Quedémonos en casa

Actualizado
  • 18/04/2020 11:00
Creado
  • 18/04/2020 11:00
Vi que estaba lloviendo y un poco animado me fui al balcón a contemplar la lluvia y refrescarme un poco con la brisa que mojaba mis mejillas

Hoy me desperté temprano y fui a lavarme la cara, cuando de repente al verme en el espejo, vi lo que creía era Santa Claus con su barba blanca.

Las cuatro semanas de cautiverio han hecho que mi barba crezca, exponencialmente y se torne toda blanca con algo de matiz negro en sus raíces. Mi barriga no ha disminuido ni debido al régimen de dieta que me han impuesto o la prohibición de beber alcohol.

Vi que estaba lloviendo y un poco animado me fui al balcón a contemplar la lluvia y refrescarme un poco con la brisa que mojaba mis mejillas.

No duré mucho ahí, pues de adentro me llamaron al orden y me dijeron que tenia que salir a caminar.

Me puse mis pantalones y camisa larga con unas zapatillas de correr (pues dicen que entre una mas rápido camine, menos chance hay que el virus del COVID se adhiera a las suelas de las zapatillas).

Saqué mi máscara de bucear con un snorkel al que le puse algodón con Lysol para que matara el virus que quisiese entrar, una gorra de beis y un par de guantes de filetear pescado.

No había llegado a la esquina de la cuadra, cuando ya la seguridad me estaba pidiendo cédula y solicitándome me quitara la máscara para comprobar mi identidad. Les demostré que era la misma persona de mi identificación y me dejaron seguir.

Al llegar a la calle principal del barrio. quise entrar a una ferretería, a comprar un frasco de drano. para destapar el fregador que se había tapado con mis cocinados, pero me di cuenta de que estaba cerrado debido a los últimos comunicados del MINSA y que tendría que buscar otra solución para arreglarlo.

Al otro lado de la calle, divisé al vendedor de los bollos de maíz nuevo y corrí a comprarle cuatro de esos que además llevan coco y mantequilla. Ya camino de regreso me volví a topar con el agente de seguridad, quien al reconocerme me dio paso expedito. Me detuve y siendo solidario, le di uno de los bollos y le dije se lo comiera mientras aun estaban calientes.

Ya de regreso al apartamento, al llamar el ascensor noté que venía con una pareja que iba subiendo y al invitarme a pasar, le hice señas que tomaría el próximo (no quiero que alguien pueda contagiarme con nuestro enemigo el COVID).

Llegó el otro ascensor que venía con una familia la cual se bajó en el piso donde yo esperaba y la cual había dormido en la casa con sus suegros, para poder conversar y que estos viesen a sus nietos que tanto les hacen falta. Siempre guardando los dos metros de separación al conversar, me dijeron que dentro de las preocupaciones de los suegros era dejar bien detallado cómo legarían sus bienes a sus descendientes. Esto me hizo pensar que es algo tan delicado que nosotros, los mayores, debemos ir pensando hacer también

Me subí al elevador y con un palito de alambre que había llevado, conteniéndome la respiración oprimí el botón de mi piso y al llegar fui directo a la puerta a quitarme las zapatillas e indumentaria que llevaba.

Antes ya había desinfectado las zapatillas en la mezcla de Clorox con agua que hay a la salida del elevador y roseado con alcohol. Las deposité como me habían dicho en una cajeta vacía y procedí a quitarme las medias, pantalón, camisa y ponerlo todo en una bolsa que se quedará fuera del apartamento, probablemente por el largo de la cuarentena.

Corrí al baño en un short de ejercicio que había llevado bajo la ropa y me metí a la regadera con agua hirviendo, a lavarme con jabón de esos que usamos en los perros y así pasé unos cinco minutos tratando de hacer mucha espuma con el jabón y meditando sobre el momento difícil por el cual estamos atravesando.

Cuando salí del baño me sentí limpio, pero creo que me tendré que volver a bañar, para quitarme este olor de perro que tengo encima.

De vuelta en el balcón, tratando de relajarme, mi tranquilidad se vio interrumpida nuevamente, pues me llamaban a desayunar. Salgo apresurado y al sentarme en la mesa, pregunto por que no hay comida servida, y una voz muy dulce de esas que tu sabes solamente la escuchas cuando te van a pedir algo, me dice “es que hoy te toca a ti cocinar y limpiar la casa”. Ja, ja, seguimos en la lucha.

Quedémonos en casa.

Biografía

Alberto J. Paredes V.

Graduado en finanzas, ejerció como banquero desde 1972, habiendo fundado su propio banco del cual fué, su CEO y principal accionista. En la actualidad es asesor de diferentes grupo de inversionistas . Casado con tres hijos y varios nietos. Esta pandemia dio pie a su primera incursión en la narrativa.

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