Minería y crisis climática: riesgos insubsanables que la ciencia ya documentó

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  • 20/12/2025 00:00

En un contexto de calentamiento global acelerado, la minería metálica se enfrenta a un escenario cada vez más adverso. Lejos de ser una actividad neutra o adaptable sin consecuencias, la evidencia científica demuestra que sus impactos ambientales y sociales se intensifican en un clima más cálido, extremo e impredecible, generando riesgos que no pueden considerarse marginales ni temporales.

Un estudio reciente publicado en la revista científica Nature analiza cómo el cambio climático ya está afectando de manera directa a la industria minera a nivel global. El aumento en la frecuencia e intensidad de eventos extremos —lluvias torrenciales, inundaciones, sequías, tormentas, olas de calor e incendios forestales— está comprometiendo la operatividad de los proyectos mineros y, de forma aún más preocupante, elevando el riesgo de accidentes y desastres ambientales.

El cambio climático actúa, así, como un multiplicador de riesgos. Por un lado, afecta la rentabilidad de las empresas mineras, que enfrentan pérdidas millonarias, interrupciones en la producción y mayores exigencias financieras por parte de inversionistas y aseguradoras, quienes reconocen el calentamiento global como un riesgo material. Por otro, incrementa la vulnerabilidad de las personas, comunidades y ecosistemas expuestos a la contaminación crónica y a accidentes mineros, tanto en instalaciones activas como en minas cerradas o abandonadas, cuyos pasivos persisten durante décadas.

Los datos ilustran la magnitud del problema. En Australia, por ejemplo, las minas de cobre registraron pérdidas cercanas a los $2,000 millones debido a lluvias excesivas en la última década, y las proyecciones estiman pérdidas de hasta 5,000 millones para 2050. A escala global, el estudio de Nature señala que, para ese mismo año, cerca del 90 % de las minas experimentarán un aumento significativo de temperaturas, con más días de calor peligroso por encima de los 35 °C, lo que tiene implicaciones graves para la salud de los trabajadores y la estabilidad de los procesos industriales. Además, el 94 % de los proyectos mineros estarán expuestos a precipitaciones extremas con riesgo de inundaciones repentinas.

Para Panamá, un país altamente vulnerable al cambio climático, estas proyecciones no son abstractas. Coinciden con los escenarios climáticos 2030–2070 presentados por MiAmbiente, que advierten sobre el aumento de temperaturas, cambios en los patrones de lluvia y una mayor recurrencia de eventos extremos. Evaluar actividades como la minería bajo supuestas condiciones “normales” ignora una realidad climática ya alterada.

A estos riesgos se suma la evidencia acumulada sobre fallos en instalaciones de relaves. Investigaciones científicas documentan que, desde 1915, se han producido al menos 257 colapsos de este tipo de infraestructuras, destruyendo alrededor de 5.000 km² de territorio, causando la muerte de más de 2.600 personas y afectando a cientos de miles por desplazamientos, pérdidas materiales y daños a los medios de vida. La gravedad y el volumen de estos accidentes han aumentado desde el año 2000, en parte por el crecimiento del volumen de residuos mineros y por los efectos del cambio climático.

Sin embargo, los desastres visibles son solo una parte del problema. La contaminación minera crónica, asociada a sitios cerrados o abandonados, afecta a un número de personas muy superior —estimado en alrededor de 23 millones— principalmente a través del agua superficial y subterránea, incluso a decenas o cientos de kilómetros de las minas.

Este escenario se agrava por la falta de transparencia de muchas empresas mineras respecto a la información clave sobre infraestructuras, procesos productivos, uso de sustancias, líneas base de biodiversidad, hidrología y calidad del agua a largo plazo. La ausencia de datos independientes y una supervisión institucional deficiente conforman una combinación de alto riesgo, bien conocida en Panamá.

Además, los procesos de cierre y postcierre minero pueden extenderse por siglos. Existen casos, como en Canadá, donde se estima que decenas de minas requerirán tratamiento de aguas durante 200 a 400 años. Bajo condiciones de cambio climático, estos compromisos se vuelven aún más inciertos, mientras la capacidad y disposición de las empresas para asumirlos tiende a disminuir con el tiempo. Todo ello refuerza la necesidad de contar con auditorías integrales y completas que permitan dimensionar los verdaderos costos de un cierre seguro y definitivo, incluyendo los riesgos climáticos futuros. Para un país pequeño y megadiverso como Panamá, resulta evidente que los impactos y riesgos de la minería metálica no son convenientes ni justificables frente a su mayor aporte posible en tiempos de emergencia climática: la conservación y regeneración de la biodiversidad que sostiene la vida.