Columnistas

Pensión digna: ¿es posible con un salario mínimo mensual?

El 54 % de los cotizantes activos de la CSS ganan menos de $1.000 por mes, lo que indica una concentración significativa en los rangos salariales más bajos. Shuttestock
  • 18/05/2025 00:00

Los invito a reflexionar sobre la posibilidad real de ahorro que tiene un trabajador con salario mínimo para asegurar una pensión digna, pues, aunque la CSS garantiza un ingreso base, rara vez es suficiente por sí solo, por lo que para mantener un nivel de vida parecido al activo requiere ahorrar aparte o combinar la pensión con otras fuentes de ingreso.

En este contexto, aunque la nueva Ley 462 ofrece garantizar prestaciones más dignas sin aumentar la edad de jubilación, lo hace proponiendo la consolidación de todos los esquemas en un “Sistema Único de Capitalización con Garantía Solidaria”. Para ello, se combina ahorro individual con un componente común, repartiendo aportes entre generaciones, fórmula que aspira —según el gobierno— a garantizar sostenibilidad financiera y equidad en el acceso a prestaciones.

Esta idea, que se fundamenta en principios de sostenibilidad financiera y autonomía personal, tiene un atractivo lógico, pero también esconde una dura realidad: ¿cuánto margen real de ahorro tiene un trabajador que gana salario mínimo en Panamá? Veamos algunas cifras para ilustrar el argumento.

De acuerdo con información de la CSS, aproximadamente el 54 % de los cotizantes activos ganan menos de 1.000 balboas mensuales, lo que indica una concentración significativa en los rangos salariales más bajos. Esta distribución tiene implicaciones importantes para la sostenibilidad del sistema de pensiones y la planificación de políticas públicas orientadas a mejorar la equidad y la eficiencia del sistema de seguridad social en Panamá.

A esto se suma que, como nos recuerda la CEPAL y el PNUD, más del 50 % del ingreso de los hogares panameños se destina a alimentación y transporte. A esto se suma un elevado costo de vida en las áreas urbanas y una creciente informalidad laboral.

En ese contexto, hablar de ahorro voluntario para la vejez puede sonar desconectado de la realidad. Y no es porque los trabajadores no quieran ahorrar; es porque, sencillamente, no pueden. Esto es así porque el ahorro, en términos prácticos, implica dejar de consumir hoy para consumir mañana. Pero si el presente ya está marcado por la escasez, el acto de ahorrar se convierte en un privilegio reservado para quienes tienen ingresos superiores, no es una opción real para quienes luchan por sobrevivir día a día. Sencillamente, no hay espacio para guardar dinero cuando el ingreso mensual apenas alcanza para vivir. El ahorro previsional, entonces, se convierte en un ideal inalcanzable que aumenta la frustración social y erosiona la legitimidad de los sistemas de capitalización individual.

Por eso, nuestro sistema de pensiones no puede construirse sobre una base desigual que pretende asegurar la sostenibilidad del sistema de pensiones por medio del fortalecimiento de los pilares de ahorro individual. Olvidando que, un trabajador con ingresos bajos no puede aportar lo mismo que uno con ingresos medios o altos, ni puede recibir los mismos beneficios si el sistema depende exclusivamente de lo que logra acumular por sí mismo.

Es aquí donde cobra vigencia la necesidad vital de contar con efectivos mecanismos redistributivos y solidarios, que reconozcan que la seguridad social es un derecho y no un bien de mercado. Abunda la experiencia internacional, desde Uruguay hasta Suecia, que demuestra que los sistemas mixtos o de reparto con componentes de solidaridad intergeneracional e intrageneracional son más justos y sostenibles.

Además, desde una perspectiva ética y social, el Estado tiene la obligación de garantizar un mínimo vital digno en la vejez, especialmente para aquellos que trabajaron toda su vida en condiciones de precariedad. Es decir, aunque sus aportes sean bajos, su esfuerzo no puede ser ignorado ni castigado por un sistema que pone por delante la lógica financiera sobre la justicia social.

Pero el problema no termina en la estructura del sistema previsional. También hay que mirar hacia el modelo económico que lo sustenta y desarrollar una reforma laboral y de políticas de inclusión económica. Mejorar el salario mínimo, fomentar el empleo formal y fortalecer la inspección laboral para garantizar los aportes al sistema de seguridad social son pasos fundamentales. Solo en un contexto donde el trabajo digno y bien remunerado sea la norma, el ahorro previsional podrá dejar de ser una utopía para los más pobres.

Preguntarse cuánto margen real de ahorro tiene un trabajador con salario mínimo no es un ejercicio académico ni retórico. Es una pregunta profundamente política, porque pone en evidencia la brecha entre los discursos de reforma y las condiciones concretas de vida de la mayoría. Mientras esa brecha no se cierre, seguiremos construyendo sistemas pensionales sobre una base de desigualdad estructural que, tarde o temprano, colapsa.

El verdadero reto no es convencer a los trabajadores de que ahorren más, sino crear las condiciones materiales, laborales y sociales que les permitan hacerlo. De lo contrario, las reformas seguirán siendo promesas vacías, y la vejez digna continuará siendo un lujo al que solo unos pocos podrán aspirar.

*El autor es médico y exrepresentante ante la OMS