Panamá se construye con el esfuerzo diario de su gente
- 13/08/2025 00:00
En cada amanecer panameño, antes de que el sol se asome por completo en el cielo, miles de hombres y mujeres ya están en movimiento. Se levantan con determinación, con el corazón puesto en sus familias, y se lanzan a la jornada laboral sin importar los obstáculos, el clima o las noticias que invaden los medios de comunicación. Son los rostros del verdadero motor de este país: los trabajadores que, día a día, construyen, sostienen y fortalecen a Panamá con el sudor de su frente.
Desde el trabajador informal que vende productos en una esquina, hasta el servidor público que atiende diligentemente desde su oficina; desde la señora que plancha, limpia y cuida hogares ajenos, hasta el albañil que levanta las estructuras donde habitan nuestros sueños. Todos desempeñan funciones esenciales, todos forman parte de un engranaje social donde cada rol, aunque distinto, tiene igual valor. La modista, el sastre, los policías, las secretarias, los electricistas, soldadores, ebanistas, ayudantes generales... no son personajes secundarios del país; son protagonistas silenciosos del desarrollo.
Una nación que se sostiene gracias al trabajo digno es fácil que pierda de vista la grandeza en lo cotidiano. Pero detrás de cada uniforme sencillo y cada herramienta de trabajo hay un panameño que sueña con un techo seguro, comida en la mesa, educación para sus hijos y recreación que alivie la carga del día. Las aspiraciones son sencillas, pero profundas: vivir con dignidad, crecer en comunidad y dejar un legado que hable de compromiso, orgullo y amor por los suyos.
Estos trabajadores, especialmente aquellos de escasos recursos que conforman la mayoría del país, merecen algo más que reconocimiento: merecen gratitud y admiración. En medio de vaivenes políticos, en medio de debates públicos que poco se traducen en soluciones inmediatas, ellos siguen adelante. Lo hacen porque saben que, si no salen a trabajar, no hay pan en casa. Lo hacen porque entienden que el verdadero cambio comienza con lo que cada uno aporta desde su lugar.
Más allá del ruido mediático, mientras los programas de radio y televisión discuten los eventos de los órganos del Estado, ellos siguen su marcha, imparables. A pesar de las promesas, los escándalos y las polémicas, hay una certeza que permanece: la necesidad de trabajar. Esta necesidad no los convierte en víctimas, sino en héroes cotidianos que, sin cámaras ni aplausos, mantienen de pie al país.
Es momento de cambiar la narrativa. Los trabajadores panameños no son la “fuerza silenciosa” de la economía. Son sus pilares. Son los que aseguran que, día tras día, haya progreso verdadero. Son los que enseñan que el compromiso no depende del entorno, sino del corazón con que se ejecuta el oficio
Orgullo, esfuerzo y esperanza, ser panameño es sinónimo de lucha, de entrega, de fe en un mañana mejor. Las calles, las casas, las escuelas y los sueños que se dibujan en el horizonte llevan la firma invisible de millones de manos que trabajan con amor.
A todos ellos —al ama de casa, al obrero, al oficinista, al policía, al emprendedor informal— gracias. Gracias por enseñarnos que el país no se cambia desde un micrófono, sino desde el trabajo honesto. Ustedes son los verdaderos actores del acontecer nacional. Y mientras existan corazones tan comprometidos, Panamá tendrá siempre esperanza.