es definir el sentido íntimo para que nos conozcamos mejor y luego pasar, si tiene el valor, a un sentido más universal. Creo que nuestra historia tiene mucho más que aportar a la lista de Patrimonio mundial de la Unesco, solo hay que procurar los fondos necesarios para la continua investigación.