Roberto Lewis, maestro de la pintura panameña moderna

Actualizado
  • 30/09/2020 00:00
Creado
  • 30/09/2020 00:00
Don Roberto sigue presente en la memoria de todos los panameños tras 146 años de su nacimiento, y la mejor manera de celebrarlo es valorando su aporte a la pintura panameña e internacional, y poniendo bajo nueva luz sus innumerables trabajos
El motivo de mi peregrinaje era buscar material para presentar mi primer trabajo Lewis.
París, diciembre de 1975

Muy cerca de Montmartre, buscaba con ansias el número 20 cité des Malesherbes, 9 eme arrondissment, exsede del Consulado de Panamá. Al llegar, mi corazón latía fuerte de la emoción. A muy pocos metros, al lado, estaba el taller de Roberto Lewis (1905), lugar donde pintó el paflón del Teatro Nacional. No sé cuánto tiempo estuve ahí parado, pero esa mañana el frío era horroroso; hice mis fotografías y seguí mi peregrinaje hacia el Hôtel de Ville (Ayuntamiento de París), donde, haciendo rápidamente las rutinas de entrada, me encontré en la parte central de la sala, mirando hacia el gran cielo raso (paflón) pintado por Leon Bonnat 'La glorificación de L'Art' ... entonces comprendí que estaba en el lugar justo donde Roberto Lewis se inspiró para la realización de la primera obra monumental de la República de Panamá, colocada en el Teatro Nacional en 1908, llamada: 'El nacimiento de la República' (1905-1908).

El motivo de mi peregrinaje era buscar material para presentar mi primer trabajo sobre Lewis, aunque se contaba con escasa información y este lugar me daba la certeza del clima donde maduró la obra más importante de la pintura moderna panameña y del entorno de Leon Bonnat, enseñante de Lewis.

Son las obras de J. Lefebvre en el Salón des Lettres, 'Las flores' de Gabriel Ferrier (1847-1914), cielo raso similar a 'La aurora' del foyer del Teatro Nacional lo que alimenta al joven pintor, que sería en un cercano futuro el director de la primera Escuela de Pintura panameña, fundada en 1913, con Belisario Porras a su regreso de Europa.

Desde ese momento de mi juventud se ha anidado muy dentro de mí, al mirar las pinturas del paflón del Teatro Nacional, una atmósfera parisina de reminiscente nostalgia de la belle epoque. Un mundo que va desde los materiales pictóricos, los motivos decorativos, los conceptos históricos que de ellos emanan, y claro está... la atmósfera distinta a los murales de la Presidencia y la de la escuela Normal de Santiago. Como si me encontrara con dos artistas distintos, y allí se encuentra la proeza pictórica única de Roberto Lewis.

Sede del Consulado de Panamá en París. Junto a esta, el taller donde Lewis dio vida al paflón del Teatro Nacional.
Panamá y la historia de nuestra pintura

Al sentarme a escribir este texto sobre el natalicio de Lewis, mis pensamientos se vuelcan hacia nuestras iniciales expresiones pictóricas, y no puedo ocultar mi aprecio por el periodo pre hispánico con las pinturas decorativas colocadas en los utensilios antiguos de la región de Macaracas, Bahía Onda y El Caño; pinturas realizadas por desconocidos artistas que nos dejan el testimonio único del hombre panameño: en la particular manera de considerar el mundo simbólico y ritual a través de tintes y colores.

Nos resultaría obligatorio mencionar: uno, al 'hermano Hernando de la Cruz' –Fernando Ribera 'Rivera' (1592-1646)–, el más grande pintor del periodo Colonial de Panamá, cuyo aporte nunca menguará pese a nuestro anestesiado reconocimiento, a su visión apocalíptica del infierno y la salvación del hombre. Dos, a las obras pictóricas de la antigua iglesia de Parita: el retablo del niño Jesús en brazos de María y el bello lienzo de la Virgen en celebración, de un desconocido pintor. Y tres, al pintor Joseph Samaniego con su discutida pintura Santa Trinidad (1758 Natá de los Caballeros), obra que solo artistas metafísicos como Magritte y Dalí podrían imaginar: tres figuras que convergen en igual significado por su similitud, pero con diferentes conjeturas que recuerdan el valor de la Santísima Trinidad. Una anticipada modernidad que conceptualiza una obra a través de múltiples mensajes. Además, los aportes de pintores que acompañan el crecimiento de la República panameña, como Manuel E. Amador y Sebastián Villalaz, que con su mística y el surgimiento de la Escuela de Pintura, guiada por Lewis, aportan a nuestra nación artistas como Abelardo Tapia, Humberto Ivaldi, Juan Manuel Cedeño, Lloyd Bartley Jack, y otros, que van incorporando importantes obras pictóricas, escribiendo con ellas la historia de la pintura panameña del inicio del siglo XX.

