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Leer y escribir

La lectura y la escritura son el puente hacia el pensamiento crítico y la libertad de espíritu, como recordaba Kant en sus reflexiones. Shutterstock
  • 06/09/2025 00:00

La lectura y la escritura es lo que hace posible nuestro conocimiento personal y, por añadidura, lo que aumenta nuestra habilidad de pensar, con lo cual podemos crear un orden trascendental del mundo más allá de los objetos que percibimos.

Así vemos que para Immanuel Kant (1724-1804), ese magnífico filósofo alemán, defensor del libre pensamiento y campeón además del racionalismo y del empirismo de la Ilustración, nuestros conocimientos son el resultado de una interacción entre nosotros los humanos y el objeto observado, por eso decía que debíamos pensar por nosotros mismos, sin someternos a dogmas o a ideas fijas impuestas por cualquier sistema de creencias dado por otros.

Su inclinación a cuestionarlo todo y su carácter meticuloso y disciplinado le valió muchas enemistades con sus contemporáneos, pero aun así fue un profesor y filósofo muy popular en sus tiempos.

Para Kant y muchos otros pensadores, leer y escribir son habilidades fundamentales para el desarrollo humano y para la formación de ciudadanos capaces de pensar por sí mismos. Sin dichas habilidades se hace casi imposibles nuestra educación y nuestro progreso moral e intelectual.

A través de la escritura y la lectura podemos analizar, reflexionar y así formar nuestro propio juicio para tomar decisiones racionales tras comprender conceptos abstractos como justicia, libertad, deber, civilización, etcétera.

Por eso, con estas dos indispensables herramientas de saber leer y escribir podemos cuestionar ideas y sobre todo expresar nuestros pensamientos públicamente, haciendo de nuestra educación un proceso continuo y enriquecedor, pues es un arte que se puede ir perfeccionando a lo largo del tiempo.

Así, estas dos habilidades contribuyen a nuestra lucidez de futuro, con la posibilidad de su universalización, ya que a partir de la lectura formal podemos asumir el puro y engrandecedor ejercicio de escribir como labor estética desde un lugar personal.

Las capacidades de leer y escribir, además de ser instrumentos esenciales para nuestra formación, se convierten en un puente hacia la comprensión y la preservación de las ideas que han moldeado civilizaciones enteras. Estas herramientas no solo nos permiten acceder a los pensamientos de los grandes filósofos y escritores, sino que también nos invitan a interpretar, cuestionar y perpetuar los principios que enriquecen nuestra humanidad.

En este sentido, la escritura no es simplemente un medio de expresión, sino una forma de inmortalizar reflexiones y valores que trascienden generaciones. De igual manera, la lectura nos abre las puertas a mundos nuevos, donde podemos explorar el legado cultural y moral de quienes han aportado a la construcción de sociedades más justas y libres.

Ya lo decía don José Enrique Rodó (1871-1917) en su obra magistral Ariel: “Todo el que se consagre a propagar y defender, en la América contemporánea, un ideal desinteresado del espíritu –arte, ciencia, moral, sinceridad religiosa, política de ideas– debe educar su voluntad en el culto perseverante del porvenir”.

Aun cuando ese amor y admiración por los ideales y el porvenir no respondan a un noble sentimiento racional, estos sí pertenecen a un motivo superior de moralidad que trae implícito una predisposición por la belleza, la educación y el cumplimiento del deber.

En esto radica la importancia de la educación, como instrumento de la ética y la moral, con su constante carácter de grandeza y fuerza. De allí la necesidad de cultivar una buena educación con nuestra lectura y escritura que favorezca nuestro ejercicio del buen sentido.

Por eso, la perfección constante de nuestra educación a través de la lectura y la escritura consiste en la fuerza y rectitud de nuestro razonamiento y el efecto ennoblecedor de nuestra libertad de pensamiento.