‘Ciudad solitaria'

Actualizado
  • 27/02/2019 01:03
Creado
  • 27/02/2019 01:03
Los productores prefieren montar comedias con temas que garanticen que el público se morirá de la risa

Las presiones económicas influyen poderosamente en la oferta teatral en la ciudad de Panamá. Para cubrir costos, los productores prefieren montar comedias con temas que garanticen que el público se morirá de la risa. A falta de un sistema confiable de inversión pública en las artes, se prioriza la boletería a otras consideraciones artísticas y de contenido.

Por eso es siempre bienvenido cualquier montaje que se atreva a explorar diferentes formas de hacer teatro. Recientemente, el grupo Varieté Teatro presentó Ciclo de Monólogos: Ciudad solitaria, un valiente esfuerzo de diversificar la oferta teatral, en el estudio del GECU de la Universidad de Panamá.

Esta experiencia performática se centra alrededor de tres monólogos basados en tres textos: el poderoso poema ‘La Marilyn Monroe de Santo Domingo', de Frank Báez; el cuento ‘Ser infeliz', de Franz Kafka; y el poema ‘Conversaciones con el inspector fiscal sobre poesía', de Vladimir Maïakovski.

Las tres actrices principales, Marien Cano Moreno, Diana Mellado y Arelly Valderrama, adaptaron estos textos para reflejar diferentes experiencias de personajes que habitan la ficticia ciudad solitaria. Las tres actrices se apoyaron mutuamente en el proceso de desarrollo de personajes para luego embonar las diferentes piezas y tratar de encontrar el ritmo y tono ideal de la propuesta colectiva. Este proceso llevó a una puesta en escena con buenas interpretaciones por parte de las tres actrices, pero con historias confusas, que no enganchaban al público.

Con la idea de crear el ambiente ideal para escuchar estas historias, ‘El trovador', interpretado con gran carisma por Alejandro Guerra, abrió la obra derramando amabilidad, pero diciendo un texto sin ritmo y con una débil estructura. Al terminar su introducción, su rol se transformó en el de brindar música en vivo con varios instrumentos para ayudar a crear el ambiente de la obra.

Con un escenario casi vacío, las actrices entraron al espacio y se desplazaron sobre este como si caminaran sin rumbo claro por la ciudad. Supongo que con esto querían transmitir la soledad de los personajes, pero la falta de una coreografía clara y movimientos limpios reducían la efectividad de esta o cual fuese la idea detrás de esta escena. Quizá lo más arriesgado de la propuesta es que las historias son contadas de forma intercalada, pausándolas cada cierto tiempo para continuar con la otra historia y luego regresar a la anterior. Las interpretaciones emplearon diferentes estilos, intensidad y ritmos. Esto redujo la capacidad de este ciclo de monólogos de convertirse en una propuesta coherente y concisa. Igualmente, al picar los textos de esta manera, se perdió mucho de su impacto.

El cuento de Kafka, interpretado con mucha versatilidad por Diana Mellado, pierde su profundidad y efectividad emocional pues el público tiene que dedicar su atención a entender y recordar los puntos básicos de una historia engañosamente compleja.

Los dos poemas no sufrieron la misma suerte y se pudieron entender un poco mejor. Pero a pesar del peso que brinda Valderrama a su poeta, y la humanidad y complicidad que le regala Cano Moreno a su Marilyn Monroe, nunca se llega a establecer una buena conexión con el público y no queda claro por qué deberíamos invertir nuestro tiempo en estos personajes. Esta obra nos reta a todos a seguir explorando nuevas formas y procesos performáticos y su impacto en el público.

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