Por una mejor educación médica en nutrición
- 12/10/2025 00:00
Los patrones alimentarios son una de las influencias conductuales más fuertes sobre el riesgo de enfermedades, independientemente de la genética individual. Cuatro de las cinco principales causas de muerte en Panamá se ven directamente afectadas por la dieta. En 2019, el 38% de los adultos panameños y casi el 18% de los niños fueron clasificados como obesos. Más del 15% de los adultos tienen diabetes y el 45% tienen prediabetes. Se estima que el 60% de los niños actuales desarrollarán obesidad antes de los 35 años. Al mismo tiempo, un estudio reciente del 2025 refleja que aproximadamente el 25% de los hogares panameños experimentaron inseguridad alimentaria, un estado en el que el acceso a alimentos adecuados para una vida activa y saludable está limitado por la falta de dinero y otros recursos. La inseguridad alimentaria y nutricional está fuertemente correlacionada con el riesgo de enfermedades crónicas y es una manifestación de inequidades en salud.
El efecto colectivo de todas estas estadísticas tiene un gran costo: Panamá gasta actualmente $2,100 millones al año en atención médica, el 80% de los cuales se gasta en atención a pacientes con enfermedades crónicas. La dieta desempeña un papel clave en la patogénesis de muchas de estas enfermedades crónicas; por lo tanto, las intervenciones alimentarias y dietéticas ofrecen una oportunidad para mejorar la salud de la población y reducir la morbilidad, la mortalidad y los costos de atención médica.
A pesar de la asociación entre los patrones alimentarios y las enfermedades crónicas, no existen competencias nutricionales requeridas a nivel nacional en la educación médica universitaria, y dichas competencias son limitadas o están completamente ausentes de los requisitos para la mayoría de las especialidades médicas. Lo que sí existe es una multitud de competencias nutricionales sugeridas en la literatura académica, pero estas competencias sugeridas no son uniformes y no se presentan en exámenes de certificación. Además, los médicos han reconocido repetidamente una formación insuficiente en habilidades prácticas para asesorar a los pacientes sobre alimentación y nutrición. Hay pocos indicios de que el público panameño sea consciente de este vacío educativo.
Para eliminar la discrepancia entre la educación médica relacionada con la nutrición y los resultados de salud, es urgente aprobar una ley que exija una educación nutricional significativa en las facultades de medicina, las residencias y los programas de becas. Una ley de este tipo ayudaría a promover la educación médica para garantizar las competencias y habilidades nutricionales entre médicos y otros profesionales de la salud.
Recientemente, en Estados Unidos, donde existe una brecha educativa similar a la de Panamá, el secretario de salud, Robert Kennedy Jr. Reveló que coordinará con la Asociación de Facultades de Medicina y la Asociación Estadounidense de Facultades de Medicina Osteopática para realizar en 2026 una cumbre de educación nutricional. Se invitarán a los educadores a discutir métodos para mejorar la capacitación en nutrición y acordar producir una lista de competencias nutricionales para estudiantes de medicina y médicos en formación. Al final, lo que se busca es un consenso para la creación de un “Plan de Estudios de Pregrado en Nutrición para Médicos”.
En los últimos años, ha habido un aumento en el número de escuelas de medicina y programas de capacitación de residencia que incorporan el aprendizaje experiencial para enseñar conceptos de alimentación y nutrición. Específicamente, han incorporado estrategias de aprendizaje a través de una variedad de instalaciones de cocina prácticas, que incluyen cocinas de enseñanza integradas, emergentes, móviles y virtuales, citas médicas compartidas y consultas de medicina culinaria. Actualmente, la medicina culinaria se enseña en al menos 14 facultades de medicina de todo Estados Unidos. Cada vez hay más pruebas de que los estudiantes de medicina y los médicos en formación que reciben educación en medicina culinaria cambian sus propios comportamientos culinarios y alimenticios, y demuestran una mayor confianza al hablar sobre alimentación y nutrición con sus pacientes.
Dado el uso cada vez mayor de estas estrategias de aprendizaje experiencial, las competencias futuras relacionadas con la nutrición deberían tener en cuenta estos modelos educativos, ya que pueden ser especialmente útiles en la traducción de los principios de nutrición en consejos prácticos sobre la composición, selección y preparación de alimentos para pacientes, médicos, estudiantes, médicos en prácticas y médicos en ejercicio.
Lo ideal es que, en un futuro próximo, los médicos tengan capacidades y habilidades en nutrición y puedan traducir la ciencia de la nutrición en consejos prácticos, basados en evidencia, accesibles y culturalmente sensibles sobre alimentos para pacientes, familias y comunidades.