Columnistas

¿Qué país tendremos en el 2029? (I)

  • 25/01/2024 00:00

La respuesta es menos complicada de lo que pudiera suponerse. Tendremos los resultados del gobierno que escojamos el próximo 5 de mayo. Como al actual, objetivamente, le quedan tres meses, pues los dos últimos de su mandato, mayo y junio, se consumirán en la transición hacia el nuevo gobierno, podemos asumir que los resultados de su gestión variarán muy poco y que, entre otros efectos, determinarán si el candidato que ha escogido para sucederlo tiene posibilidades de ganar los próximos comicios.

Si confiamos en las encuestas ya divulgadas y si las que seguirán midiendo las preferencias de los votantes no cambian radicalmente, las posibilidades del partido en el poder de conservarlo parecen bastantes remotas y, por tanto, apunta a más práctico poner atención a los candidatos ajenos al gobierno.

A partir del 3 de febrero, cuando oficialmente inicie la campaña electoral, aunque de hecho la hemos arrastrado casi desde el momento mismo en que se contaron los votos y se proclamaron los ganadores en mayo del 2019, abundarán las promesas de todos los tonos y colores. Para hacerlas ningún candidato o candidata se quedará corto. Algunos las adornarán mejor que otros; pero seguirán siendo promesas. A los electores no tocará saber escoger, entre ellas, las que sean oportunas, creíbles y realizables.

Para ese ejercicio, que debemos realizar sin prisas y a conciencia, serían útiles algunos parámetros, como los siguientes:

1) La credibilidad de los proponentes. Un dicho de frecuente repetición es aquel de que “en Panamá todos nos conocemos”. Desde luego, no es tan verdad; pero como de lo que se trata es de medir a los y las aspirantes a gobernar y todos son conocidos y han tenido protagonismo público, cabe recurrir a otra sentencia, en este caso bíblica (Mateo 7:16): “Por sus frutos los conoceréis”. Su sentido viene muy a cuenta, por cuanto nos advierte contra “los y las falsas profetas”.

De los candidatos a los que debemos evaluar, dos son expresidentes; otro es vicepresidente; dos ya fueron candidatos al cargo; y los restantes han tenido o tienen altas responsabilidades públicas o figuración como ministros, diputados y diputadas o dirigentes sociales. Por tanto, lo que han hecho o lo que pudieron hacer y no hicieron, debe servir para puntuarlos y aprobarlos o desaprobarlos.

2) Las posiciones que han adoptado o lo que propondrán para enfrentar los temas de verdadera importancia y trascendencia: a) la crisis de las pensiones. b) La crisis del agua. c) Las finanzas públicas o d) La institucionalidad democrática y la gobernabilidad.

Desde luego, existen otros temas de Estado como la educación, la justicia o la seguridad pública. Pero para medir sus capacidades como estadistas, bastará con que usemos como referencia los cuatro primeros.

Desde el 2004, ningún gobierno, por considerarlo negativo electoralmente, se ha atrevido a comprometerse con propuestas específicas para salvar el sistema de pensiones. Ha sido un error de todos. Pero con seguridad, porque no podrán esquivarlo, todos los actuales aspirantes tendrán que asumir alguna posición y traducirla a propuestas concretas. Algunos serán superficiales y, tal vez, alguno se atreva a aterrizar poniendo los pies en la tierra. El que así lo haga, ganará electoralmente.

La crisis del agua era previsible. Atribuirla ligeramente a castigo de la naturaleza, como parecen haber optado algunos, es una irresponsabilidad. Cómo resolverla de manera permanente, entre otras cosas, obliga a tomar posiciones que deben extenderse más allá de cómo lograr un balance óptimo entre la necesidad vital del consumo humano y las demandas del canal; e incursionar en terrenos, hasta ahora considerados como cotos vedados al escrutinio externo, y atreverse a cuestionar la eficiencia de la propia Autoridad del Canal.

Quien se atreva a ir más allá de la disyuntiva de construir un determinado embalse o tomar agua del Bayano, con la decisión que tome y cómo la sustente, demostraría su grado de aproximación al nivel de estadista que Panamá necesita desesperadamente. Quienes opten por pelotear o batear el problema abonarán, precisamente, en sentido contrario; se alejarán de ese perfil y verán reducido el caudal electoral que pudiera tener.

A las finanzas públicas y su manejo, que como ya se ha anunciado se verán mermadas por la disminución de los ingresos que genera el canal, así como a los otros temas arriba mencionados, con el propósito de provocar su debate público, me referiré en una segunda y posible tercera columna, bajo el mismo título.

El autor es abogado