Patente de corso
- 25/07/2025 23:00
¿Por qué a unos sí, y a otros no? Luego de ver los recientes espectáculos de chabacanería olímpica que han montado los políticos del país, esa pregunta ronda en las mentes de más de uno.
Es una inquietud sencilla, pero muy lógica. Detallando, si los políticos de elección son los que representan a la masa ciudadana, deberían responder al mismo librito de normas que la ciudadanía responde. Pero eso no es así. Mientras la ley con su brazo, manco en demasiadas oportunidades, alcanza al cazador de iguanas, no llega a tocar a los políticos ni a los nuevos ricos e influyentes. Y todos lo toleramos.
Se cae de su peso el hecho de que existen dos sistemas para impartir justicia acá, en Tierras Partidas. Para unos, hacha y patíbulo. Para otros, sanciones vagas, llamados de atención o simplemente mundo por cárcel. Enorme ironía ver cómo la mayoría de los ciudadanos, que no ha delinquido jamás, tiene el país por cárcel, pues nunca han podido viajar por la desigualdad galopante. Pero me estoy desviando del asunto.
Esa diferencia de trato para los gestores de las mismas actuaciones reprochables no son nada nuevo. Se arraigó desde hace siglos en la mente de las personas. A algún burócrata del pasado, tremendo bribón seguramente, se le ocurrió hacer legal el saqueo, otorgando licencias a sus delincuentes favoritos.
Parece que hablo locuras, pero no. Con la patente de corso, elegante nombre de una licencia para saquear, los gobiernos otorgaban protección legal y respaldo estatal a los piratas de su predilección. El pirata que recibía esa licencia ya no era más un pirata: ahora era un corsario. Si me preguntan a mí, son la misma vaina con diferente pitongo.
Venimos desde hace siglos justificando las acciones de nuestros piratas favoritos y llamándolos por otros nombres para tratar de romantizar la delincuencia. Y vaya que hemos tenido éxito. Viendo a algunas personas que ocupan el hemiciclo hoy, estoy convencido de que si Morgan hubiese estado vivo, hoy sería diputado y tendría muchísimos “activistas deportivos” y call centers promoviendo su gestión. A eso hemos llegado.
Respondiendo a la pregunta inicial, por esa razón, si usted se va a las manos con alguien, va preso por perturbar el orden público, pero si algún “corsario” hace lo propio en el lugar donde debería reinar el debate fundamentado; lo adivinó usted, amigo lector, nada le pasará.
El sistema está tan degenerado, que hoy vemos la piratería sindicalizada, en donde personas agitando la bandera de la calavera y parches en los ojos toman niños como rehenes para exigir pagos por trabajos que no realizaron, argumentando leyes. ¡Mira pa’eso!
En un país donde las leyes sean tantas que se obstruyen unas con otras, y que se proteja el derecho de los agresores, mas no así el de las víctimas, la vaina anda mal.
No sirve de nada salir a diario a pregonar que se han detectado focos de corrupción en tal o cual entidad, si nadie va preso. No sirve de nada si gritan “¡desfalco!”, a los cuatro vientos, si los perpetradores, completamente identificados, no devuelven lo robado o devuelven un pequeño porcentaje, pero se quedan con fortunas. Esa plata es del país. Esa plata es para cerrar la brecha de desigualdad. Esa plata es para asegurar que las potabilizadoras entreguen vida y no muerte a cientos de miles de ciudadanos.
Hoy, cual fariseos, muchos se rasgan las vestiduras mientras dicen que encontraron un sistema podrido, y que por la negligencia, o simple criminalidad de las administraciones anteriores ahora estamos jodidos. Pero no dicen que ellos mismos fueron parte de esas administraciones anteriores, tal vez en otros puestos, en juntas directivas, o repitiendo curules, lo que me lleva a otra pregunta: si sabían de los problemas, ¿por qué no hicieron nada por resolverlos?
En Tierras Partidas venimos padeciendo el actuar de piratas desde que somos dizque soberanos. Hace falta un leve repaso por la historia nacional, misma que están borrando metódicamente, para ver que nuestros administradores han venido pactando con piratas, para luego entregarles una patente de corso y justificar así, mágicamente, todos sus delitos.
Hacemos mal uso del término democracia, y bajo un esquema perverso llevamos al poder a los peores representantes de una sociedad ignorante, ávida de bajezas y enemiga de la educación. El talento es perseguido y cancelado. La verdad es encerrada en una caja de plomo y tirada al mar, como han hecho ciertos piratas cuyas descendencias viven hoy parasitando el sistema que premia la mediocridad y el descaro.
Vivimos en un sistema corrupto en que las administraciones no son elegidas por una mayoría libre, sino que son electos por la mayor minoría, y esa decisión condena a toda una nación que quedará presa por un lustro en que, curiosamente, nada va a brillar.
Pasado este período, los corsarios de hoy volverán a ser piratas, y muchos piratas volverán a ser corsarios, a pesar de ser la causa del problema. O aprendemos a elegir o seguiremos viviendo entre piratas romantizados, y muy poderosos. ¡Arrr! ¡Arrr!
Dios nos guíe.