Columnistas

Universidad y protestas estudiantiles

Roberto Barrios | La Estrella de Panamá
  • 14/06/2025 00:00

Las protestas organizadas por los estudiantes han recibido reacciones internas y externas a la Universidad de Panamá, lo que amerita algunas reflexiones. Primeramente, debe comprenderse que la juventud estudiantil universitaria es el centro de la institución y en ella constantemente hay un proceso de formación, al más alto nivel educativo, de este relevo generacional de la nación panameña. Para esclarecer esto se recurre a un diálogo con el primer rector, Octavio Méndez Pereira, a fin de encontrar referencias que faltan en estos momentos para aclarar nuestro entendimiento y así poder actuar de forma consecuente con el curso histórico de la universidad y el justo valor que tienen sus educandos.

Al referirse a la rebeldía de los jóvenes, Méndez Pereira decía que hay quienes “se asustan de la formación de las nuevas generaciones, por el estudio y la ilustración, de criterios libres e independientes con la conciencia de los derechos del hombre, que constituyen cánones de toda enseñanza universitaria y convierten esta en fragua de ciudadanos dignos”. En efecto, una institución superior pública como la Universidad de Panamá tiene que cumplir con la misión de ofrecer formación integral a sus estudiantes, lo que involucra una excelencia profesional y ciudadanos comprometidos con las realidades sociales y nacionales. Por supuesto que formar “ciudadanos dignos” es lo opuesto a una juventud conformista, indiferente y sometida.

El rector primigenio nos advertía, “qué sería de nuestro progreso moral sin la savia que salta con cada generación, sin el ansia de actualizar las cosas, sin la protesta de esta contra la cobardía, resignación, claudicación, complicidad, arribismo o cálculo de los llamados hombres maduros que han visto esfumarse sus ideales”. Nuestra historia está repleta de ejemplos sobre el aporte de las generaciones estudiantiles, de forma que, sin sus exigencias de progresar, críticas al statu quo, reclamos de cambios, indignación ante la injusticia social y defensa de la soberanía nacional, el país y la universidad no hubieran evolucionado. Por eso es un absoluto desacierto cuando a la protesta estudiantil se le contesta con frenos, represión, sanciones y penalizaciones, en vez de diálogos veraces, atención a las demandas y su incorporación como parte de la solución de los problemas.

Ante los ataques a la Universidad, nuestro rector inicial contestaba que el verdadero peligro en Panamá está “en que la Universidad ignore cuál ha de ser su misión frente a la inquietud y rebeldía de los estudiantes que demandan respuestas a las angustiosas interrogantes”. Debe saberse que las preocupaciones presentadas por los estudiantes son parte del proceso de la formación ciudadana y profesional que les provee la institución, donde los problemas nacionales constituyen laboratorios en los cuales todos enseñan y aprenden. La Universidad ha de tener una función docente ante el activismo estudiantil, visto como componente inherente a su misión. Si esto no está claro se incurre en la negación de los propósitos institucionales con sanciones a los resultados formativos y un desalentador retroceso de los paradigmas misionales forjados en la historia universitaria.

Al parafrasear al maestro, puede sostenerse que ser joven en tiempos de angustia nacional y en un país desigual, conlleva a asumir el deber de denunciar lo injusto e incorrecto, al tiempo que exigir respuestas y soluciones alternativas. La condición de ser joven implica la responsabilidad de suplir con hombres y mujeres dignos “a los serviles por incapacidad, por cobardía o por inversión intelectual”. El primer rector concebía a “una juventud que esté unida para crear no para destruir, para avanzar y renovarse, no para sentarse en el camino y renunciar a la lucha”. Habría que reivindicar a los estudiantes que al mismo tiempo que estudian, son conscientes de su papel como agentes transformadores de la sociedad, todo lo contrario, a la despreocupación e indolencia inducida.

Una gran vigencia tiene el enfoque de Méndez Pereira sobre lo que debe ser la acción política de un universitario, dentro y fuera de su casa de estudios. De partida señalaba que no puede ser similar a la política partidista de discurso superficial y de fines desmedidos por la conquista y ejercicio del poder. La política de un universitario debe orientarse por el examen riguroso de las realidades universitarias y nacionales, el debate profundo de las ideas, respeto al pensamiento diferente, visión institucional colectiva, búsqueda de convergencias y anticipación del porvenir, fundamentado en un concepto integral de democracia y justicia social.

A cada nueva generación estudiantil le ha tocado ser siempre los primeros abanderados de la Universidad como conciencia crítica de la nación. De ahí que el país y la Universidad deben reconocerle ese rol histórico, pero para eso es necesario identificar las expectativas, intereses y comportamientos de las nuevas generaciones. Estas son continuadoras de las mejores tradiciones del glorioso movimiento estudiantil, pero cumplen este papel con la especificidad de sus puntos de vista, actitudes, visión del presente y futuro. El arraigado adultocentrismo, concepción que propugna que los adultos están por encima de las generaciones jóvenes y son de obligada referencia, impide apreciar el potencial y las contribuciones legítimas del nuevo liderazgo juvenil.

*El autor es profesor de la Universidad de Panamá