La comunidad Emberá de Pijibasal, en Darién, implementa técnicas agroforestales y huertos orgánicos para mejorar sus ingresos, fortalecer la educación agrícola y proteger el medio ambiente.
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Marta Manyoma, Manuel Mayoma y Anthony Contreras impulsan café, huertos y aviturismo en Pijibasal, fortaleciendo la resiliencia y desarrollo local de la comunidad Emberá.
La comunidad indígena Emberá de Pijibasal, ubicada en la provincia de Darién dentro de la Reserva de la Tierra Colectiva de Pijibasal, se caracteriza por su fuerte vínculo con la naturaleza y sus tradiciones.
Con unos 150 habitantes distribuidos en 40 casas, la comunidad se encuentra en la parte media del río Pirre, cerca del Parque Nacional Darién, y enfrenta diariamente los desafíos de su ubicación: acceso limitado a servicios básicos, pobreza y la amenaza del cambio climático.
Llegar hasta Pijibasal es toda una aventura: desde la ciudad de Panamá, se recorren cinco horas en carro hasta Yaviza, luego una hora en lancha por los ríos Chucunaque y Tuira, y finalmente 45 minutos en vehículo hasta la comunidad.
Este difícil trayecto refleja tanto la riqueza natural del entorno como las dificultades que sus habitantes sortean cada día.
A pesar de estas barreras, la comunidad ha mostrado un gran compromiso con el desarrollo sostenible y la mejora de sus medios de vida, especialmente en la agricultura.
Es aquí donde el Proyecto ‘Impulsando Modelos de Vida Resilientes en Darién’, ejecutado por Fundación Natura con fondos de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid), juega un papel clave.
El cultivo de café, que ya existía en la zona, se ha fortalecido con nuevas técnicas agroforestales, mientras los huertos familiares promueven la producción de alimentos orgánicos para consumo propio y venta local.
Combinan tradición y sostenibilidad, promoviendo agricultura orgánica y turismo ecológico para generar ingresos y proteger su biodiversidad.
Los líderes comunitarios destacan la participación activa de mujeres y jóvenes en estas iniciativas. Marta Manyoma, presidenta de la Junta Local, comenta: “Antes no sabía cómo sembrar café, pero ahora varias compañeras ya cultivan café, ají y pimentón. Las mujeres tenemos muchas ganas de trabajar y aportar al desarrollo de nuestra comunidad”.
Para los jóvenes, estas actividades representan una oportunidad de crecimiento y contribución a la comunidad.
Manuel Mayoma, de 28 años, asegura: “Antes no participaba en estos proyectos, pero ahora que estoy sembrando café, siento que hago algo productivo que me aleja de las malas influencias y me permite contribuir a la familia y a la comunidad”.
El aviturismo también se ha convertido en una alternativa para diversificar ingresos.
Anthony Contreras, de 24 años, comenta: “Mi sueño es que Pijibasal se convierta en un destino reconocido para la observación de aves y que el turismo apoye nuestro desarrollo sostenible”.
Los habitantes de Pijibasal, junto con sus líderes y aliados técnicos, buscan consolidar capacidades técnicas y organizativas, mejorar la calidad del café mediante prácticas agroecológicas, fortalecer la seguridad alimentaria y promover la asociatividad para comercialización conjunta.
Para Eduardo Garabato, cacique regional, la clave está en la integración y el aprendizaje colectivo.
“Nunca habíamos tenido una experiencia como esta. Aprender a hacer abono orgánico y trabajar sin químicos es algo nuevo y muy importante para cuidar nuestra tierra y nuestra salud. Ver que los jóvenes y las mujeres se motivan a producir café y cultivar huertos garantiza que esto puede durar y crecer”.
Hoy, Pijibasal se proyecta como una comunidad resiliente, que combina tradición, innovación y respeto por la biodiversidad, y que mira hacia un futuro en el que sus propios habitantes sean protagonistas del desarrollo sostenible de su territorio.