¡Vibra Colombia!
- 13/09/2025 17:58
La vibración de Colombia en mi corazón desaparecerá solo cuando me convierta en cenizas. Allá me hice profesional hace 48 años. Desde ese entonces las historias de muerte, secuestros, desplazamientos forzados, violaciones de derechos humanos, guerrillas, organizaciones criminales territoriales y actos de violencia generalizada, son, lamentablemente, bastante frecuentes. Abundan los estudios sobre las causas, serios y profundos. Temas tan vitales y polémicos en ese país enfrentan múltiples interpretaciones y la mayoría bien sustentadas.
Son muchos los problemas y falencias del país limítrofe, pero el intercambio de ideas es supremamente brillante y su calidad es de primera. Desafiando realidades ese pueblo ha aprendido a madurar precozmente. En todos los aspectos, social, individual y profesionalmente hablando. Vivir en Colombia es vivir en una universidad universal al aire libre y de impacto global para la vida. Hay muchos lugares en este mundo donde se aprende a vivir de verdad y Colombia ocupa uno de los primeros puestos.
La atmósfera en ese país es un excelso abono para la libertad, para la creatividad y para forjar el amor por el libre pensamiento y la convivencia democrática. Su historia es la lucha feroz y encarnizada por imponer este rumbo. Los obstáculos que ha encontrado ya hubieran arrodillado a muchos otros, pero ese pueblo sigue haciendo camino. Territorios abandonados por el Estado constituyen caldo de cultivo para los amantes de la violencia.
Por lo menos así arrancó el problema, aunque después ese fundamento mutó debido al advenimiento de otros factores sociales, políticos y culturales. Pero, aun así, las motivaciones continúan en el campo de lo material, ya el contenido ideológico pasó a la cola. Afiliándose a una teoría u otra, se trata de un problema de muy vieja data. Las administraciones son gubernamentales, una tras otra, han incorporado en sus planes de gobierno diversas fórmulas para enderezar el tronco torcido, pero el zumbido de las balas vuelve y suena.
Esto no significa que el problema es insoluble, pero la vacuna aún no la descubren. Dicen los estudiosos que frenar el auge de la violencia pasa por ejecutar planes de bienestar económico para toda la población, más allá de los diálogos. En el proceso por remediar tamaña dificultad han florecido enfrentadas fuerzas que se disputan el calificativo de democráticas.
Es responsabilidad de los colombianos elevar los principios básicos de convivencia y tolerancia a niveles civilizados sin la presencia de la intimidación y por medios democráticos. Capacidad para lograrlo les sobra a nuestros vecinos. Deberán dejar a un lado las “emociones tristes” (Mauricio García Villegas).
El Nevado del Ruíz, la Catedral de Lajas, el río Magdalena, la Quinta de Bolívar, el castillo de San Felipe, el Cristo de Buga, la Catedral de Sal, la Sierra Nevada de Santa Marta, la arepa, el ajiaco, el café, la sobre barriga, la fritanga, la bandeja paisa, la ternera a la llanera, la lechona tolimense, el jugo de lulo y el vallenato, pesan mucho más que las Marquetalias, los cilindros explosivos, las minas antipersonales, los falsos positivos, los paramilitares, los cárteles y los asesinatos políticos.
Alguien tiene que aflojar para que fluya una solución colectiva, auténtica y duradera. Tarea fácil no es, pero la vacuna no se descubrirá fuera de la democracia. Lo innegable es que las cartas están sobre la mesa y el juego empezó hace rato.