¿Qué es la Navidad?
- 25/12/2025 00:00
La Navidad suele presentarse como una época de luces, de mesas llenas, de regalos bien envueltos y de sonrisas perfectamente ensayadas. Sin embargo, detrás de esa imagen que se repite año tras año, se esconde una realidad que pocas veces se quiere mirar de frente: la Navidad no significa lo mismo para todos.
Para muchos empresarios, la Navidad es una temporada de altos ingresos, de vitrinas abarrotadas, de estrategias comerciales y de balances positivos. Para las clases económicamente altas, puede convertirse en una experiencia de viajes, celebraciones exclusivas y regalos de alto valor. En esos espacios, la Navidad es brillo, abundancia y comodidad.
Pero ¿qué es la Navidad para un niño que vive en el campo, lejos de los centros comerciales, lejos de los árboles adornados, lejos de la mesa caliente que une a la familia? ¿Qué significado tiene esta fecha para aquel que nunca ha recibido un regalo, que no sabe lo que es desenvolver un paquete, que no entiende por qué la alegría parece estar siempre reservada para otros?
Cuando yo era niño, mi madre hacía enormes esfuerzos para regalarme algo en Navidad. No era fácil. Detrás de ese juguete había sacrificio, cansancio y amor. Yo podía sentirlo, aunque no supiera explicarlo con palabras. Y aun así, en medio de mi alegría, me acompañaba siempre una pregunta silenciosa: ¿por qué hay niños que no reciben nada? ¿Por qué sus manos están vacías cuando las mías sostienen un regalo?
Nunca me atreví a decirlo. No se lo conté a mis amigos, ni a los adultos, ni siquiera a mi propia madre. Guardé esa inquietud en silencio, como una herida pequeña que no sangraba, pero que dolía. Esa pregunta creció conmigo, y hoy, siendo adulto, no ha desaparecido, se ha vuelto más grande, más profunda y más dolorosa.
Cuando se acercan los días de Navidad, no siempre siento alegría. No siempre siento celebración. Al contrario, muchas veces una tristeza profunda llega a mí. No es por falta de cosas, ni por amargura personal. Es porque ahora veo con más claridad lo que antes solo intuía: miles y miles de familias, niños, adultos y ancianos que viven sin lo básico, que pasan días enteros sin un pedazo de pan, sin una mesa digna, sin una esperanza visible. Y, en Navidad, esa realidad duele más, porque mientras unos celebran, otros resisten. Mientras unos brindan, otros sobreviven. Mientras unos multiplican regalos, otros multiplican el silencio.
Para un educador, la Navidad también es un tiempo complejo: ver cómo algunos estudiantes regresan a clase hablando de teléfonos nuevos, videojuegos, viajes y grandes celebraciones, mientras otros simplemente callan, bajan la mirada o inventan historias para no mostrar que no tuvieron nada que contar.
La gran contradicción de la Navidad es que se celebra el nacimiento del mayor símbolo de amor, humildad y compasión, pero se vive muchas veces desde el consumo, la indiferencia y la comodidad. Se habla de paz, pero se ignoran las guerras silenciosas que se libran en los hogares más pobres. Se predica generosidad, pero se practica solo dentro de los círculos que no incomodan.
Tal vez la Navidad no debería medirse por lo que se compra, sino por lo que se comparte. No por lo que se muestra, sino por lo que se siente. No por la cantidad de luces en las casas, sino por la capacidad de iluminar la oscuridad que vive en otros.
Hoy vuelvo a aquella pregunta que me acompañó desde niño: ¿qué es la Navidad?
Quizá no sea una fecha en el calendario, sino una decisión del corazón: mirar al que nadie mira, ayudar al que nadie ayuda, sentarse al lado del que nadie se sienta. Quizá la verdadera Navidad no está en los regalos que recibimos, sino en los vacíos que nos atrevemos a llenar.
Me identifico con todas aquellas personas, niñas, niños y adolescentes del mundo que, en esta Navidad, no recibirán un regalo ni tendrán una cena para compartir. A quienes viven estas fechas en silencio, en la ausencia y en la esperanza que no siempre llega. Que estas palabras sean un acto de memoria, de respeto y de solidaridad hacia quienes muchas veces no son vistos, pero viven y sienten como todos nosotros. Desde este contexto, es preciso decir, que solo habrá una verdadera Navidad cuando se viva y se replique el propósito por el cual nació Jesús.