Sus pinturas monumentales

Tratemos de imaginar que vemos sobre nuestra cabeza un techo de vidrio donde se realiza una acción épica histórica. Así se debe admirar la obra 'El nacimiento de la República' del paflón en el Teatro Nacional: figuras mitológicas y personajes que engargolan nuestra bandera y escudo, en un momento triunfal dentro de una perspectiva versada hacia el cielo estelar.

En cambio, en los trabajos para la Presidencia y la escuela Normal nos colocamos frente a un escenario –a manera de tarima escénica– donde admiramos la acción de la narración pictórica. Por eso vemos dos maneras diferentes entre ellas: en el Teatro Nacional exquisitamente parisino, fundiendo con habilidad el arte académico basado sobre el dibujo y las nuevas tecnologías del color, donde las 15 secciones –a manera de dientes de ajo– forman el paflón y son pintadas bajo el ímpetu de sus 32 años, en lienzos de fino lino y pegados con técnica a marouflage. Para la Presidencia y la Normal, asombrosamente “criollo” e innovativo, dejándonos las huellas de su continuo crecimiento artístico.

Íntimas reflexiones

La paleta de Lewis se enriquece de nuevos colores, debido a la fabricación y disponibilidad de nuevos materiales. Pero por motivos de espacio, me centraré en la importancia de la mística encerrada en él, dejando para otra ocasión el asunto de la técnica pictórica. Observando los paños murales del salón de los Tamarindos, vengo capturado inmediatamente por una figura colocada en primera fila y que muchos dejan de abordar.

Taller de Roberto Lewis, año 1905.

Todas las figuras femeninas colocadas en la cosecha de los tamarindos, están semi desnudas y descalzas, menos dos: una colocada en un extremo que todos llamamos 'La recogida de los mangos' y la otra central, brindando una bebida. La figura desnuda con zapatos de tacones blancos, que con una mano se cubre la cabeza con un velo trasparente. Nos interrogamos acerca de ¿quién es esta persona, de tacones blancos y estatuaria belleza? He quedado sorprendido por la modernidad de esta figura; sensación ya vivida en el grupo de figuras de señoritas en el arco central de los lienzos de la Normal de Santiago.

En ellos se encuentra (a mi modesto entender) el verdadero aporte de R. Lewis a la pintura latinoamericana de los años 30, del siglo pasado. Es la cifra de una nueva manera de proponer un realismo, encajado dentro de una nueva modernidad. La silueta (desnuda con zapatos de tacones blancos) resume un alto valor académico pero que viene superado, al igual que sucede con el grupo de señoritas en la Normal de Santiago. Pero para entendernos mejor ¿dónde está la novedad?

Los invito a que hagan lo siguiente: aíslen las dos situaciones, para notar que en el grupo de señoritas de la Normal encontraremos un trabajo pictórico único y exquisitamente innovativo, en su color y composición... que no tiene paragón en la plástica latinoamericana y para la mujer de zapatos blancos con tacón, me resulta más provocador, en todo el sentido de la terminología.

Quien conoce los meandros del lenguaje artístico del desnudo, sabe a lo que me refiero, la figura se compenetra dentro de un contexto, por no ser vulgar y escandaloso... y esta figura tiene 82 años de estar ahí, sin procurar disturbios, de la misma manera que Miguel Ángel en 1505 coloca su desnudo David; los frescos del Vaticano pululan de desnudos, ya que el lenguaje artístico de alta calidad, repara muy lejos de fáciles vulgaridades. Y es allí donde Roberto Lewis, padre de la pintura moderna panameña deslumbra.

Roberto Lewis sigue presente en la memoria de todos los panameños tras 146 años de su nacimiento, y la mejor manera de celebrarlo es valorando su aporte a la pintura panameña e internacional, y poniendo bajo nueva luz, sus innumerables trabajos.

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