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Tenemos que vernos en ese espejo

Integrantes de la Dirección de Investigación Criminal e Interpol en la zona donde se presentó el atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay. Carlos Ortega | EFE
  • 13/06/2025 01:00

En los últimos días, hemos estado viendo en los noticieros internacionales un aparente retorno a una ola de violencia que no se vivía en la hermana Colombia desde hace muchísimos años.

La incertidumbre que se está viviendo en nuestro vecino al sur, la han comparado solo con la que producía el tristemente famoso Pablo Escobar Gaviria, cuando desató una guerra contra el propio gobierno colombiano, incluyendo el asesinato del entonces ministro de justicia, Rodrigo Lara Bonilla, quien lo denunció a pesar de que, en ese momento, ocupaba un escaño en el Congreso.

Los colombianos recuerdan con suma preocupación cuando se producían explosiones en centros comerciales, restaurantes y carreteras, y que cuando salir a la calle ya no era seguro.

El narcotráfico había logrado permear dentro de la política de Colombia y desde no solo el escaño de Escobar Gaviria, sino que sumando otros votos de “comprados”, se promovía legislación y ataques que no necesariamente protegían ni defendía el Estado de derecho, sino que se buscaba evitar el más temible de los castigos, por aquella época: la extradición hacia Estados Unidos de América.

Colombia logró una supuesta paz con la firma de los acuerdos con las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), el grupo guerrillero más grande que tenía en esa época. Irónicamente, dichos acuerdos no contaron con un respaldo del 100% de la población, pues podría decirse que la envidia, la lucha de egos y la falta de una adecuada promoción “petardearon” dichos acuerdos, que fueron finalmente aprobados bajo una gran nube de cuestionamientos.

Un grupo disidente de las mencionadas FARC no comulgaba con los acuerdos de paz y regresó a las selvas y a la cómoda Venezuela, para desde ahí continuar con el exitoso negocio del narcotráfico, bajo el ojo protector de la dictadura venezolana. El otro grupo, mucho más reducido, es el Ejército de Liberación Nacional (ELN) que supuestamente aprobaría un nuevo acuerdo de paz, pero que infortunadamente tuvo el mismo final que el acuerdo anterior.

En el ínterin, cientos de “líderes sociales” de las comunidades más afectadas por el narcotráfico y las guerrillas fueron asesinados, bajo el ojo de gobiernos que no fue que se preocuparon mucho por estos hechos.

Hoy se dice que los enfrentamientos que se dan en el área del Cauca y del Valle de Cauca son producto de una nueva lucha de guerrillas, que hasta cierto punto había contado con el guiño del gobierno central, pero que se les ha salido de las manos.

El atentado contra un precandidato de un partido de oposición, alineado con la extrema derecha, sucedido el fin de semana pasado en la capital, Bogotá, “desde mi balcón” guarda más bien una relación con una creciente exacerbación de ánimos, cuya génesis radicó en el propio Palacio de Nariño, sede de la Presidencia, cuando el actual gobernante se expresaba de tal manera de la virtual oposición, que bien pudiera considerarse como el detonante de esta violencia, ahora política.

El presidente se ha comprometido a bajar el tono de su discurso, pero como diría mi abuelita, el mal ya estaba hecho, y es muy difícil atajar pollos cuando no están en corral.

Ha habido otros incidentes, pero quizás estos han sido los hechos más notorios o que mayor cobertura han dado los medios de comunicación.

De una manera u otra, muchos en los países vecinos han estado especulando cómo podría impactar esto, no solo en la campaña electoral que se avecina, sino en el resultado de esta, inclusive desde antes de que inicie formalmente. En épocas de violencia muchísimos colombianos han emigrado, al punto que se calcula que hasta un 10% de la población colombiana vive fuera de su país.

Colombia llegó a estar entre los 5 países con mayor población desplazada, tanto interna como externa, del mundo. Esto cobra una importancia aún mayor hoy, pues con las medidas restrictivas a la inmigración del presidente Trump en Estados Unidos de América, se haría aún más difícil la migración hacia esa nación del norte. Si bien es cierto el otro país que siempre ha recibido una significativa parte de esta migración es Venezuela, pero presumo que en esta ocasión, ante la situación actual, no tantos querrán irse para allá.

¿Cuánta migración adicional podrán recibir Ecuador, Perú, Brasil y Panamá? No se sabe, pero la realidad es que la mayoría de estos países no están en capacidad de recibir una gran cantidad de colombianos como sí lo hicieron otrora. La otra alternativa seguiría siendo España, pero pienso que el costo de ir hasta el viejo continente espantará a más de uno.

Quiero ser optimista y pensar que los colombianos podrán superar esta crisis, aplicando las lecciones ya aprendidas. Ojalá los votantes dejen de escuchar los cantos de sirena que les ofrecen ideologías trasnochadas y rechacen cualquier extremo que se les presente. Anhelo, sinceramente, que aparezcan figuras que sepan moverse en el centro de ese péndulo, al cual he hecho referencia en artículos anteriores, y encuentren la paz y prosperidad que se merecen.

*El autor es analista político y dirigente cívico