Columnistas

Reconocimiento a Palestina: ¿camino a la paz o error histórico?

  • 08/08/2025 00:00

En los últimos meses, la llamada “solución de dos Estados” para el conflicto entre Israel y Palestina ha vuelto a ocupar titulares y discursos internacionales. El secretario general de la ONU y varios gobiernos europeos la han puesto de moda, presionando por el reconocimiento de un Estado palestino independiente. Sin embargo, esta insistencia, lejos de acercar la paz, amenaza con avivar aún más el fuego de un conflicto que lleva más de siete décadas sin resolverse.

Desde hace más de una década, sostengo que el pueblo palestino tiene derecho a constituirse en un Estado soberano, pero solo cuando existan las condiciones y elementos necesarios para ello. Hoy, ni las circunstancias ni los actores permiten vislumbrar un Estado palestino viable. Forzar su reconocimiento internacional en este contexto es, a mi juicio, una irresponsabilidad que solo profundizará la violencia y la inestabilidad.

La idea de dos Estados no es nueva. En 1947, la Asamblea General de la ONU aprobó el plan de partición de Palestina, proponiendo la creación de un Estado judío y otro árabe. Panamá, de hecho, votó a favor. Los líderes judíos aceptaron el plan; los palestinos y sus aliados árabes lo rechazaron, optando por la guerra. Así comenzó una cadena de conflictos que, hasta hoy, no ha cesado. La historia demuestra que, desde el inicio, los dirigentes palestinos eligieron la confrontación y el terrorismo como vía, primero bajo la OLP de Yasser Arafat y hoy bajo Hamás, la Yihad Islámica y otros grupos, apoyados y financiados por Irán y aliados regionales como Hezbolá.

Mientras Israel ha construido una democracia sólida —la única verdadera en Medio Oriente— y una economía pujante, el pueblo palestino ha sido víctima de sus propios líderes y de una política de odio y confrontación. La Autoridad Nacional Palestina (ANP) en Cisjordania y Hamás en Gaza han sumido a su gente en el subdesarrollo, la corrupción y la violencia. Gaza, bajo el control de Hamás desde 2007, es un ejemplo trágico: su supuesto presidente, Mahmud Abás, ni siquiera puede pisar el territorio. Según datos de la ONU, más del 60 % de la población gazatí vive bajo la línea de pobreza, y la ayuda internacional, que supera los 40 mil millones de dólares desde 1993, rara vez llega a quienes la necesitan, desviada por la corrupción y el financiamiento del terrorismo.

Hablar de un Estado palestino hoy es ignorar que ni la ANP ni Hamás cumplen los requisitos mínimos del derecho internacional para ser considerados gobiernos legítimos. Hamás, responsable de la masacre del 7 de octubre de 2023 —el ataque más sangriento contra civiles israelíes desde la creación del Estado de Israel—, es tratado por muchos medios y organismos internacionales como “autoridad gazatí”, legitimando a un grupo terrorista. La ANP, por su parte, ha sido incapaz de garantizar seguridad, desarrollo o transparencia, a pesar de décadas de apoyo financiero internacional.

La solución de dos Estados solo será posible si las autoridades palestinas rechazan de manera frontal la existencia de grupos terroristas en su territorio, colaboran con Israel para desmantelarlos y reconocen el derecho de Israel a existir en paz y seguridad. Si el pueblo palestino aspira a un Estado, debe empezar por garantizar a Israel la misma paz y seguridad que exige para sí. El reconocimiento internacional de Palestina debe estar condicionado al reconocimiento de Israel y al compromiso real con la paz.

Responsabilizar a Israel del sufrimiento palestino es una simplificación peligrosa. La tragedia humanitaria en Gaza es consecuencia directa de la estrategia de Hamás, que utiliza a la población civil como escudo humano y desvía recursos para la guerra. Israel, como cualquier Estado, tiene el derecho y el deber de defender a su población. Hoy, más de 130 israelíes siguen secuestrados por Hamás, y la amenaza terrorista es constante.

La reacción de la ONU y de muchos gobiernos occidentales, que condenan a Israel mientras ignoran la raíz del conflicto, es lamentable. Tras la masacre de octubre de 2023, Israel decidió no resignarse más al sufrimiento y respondió con firmeza. Occidente, sin embargo, exige contención a Israel, incluso a costa de su seguridad, y califica de “genocidio” su legítima defensa, mientras ignora décadas de terrorismo y agresión.

Como panameño, espero que Panamá mantenga una posición sensata y justa: no negar el derecho de Palestina a ser Estado, pero condicionar su reconocimiento al rechazo total del terrorismo, al desmantelamiento de los grupos armados y al reconocimiento pleno de Israel. Solo así se podrá hablar de una paz verdadera y duradera en la región.

La historia juzgará a quienes, por moda o por cálculo político, insisten en soluciones simplistas que solo perpetúan el sufrimiento y la injusticia. Panamá debe estar del lado de la sensatez, la justicia y la paz.