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Mulino, régimen de terror y el fin del monopolio de la verdad

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  • 17/06/2025 00:00

Panamá está militarizada, la represión es bestial, se han congelado cuentas de sindicatos, usan la Contraloría como herramienta de chantaje y humillación, el Mitradel investiga a discreción la utilización de fondos de educación, y el Meduca rompe toda forma de diálogo con docentes, padres y madres de familia

A las personas que afortunadamente no sufrimos de desmemoria no nos sorprende lo que está ocurriendo en el país. Era de esperarse. Por un lado, el sector económico y las calificadoras de riesgo enviaron señales claras de cuál era el paquete de nuevas medidas que tenían que imponerse en el país para darle “paz y tranquilidad” a los mercados internacionales: medidas antipopulares. Por otro lado, los antecedentes de José Raúl Mulino como ministro de seguridad (2009-2014) y su confesión de ser un “gobierno pro empresarial”, nos permitían prever que las medidas serían impuestas a tambor batiente, con los niveles de violencia y represión que hoy experimentamos.

Sin embargo, para algunos otros optimistas como yo, no fuimos lo suficientemente capaces de dimensionar el nivel de persecución y coerción que viviríamos. La protesta social siempre la han tratado de criminalizar y Laurentino “leche condensada” Cortizo, sentó un precedente al violar normas y acuerdos —nacionales e internacionales— al ser el pionero en congelar las cuentas de un sindicato: el Suntracs. Pero Mulino fue un paso más allá y se atrevió a hacer realidad el sueño de muchos en el Club Unión y los gremios empresariales: judicializar a dirigentes del Suntracs con casos malintencionados, cargos graves, sin pruebas suficientes, armados en tiempo récord y con medidas a todas luces desproporcionadas.

Pero, “la bola pica y se extiende”. A los docentes y estudiantes también los han perseguido con todo. Desde descuentos salariales, docentes que aparecen fuera de planilla o con “licencias sin sueldo”, desconociendo el derecho de los agremiados de acogerse a huelgas; hasta represiones violentas y cruentas, allanamientos ilegales, discursos descalificadores y epítetos a los estudiantes de la Universidad de Panamá y los indígenas. Aquí no se salva nadie, claro, nadie que piense distinto a las imposiciones del gobierno.

¿El saldo? Suntracs tiene un dirigente retenido en el centro penitenciario La Mega Joya, uno con medida de casa por cárcel, un dirigente esperando respuesta de su solicitud de asilo político, decenas de indígenas y estudiantes heridos de gravedad, decenas de detenidos alrededor del país y un muerto. Y, probablemente no serán los únicos. ¿El objetivo? Instaurar el terror para desmovilizar y desmoralizar a las personas que se manifiestan y resisten en contra de la Ley 462, la reapertura de la mina, el memorándum de entendimiento con los Estados Unidos, y por qué no mencionarlo, todas las profundas injusticias e inequidades que atraviesan a la sociedad panameña en su conjunto.

¿El resultado? Un fracaso considerable para el gobierno de Mulino y sus amigos empresarios. Aunque ciertamente han logrado asustar a militantes, una gran mayoría sigue en resistencia en las calles. Cada vez se suman más personas y la simpatía de la opinión pública con el movimiento social aumenta.

Este no es el panorama ideal para el gobierno, los empresarios y el poder económico. Los noticieros y sus periodistas ancla no están logrando instaurar una única verdad como en coyunturas anteriores. Por eso, la intensificación de la propaganda a través de la inversión de miles de dólares en pautas estatales hablando de las “bondades” de la Ley 462, la creación de cuentas falsas, las reuniones privadas con opinadores y periodistas, así como la censura en los medios de comunicación tradicional de los opositores a la ley. Una fórmula vieja a la que siempre recurren los regímenes dictatoriales y antidemocráticos.

La crisis de los medios de comunicación y su “verdad”

Panamá está militarizada, la represión es bestial, se han congelado cuentas de sindicatos, se usa la Contraloría General de la República como herramienta de chantaje y humillación, el Ministerio de Trabajo investiga a discreción la utilización de fondos de educación de los sindicatos, el Ministerio de Educación rompe toda forma de diálogo con docentes, padres y madres de familia; y el Ministerio de Cultura pauta en sus redes sin ningún criterio los mensajes que criminalizan, satanizan y estereotipan a los manifestantes.

Y, ¿qué rol están jugando los medios de comunicación? Su histórico papel: la manipulación de la información, la carencia de objetividad y la instauración de un único discurso y pensamiento. Es todo muy Orwelliano y como tal, los medios de comunicación son el “Ministerio de la Verdad” (¡por favor alguien pare esta distopía!).

Es cada vez más evidente —y repulsivo— escuchar los noticieros, en especial los matutinos, y constatar la manera descarada en que buscan lavarle la cara al gobierno, a los empresarios y sembrar la idea en la opinión pública de que existen motivaciones ulteriores detrás de las protestas. Ya ni siquiera disimulan invitando aunque sea una voz disidente, a alguien que represente a algún movimiento social o agrupación adversa u opositora. El cerco mediático está al desnudo y su agresividad en contra de las organizaciones sociales en resistencia está a flor de piel. Ellos definen descaradamente si debe haber diálogo o no, las condiciones para ello y quiénes son los actores apropiados para hablar, usando como mecanismo la validación e invalidación de algunos sectores.

Y antes de que me digan que es una mera percepción, a las pruebas me remito. Cuando escuchas en la actualidad a antiguos periodistas anclas de estos mismos medios como Sabrina Bacal, Álvaro Alvarado y José Escobar, cuestionando las formas en que se maneja el gobierno y las amenazas a la libertad de expresión, sabes que algo está en crisis. Pero, ¿qué está en crisis aquí? El monopolio de la verdad.

Los medios de comunicación tradicional, aunque aún tienen una influencia y un poder importante sobre cómo se construye la opinión pública y se percibe la realidad, no han logrado posicionar su verdad en la mente de las personas. La apertura que brindan las redes sociales ha permitido que un sin número de cuentas orgánicas y comunicacionales con otros enfoques, también puedan debatir esa “verdad”, evidenciando los intereses, los dobles discursos, la violencia y las ilegalidades de las acciones del gobierno.

Es innegable. Hay una pequeña fisura en el ecosistema comunicacional que permite que otros discursos y posturas puedan presentarse. Esto facilita que las personas puedan cuestionar la verdad de las grandes corporaciones mediáticas. Esto manda señales de alerta al Palacio de las Garzas. Les incomoda que haya gente que, aunque no simpatice con algunas organizaciones, igual aplaudan o estén de acuerdo con las protestas. Les molesta que la gente esté un poco mejor informada. ¿Por qué? Porque no pueden hacer con el pueblo lo que les da la gana, porque sus intereses están en peligro y porque la realidad moviliza a las personas.

La violencia, la represión y el régimen del terror es la respuesta de los autoritarios, pero sobre todo, de los desesperados. El gobierno está temeroso y desesperado, pero no es el único, el poder económico también lo está. Les asusta el fin del monopolio de la verdad que han ostentado desde el principio de los tiempos de esta república. Tienen miedo de perder el control y el status quo que les ha permitido acumular de manera desmedida y a costilla de la marginación del resto de los panameños y panameñas. El pánico es tal que han pasado por encima del Estado de derecho y las leyes que ellos mismos han creado. Esto los vuelve peligrosos, erráticos. Pero el pueblo habló claro: “somos más y no tenemos miedo”. La gente sigue en las calles protestando y resistiendo.

*La autora es periodista y artista