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¿Y si nos importara Fitch? Ciencia y el futuro que aún podemos

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  • 12/06/2025 00:00

En diciembre de 2024, la calificadora Fitch Ratings reafirmó la calificación de Panamá en BB+ con perspectiva estable. Aunque no se logró recuperar el grado de inversión perdido en 2023, la decisión fue leída como una señal de contención: el país mantiene ciertos pilares económicos, pero arrastra debilidades fiscales y estructurales que deben ser abordadas con urgencia.

En medio de ese análisis financiero, poco se discute el rol de la ciencia, la tecnología y la innovación. Y mucho menos se conecta la gestión académica con las evaluaciones de riesgo país. Esta separación no es casual: en gran parte del sistema universitario público panameño se ha producido una reducción operativa del concepto de academia, limitándola casi exclusivamente a la docencia.

Sin embargo, en su sentido más completo, la academia se sustenta en tres pilares inseparables: investigación, extensión y docencia. Dejar fuera cualquiera de estos componentes es desdibujar la función universitaria. Por ello, cuando el país es evaluado por agencias internacionales, y se nos exige mayor productividad, innovación y diversificación, la pregunta que surge es: ¿Está la academia panameña lista para asumir ese rol transformador?

Durante las últimas dos décadas, Panamá ha invertido en programas de investigación, becas, infraestructura y capital humano. La Senacyt ha tenido un papel protagónico. Pero aún falta articular esa inversión con políticas públicas de desarrollo y con la economía real.

El actual proceso de formulación del nuevo Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Pencyt) representa una oportunidad histórica para cerrar esas brechas. Se están incluyendo lineamientos que conectan la ciencia con la sostenibilidad fiscal, la innovación empresarial y el fortalecimiento de capacidades en sectores estratégicos.

Las universidades públicas, junto con sus facultades, centros e institutos, deben asumir un compromiso activo en este proceso. No solo como espacios de enseñanza, sino como plataformas que generan conocimiento útil, incuban soluciones y transfieren tecnología y esto debe profundizarse con visión de largo plazo y coherencia estratégica.

Desde el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Conacyt), se ha abierto un espacio serio y necesario para reflexionar sobre el papel que debe desempeñar la ciencia en la construcción de un modelo de desarrollo que reditúe.

La calificación de Fitch no es únicamente un dato técnico; es una lectura sobre nuestras capacidades estructurales como país. Si queremos que la próxima revisión reconozca avances significativos, necesitamos más que reformas fiscales: necesitamos una apuesta decidida por el conocimiento como eje de competitividad que hacen a Panamá resiliente, más estratégico y más soberano.

Y pensar que aún no hemos evaluado cómo la reconfiguración arancelaria y la nueva fase de tensiones comerciales globales alteraran profundamente nuestro margen de maniobra. El tiempo de reaccionar es ahora.

*El autor es docente en la Universidad de las Américas, Udelas