El personaje del año

Actualizado
  • 13/12/2015 01:00
Creado
  • 13/12/2015 01:00
Angela Merkel ha llevado las riendas de Alemania desde el año 2005. Con la crisis de los refugiados, afronta el mayor reto de su país

La canciller alemana, Angela Merkel, fue elegida el miércoles ‘personaje del año 2015' por la revista estadounidense Time , debido a su liderazgo durante la crisis de la deuda en Europa, la ola de refugiados y la intervención de Rusia en Ucrania.

‘Por pedir a su país más de lo que la mayoría de los políticos osaría, mantenerse firme ante la tiranía y el oportunismo y proveer resuelto liderazgo moral en un mundo en el que no hay mucho, Angela Merkel es el Personaje del Año de Time ' dijo la editora Nancy Gibbs. ‘La perspectiva de una bancarrota griega amenazó la existencia de la zona euro. La crisis de los migrantes y refugiados desafió el principio de fronteras abiertas. Y, finalmente, la carnicería en París revivió el reflejo de cerrar puertas, construir muros y no confiar en nadie. En cada ocasión, Merkel dio un paso al frente", escribió Time .

‘Alemania rescató a Grecia, con sus estrictas condiciones. Recibió refugiados como damnificados del salvajismo del islamismo radical, no como portadores de él', continuó, al explicar cómo reaccionó Merkel ante esos cruciales problemas.

Alemania ha registrado la llegada de más de 960 mil migrantes en lo que va del año procedentes de Siria, Irak y Afganistán, escenarios de conflictos que llevan más de diez años en algunos casos.

En medio del debate abierto por quienes consideran que Europa era invadida por este flujo de personas, Merkel adoptó una posición audaz instando a su país a mostrarse solidario y dar el ejemplo con esos demandantes de asilo.

EL MAYOR RETO DESDE LA REUNIFICACIÓN

La llegada de alrededor de un millón de solicitantes de asilo ha planteado a Alemania su mayor reto desde la reunificación, un desafío que enfrenta Merkel, con la sociedad y el gobierno divididos.

La crisis de los refugiados, agudizada en verano con centenares de miles de personas cruzando las fronteras europeas en dirección a Alemania, se convirtió este 2015 en el eje del debate político y social del país, perplejo ante un problema que la potencia europea se siente incapaz de solucionar en solitario.

En los primeros meses de este año, cuando las previsiones oficiales hablaban de la llegada de 450 mil refugiados, los estados federados y los municipios ya habían lanzado la voz de alarma. No había alojamientos suficientes para acogerlos, muchos ayuntamientos estaban desbordados y se sucedía el goteo de ataques xenófobos a albergues. En agosto estalló la crisis. El recrudecimiento del conflicto sirio y las precarias condiciones de los campos de refugiados en países como Turquía empujaron a miles de sirios a huir hacia el corazón de Europa, destino también de miles de albaneses, afganos, kosovares e iraquíes.

El Gobierno alemán elevó sus previsiones y asumió que este año llegarían al país en torno a 800 mil solicitantes de asilo, cifra que rechaza revisar, pese a que ya ha quedado obsoleta. El 5 de septiembre, ante la situación humanitaria que se vivía en Hungría, Alemania y Austria decidieron abrir sus fronteras al paso de refugiados, una medida que sólo estuvo en vigor una semana, pero que se convirtió en el principal argumento de quienes desde entonces critican a la canciller y tachan su gestión de errática. La fría Merkel, que en julio había provocado el llanto de una niña palestina al recordarle que muchos solicitantes de asilo tendrían que abandonar Alemania, pasó a ser, en septiembre, la principal responsable de los crecientes flujos de refugiados que llegaban al país. La crisis abrió grietas en el gobierno de gran coalición, que reformó la normativa de asilo para restringir prestaciones a los refugiados e intentar frenar las llegadas. Pero sobre todo dividió a las filas conservadoras de Merkel, que meses antes ya se habían agrietado al votar el último paquete de rescate a Grecia.

La Unión Socialcristiana (CSU), el ala bávara de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel, exige poner límites a la acogida y ha liderado los reproches a la canciller, que se embarcó en sucesivas reuniones y cumbres para recuperar la paz y evitar que las fricciones políticas se trasladaran a la calle. Para entonces, la ciudad de Dresde ya era conocida en muchas partes del mundo por acoger las manifestaciones de los ‘Patriotas europeos contra la islamización de occidente', Pegida, un movimiento xenófobo que reúne cada lunes en la calle a miles de personas.

Este grupo, que había cobrado fuerza a principios de año, pero que luego entró en una fase agónica en medio de rencillas internas, cobró de pronto nuevo brío en octubre, apuntalada en la crispación social y política generada por la llegada incesante de refugiados. Frente a esa imagen de la Alemania que teme y rechaza la llegada de extranjeros se sitúan los miles de voluntarios que en septiembre acudieron a la estación de tren de Múnich para recibir a los refugiados y que desde entonces siguen colaborando en la acogida en innumerables puntos del país.

La extrema derecha ‘se siente muy fortalecida', juzgó el jefe del servicio alemán de inteligencia, Hans-Georg Maassen, en el diario Taggespiegel. ‘Responsabilizan a las políticas (aplicadas en materia de migración) hasta a la canciller e incluso a los medios', añadió. ‘La política de fronteras abiertas es la causa de lo que ocurre actualmente'.

Y con la llegada de las elecciones regionales de 2016, en especial dos en los Länder del Este, algunos temen un terrible avance populista a sólo un año de las elecciones.

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