Columnistas

Reevaluando el tratamiento de la noticia

  • 04/08/2025 00:00

A pesar de los cambios tecnológicos y los modelos de información con el constante y abrumador bombardeo de información que las redes sociales emiten cada segundo, se da una práctica que cientos, si no miles de personas realizan cuando hay interés especial en un evento en específico o cuando puede ser de urgencia: la falta de confianza en los medios alternos provoca que recurren a los medios tradicionales —radio y televisión y sus redes correspondientes— para la verificación pertinente.

Presten atención: una información puntual e importante fue la siguiente: Un terremoto de magnitud 8,8 sacudió la península rusa de Kamchatka entre el 29 y el 30 de julio de 2025 (el 29 a tempranas horas de la noche en Panamá), fue uno de los más fuertes registrados en la región y provocó olas de tsunami de entre 3 y 5 metros a lo largo de la costa rusa, generando alertas de tsunami en todo el Pacífico, extendiéndose a Japón, Hawái y la costa de todos los países del continente americano que limitan con el océano Pacífico. Después de las observaciones científicas, los cálculos y mediciones de las agencias y organizaciones internacionales que se encargan de vigilar estos asuntos, antes de la medianoche del 29 de julio se sabía que el efecto del Tsunami tocaría las costas panameñas durante la mañana del día 30 de julio, pero las afectaciones serían casi imperceptibles para las áreas costeras y para los humanos. Y efectivamente fue así.

Al mediodía del ese día, 30 de julio, el noticiero de una televisora local le dedico cerca de 15 minutos al asunto del Tsunami que llegaría a las costas panameñas, las advertencias y avisos de las autoridades locales, el clima, los oleajes, las evacuaciones, las comunidades de pescadores, etc., etc., en un tono de urgencias y sensacionalismo de un asunto que, a esa hora, ya no representaba peligro para la comunidad costera nacional. En el noticiero de las seis de la tarde, casi 24 horas después del evento, el tema fue presentado por algunos minutos. Es un caso de estudio e invito a los profesores de periodismo para que, junto a sus estudiantes, evalúen el manejo noticioso de esa información y la responsabilidad social del medio ante a la realidad puntual de la noticia.

En el afán de competir con otros medios tradicionales y con más ahínco con las redes sociales, la práctica de un periodismo serio y responsable se va haciendo más difícil. En mi columna del lunes 9 de marzo del año 2015, señalé que el oficio de la comunicación, a través del periodismo, tiene como objetivo, para muchos de los que trabajamos en esta disciplina de las ciencias sociales, la tarea de informar. En términos generales, la práctica del periodismo a nivel local crea desolación. Los medios —especialmente los televisivos — insisten en presentar al público informaciones por intermedio de personal poco preparado y sin la capacidad profesional necesaria para lograr el objetivo de informar. Este principio resalta en la medida en que observamos cuidadosamente el tratamiento de una misma información por distintos medios de comunicación y todos parecen inclinarse en estos tiempos a la presentación de programas sensacionalistas en vez de informativos.

La idea de que eventos como el mencionado son espectáculos, en vez de hechos informativos, ha ido calando significativamente. Al parecer, los periodistas no tienen suficiente criterio o malicia para proteger su integridad profesional, no cuentan con independencia para no prestarse para desinformar, manipular la información, sembrar rumores o simplemente enredar las cosas. Esa falta de independencia deja graves preocupaciones y dudas sobre el futuro de la profesión.

Si el medio no se preocupa por la preparación e integridad profesional de sus reporteros y periodistas, seguiremos siendo testigos cotidianos de estas vergüenzas. Si el trabajo de informar no se atiende con seriedad, no superaremos este nivel de tratamiento de la información. Esa es una responsabilidad del medio y de sus directores, pero ante todo es una responsabilidad personal que debe tratarse con el celo más vehemente.

No sé si comprenden lo peligroso que puede ser está práctica periodística, especialmente en asuntos que pueden determinar la seguridad de la población. La práctica del periodismo tiene que brindar un panorama coherente y objetivo de lo que se informa, asentado en una investigación profunda, seria y con el ánimo siempre de educar. El Estado tiene necesariamente que abrir espacios para que los periodistas practiquen juiciosamente su profesión. Que tengan una justa oportunidad de moldear positivamente la vida de las personas, darle forma al contexto social, exponer las injusticias, crear discusiones interesantes que coadyuven a la solución de problemas. Esto va de la mano de una labor periodística de excelencia y alejada de cualquier influencia, inclusive la de los dueños de los medios, sus anunciantes o del gobierno.

Es imperativo alejarse del espectáculo y volver sobre los conceptos generales y básicos en el tratamiento de la información con el entendimiento de que los que ejercen este oficio, comprendan que su injerencia en la discusión pública constituye uno de los pilares más importantes en la construcción y desarrollo de la condición social de la nación.