Los diversos rostros de la escritura
- 15/08/2025 00:00
Tengo la impresión —sepa Dios si cierta o no— de que escribir como lo hago casi a diario no es cosa del otro mundo. Darle un sentido a cada palabra, a cada frase; armar de la nada el obligado rigor de una trama, es algo que llevo añales haciendo. Algo que, si por mí fuera, seguiría acometiendo indefinidamente hasta el último suspiro, e incluso más allá, si eso fuera humana o sobrenaturalmente posible.
Pero seamos serios: una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa; y no hay que confundir peras con manzanas. Lo digo porque de lo que aquí se trata es de procurar comprender los irrefutables rigores de la escritura que pongo en blanco y negro prácticamente todos los días del año, por más que sólo una mínima parte se publique. Ya sea cuentos o poemas y ocasionales ensayos o artículos de opinión, el hecho irrefutable es que los diversos rostros de la escritura me mantienen ocupado. Y sobre todo, que lo disfruto. Porque para mí escribir a diario no es trabajo, sino cotidiano placer.
En cada ocasión me ocupo de lo único sobre lo que me parece que vale la pena escribir: en torno a la vida y sus variantes y, por supuesto, también sobre la muerte, esa que no podemos más que imaginar. De ahí que el tema siempre sugestivo del sueño en que solemos perdernos cada noche sólo sea un accidente en el camino diario que solemos recorrer. Pero eso sí, un accidente útil, recuperable, a fin de convertirlo en texto creativo.
Así, escribir precisamente sobre las relaciones que mantienen entre sí esas variables, así como sobre todo aquello que suele pasar o dejar de suceder en cada momento de la vida, aspiro a que sea siempre una manera dúctil de abarcar la totalidad, haciendo el mejor uso posible de la imaginación. ¡Eso, y todo lo anteriormente explicado, es lo que bien o mal hacemos los escritores mediante la magia permanente de la escritura! O al menos es mi caso.
Si bien muertos y enterrados los autores que en otras épocas ofrendaron su vida en aras de una mejor literatura (en Panamá: Ricardo Miró, Rogelio Sinán, Stella Sierra, Tristán Solarte, Elsie Alvarado de Ricord, Roberto Luzcando, Gloria Guardia, Ariel Barría Alvarado, entre muchos otros colegas), también es cierto que a menudo son precisamente algunos de los más destacados escritores vivos los que de un modo u otro entregan sus secretos, sus muy personales gustos y disgustos, incluso sus mañas, antes, durante o después de expirar. De ahí que sea imprescindible tomar nota de virtudes y defectos a fin de hallar siempre un sendero propio y no caer distraídamente en ciertos baches propios o ajenos por crasa ignorancia.
La creación literaria sin duda abre caminos que a menudo llevan a Roma, o casi. Pero que también suelen señalarnos aquello que los que venimos atrás no debemos hacer, a riesgo de caer a destiempo en pantanos imposibles de librar. Así, los buenos cuentos y novelas, como la excelente poesía, y los ensayos inteligentes, nos aportan nuevas formas de interpretar la realidad y de lidiar con las paradojas y los absurdos que suelen habitar los linderos de esa otra realidad a la que denominamos Fantasía.
Y por supuesto, también es importante destacar que en el mundo de la creatividad literaria no deben existir temas prohibidos. Muy por el contrario, todo “tabú”, puede perfectamente constituirse en un estimulante reto a vencer sabiendo descodificar imaginativamente sus secretos, descifrando sus claves, dándoles la apertura necesaria para que sus más complejos intríngulis puedan pasar a formar parte de la Realidad mediante la magia de la escritura, llámese poesía, cuento o novela.
En cuanto a los artículos de opinión que un escritor a veces también produce, sin duda constituyen un ejercicio valioso de escritura, sólo que de naturaleza más fáctica que lo que son sus usuales obras literarias, pero también una manera de abordar temas no-literarios desde el ejercicio de la razón y del conocimiento. Porque examinar los problemas nacionales o internacionales, los impedimentos a la libertad de expresión, la demagogia en cualquiera de sus caretas, la galopante corrupción, también son temas dignos de abordaje mediático.
De ahí que, contrario a la actitud de no pocos colegas escritores, últimamente me decanté por la crítica que considero indispensable y la denuncia en columnas de opinión en La Estrella de Panamá, y años atrás en otros periódicos locales, sin por ello abandonar la creación literaria propiamente dicha. Por suerte, he logrado que ambas actividades convivan en armónica paz.
Por supuesto, lo ideal —lo cual procuro practicar más a fondo desde que hace algunos años pude disfrutar de mi jubilación tras muchísimos años de ejercer como docente— es poder realizar al mismo tiempo diversas capacidades, en este caso bastante relacionadas entre sí. Y en mi caso muy particular, también otras afines: como seguir siendo un decidido promotor cultural y editor entusiasta de algunos de los mejores libros de talentosos colegas panameños.
Como hace poco, entre asombrado y dudoso, me dijo alguien que me entrevistaba: “¡Carajo, colega, se dice fácil”.