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Trumpulino: un régimen lumpenfascista bañado de populista

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  • 19/08/2025 00:00

Hace dos semanas argumentamos en esta misma columna, el porqué desde la mirada científica social no cabe calificar de “fascista” al actual régimen de gobierno o mejor dicho, al agrupamiento de fuerzas que componen al gobierno actual y en su defecto, por cuanta ópera en dependencia y sumisión de la acumulación de riquezas de los regímenes fascistas de los grupos de poder económico que lideran actualmente al Estado colono-imperialista de EE.UU.

Esta conducta y actitud política contraria al proteccionismo propio de los verdaderos fascistas, ya de por sí confirma que el grupo en ejercicio de la administración del Estado panameño no cumple con este rasgo distintivo, con lo cual, decíamos, podríamos describirlo como un conjunto gobernante lumpenfascista. Aquí lo predominante es el ejercicio de un “Autoritarismo”-por lo tanto, esencialmente antidemocrático-de carácter clasista y racista. Carácter que se desdobla a través de la represión que ejerce no hacia todas las clases sino para algunas en particular: las que viven de su capacidad de trabajo, sea como asalariadas, sea como productoras directas de bienes y servicios que intercambian por dinero más para satisfacer necesidades familiares y menos para satisfacer ánimos de lucro, atesoramientos o acumulación de capitales. Igualmente, tienden a fomentar y llevar a cabo niveles insospechados de represión hacia algunos grupos que consideran de condición inferior a la suya, tales como los indígenas, afrodescendientes o asiáticos.

Esta jerarquización de grupos humanos, viene a manifestar ese carácter racista de las agrupaciones fascistas y lumpenfascistas. La bifurcación entre estas dos se observa en el nivel de proteccionismo y fomento de un desarrollo del capitalismo propio o, por lo contrario, en el favorecimiento de la acumulación de riquezas de grupos de poder de las metrópolis coloniales e imperiales. Esta última conducta sociológica es la que se tipifica como propia de “lumpenfascistas”.

Ahora bien, ¿Cómo es que los regímenes gubernamentales fascistas y lumpenfascistas alcanzan a tener cierto apoyo de otros segmentos de clases y grupos étnicos, de nacionalidades, etc., que no gozan de los beneficios de las riquezas generadas? Buena parte de la respuesta la ofrece las políticas de manipulación que permiten marear a distintos grupos de origen popular. Estas son conocidas como “populistas” y más específicamente, algunos analistas la tipifican como “populismo de derecha”. Veamos.

Recientemente, el presidente lanzó una expresión de aparente posicionamiento del interés de los ganaderos lecheros de Azuero —no sé por qué solo mencionan que de Los Santos— en la decisión de la empresa Nestlé de no comprar más leche a estos o a ninguno de los productores de leche del país. La frase que puso a los ganaderos a sentirse casi que amados por el titular del trumpulinismo fue: “Si no compran, no importan”.

Lo que no se dice, es que se obvia él motivó que generó la decisión de la Nestlé. Esta tiene que ver con el hecho de la reducción de aranceles a los productos lácteos desde EE.UU., como parte de los acuerdos en los que las administraciones desde Ernesto Pérez hasta Martinelli, pasando por la de Martín Torrijos, acordaron con los tratados de libre comercio con EE.UU. Las importaciones desde este país se han multiplicado en exceso desde que entró en vigencia dicho tratado, a todas luces favorecedor solamente de los exportadores estadunidenses y de los importadores criollos, pero en perjuicio de nuestro mercado interior, lo que representa una negación de un desarrollo autónomo. Aclaro que no significa aislarse del mundo, sino fomentar nuestra cadena de valor interna a partir de nuestra posición estratégica y no utilizar está para favorecer las cadenas de valor de poderes extranjeros.

¿Qué le toca hacer a una empresa como la Nestlé para obtener sus máximos beneficios para sus dueños? Pues sencillamente lo que las reglas de tal tratado establecieron; las “señales del mercado” le dicen a esta empresa que ya es hora de importar la leche incluso en polvo, que les resulta mucho más barata y, por tanto, mayores dividendos para sus propietarios suizos. Esto, en esencia no va a ser alterado por la frase de tono bravucón de que “si no compran, no importan”, a tal punto que ya el gobierno trumpulino está buscando opciones “creativas”, como el de las pizzerías, para que demanden la leche —procesada en queso mozzarella— que deja de comprar la corporación suiza. De otro modo, nos veremos subsidiando con nuestros impuestos a la ineficiencia de impedir que la empresa suiza reduzca sus costos gracias a un tratado que beneficia a los productores del norte, no a los nuestros.

El populismo implica que se aplican medidas que no resuelven el problema de fondo, pero además, jalonando recursos públicos en forma de subsidios ya no solo a los “pobres” sino también a los que no lo son, como los beneficiarios localizados en Europa —caso de la Nestlé— o en EE.UU. —caso de los exportadores— que nos invaden con sus productos. Mientras tanto, ya más de cuatro incautos de Azuero que no son parte de las élites del poder, se han rendido a las acciones de supuesta protección que les estará ofreciendo el actual gobierno lumpenfascista.

*El autores sociólogo, investigador y docente