Sistemas integrados de salud: memoria institucional que debemos recuperar
- 09/11/2025 00:00
Cuando hoy hablamos de Redes Integradas de Servicios de Salud (RISS), pareciera —por la forma en que se debaten estos conceptos— que estamos ante una innovación reciente, importada desde organismos internacionales y sustentada en seminarios técnicos y lineamientos estratégicos. Esa percepción es incorrecta.
Panamá ya tuvo un modelo territorial integrado que anticipó, con notable claridad, la lógica que hoy define las redes integradas. Me refiero a los Sistemas Integrados de Salud (SIS), que operaron en territorios concretos como: Panamá Este (Bayano) -del cual fui director por cinco años-, y todas la provincias de nuestro país, donde funcionaron hasta 1990, cuando fueron desmantelados por razones políticas, y ninguno de los gobiernos posteriores se tomó el trabajo de sistematizar esa experiencia, aprender de los errores y rescatar las buenas prácticas.
Aquellos SIS constituyeron uno de los esfuerzos más serios, directos y pragmáticos para integrar clínica, salud pública, vigilancia, prevención y gestión del territorio bajo una sola conducción. ¡Hacen mucha falta hoy! La experiencia de los sistemas integrados de salud no fue un ejercicio académico. Fue gestión real, con poblaciones reales, problemas reales y decisiones operativas de todos los días. Y su valor histórico radica justamente en eso: mientras el mundo académico internacional todavía estaba discutiendo si la integración territorial era viable o solamente deseable, Panamá la practicaba. Mientras en otros países todavía se organizaba el sistema alrededor del hospital, aquí demostrábamos que la gestión territorial, orientada a resultados concretos de salud pública y a la continuidad real del cuidado, era posible dentro de la institucionalidad panameña.
Consistía en algo que hoy parece extraordinario, pero que entonces lo vivíamos como normal: el territorio era la unidad real de gestión sanitaria. No existían las fronteras artificiales entre programas, niveles o instituciones que hoy complican la coordinación. Las prioridades se definían a partir del diagnóstico epidemiológico de la comunidad; la prevención, la atención y la acción comunitaria se articulaban bajo una misma conducción. Y los equipos de salud actuaban con sentido de pertenencia, sabiendo que —si los indicadores de salud mejoraban— era porque ellos habían hecho que eso ocurriera. No se trataba solamente de atender pacientes. Se trataba de gobernar salud.
Y aquí viene la parte fundamental: Panamá no necesita importar modelos, necesita recuperar el suyo. Las Redes integradas de servicios de salud no son un injerto conceptual ajeno a la realidad nacional. La integración territorial fue política pública panameña y es un mandato constitucional. Y funcionó. El país ya demostró -en el terreno- que se puede gestionar la salud como un bien público territorial, con continuidad del cuidado, con responsabilidad compartida, y sin la fragmentación que hoy paraliza la ejecución.
Por eso la mayor amenaza hoy no es la falta de teoría. Tampoco es la falta de evidencia. La amenaza real es la desmemoria institucional y la falta de un efectivo apoyo político. Panamá se acostumbró a pensar que cada reforma sanitaria debe construirse desde cero, que el país debe esperar que alguna entidad internacional diga cómo hacer las cosas o que cada ministro inaugure su propia reforma original. Pero el futuro no está en empezar de nuevo, está en retomar la línea de continuidad histórica que el país interrumpió hace 36 años.
La conversación sobre RISS cambia de naturaleza cuando se reconoce que Panamá ya tuvo modelos integrados. Cambia porque deja de ser una discusión técnica y se convierte en una discusión de identidad institucional. Cambia porque las RISS dejan de verse como un proyecto teórico y se convierten en la recuperación de algo que Panamá ya supo hacer bien. Cambia porque nos libera del síndrome de la importación conceptual -la creencia de que las soluciones siempre vienen de afuera- y nos obliga a mirar hacia adentro.
Y hay algo más importante aún: reivindicar los sistemas integrados de salud no es un ejercicio nostálgico. Es un acto de realismo estratégico. Es decir: si ya hubo un modelo panameño que logró gobernanza territorial de la salud, entonces hoy ese conocimiento acumulado es activo estratégico para el país. No para recordar un pasado mejor, sino para diseñar un futuro posible.
Las redes integradas de servicios de salud no serán viables solamente por normativa o discurso. Serán viables cuando recuperemos la convicción, la metodología y la cultura de gestión que ya existió en el territorio panameño hace más de tres décadas.
Hay que decirlo sin rodeos: Panamá no parte de cero. Parte -o debería partir- de una memoria institucional que existe, pero que no se ha vuelto política pública contemporánea.
La pregunta no es si el modelo integrado es posible. Ya sabemos que lo es. Y esa es, quizás, la tarea más urgente. Porque recuperar esa trayectoria -y actualizarla al siglo XXI- no es nostalgia: es la única vía para que la salud pública vuelva a ser proyecto nacional y no simple administración de servicios.