El apoyo alimentario y la lucha de las organizaciones solidarias

Actualizado
  • 28/04/2021 00:00
Creado
  • 28/04/2021 00:00
Durante la pandemia cientos de panameños quedaron en un estado de inseguridad alimentaria, mientras que las organizaciones que buscan aportar su grano de arena luchan por mantenerse a flote

La pandemia ha causado estragos en un contexto sanitario y social complejo con una tasa de desempleo del 18,5% (371,567 personas), según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censo (Inec), y más de 360 mil contagios del virus y una cifra incierta sobre la cantidad de personas en inseguridad alimentaria.

La campaña ‘Alimenta una vida’ del BAP ha entregado más de 5 mil kilos de alimentos en todo el país durante la pandemia.

Esta problemática ha azotado al país, incluso antes de la pandemia, y no permite el correcto consumo de alimentos por la falta de recursos para obtener los insumos.

En 2020, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) indicó en el informe ‘El panorama de la seguridad alimentaria y nutricional de América Latina y el Caribe 2020’ la realidad de la desigualdad y la malnutrición en la región, señalando que el impacto de la pandemia ocurrió en un momento en el cual la seguridad alimentaria regional ya venía en claro deterioro: “En 2019, 47,7 millones de personas, el 7,4% de la población, vivía con hambre, un aumento de más de 13 millones solo en los últimos cinco años”.

Lo que evidenció que más de 190 millones de personas vivían en inseguridad alimentaria moderada o grave. Actualmente no se cuenta con cifras acerca de la inseguridad alimentaria en Panamá, lo que además de dificultar la identificación de personas afectadas económicamente, impacta el trabajo de las organizaciones de apoyo alimentario que se dedican a la distribución de platos de comida a personas en estado vulnerable o de pobreza extrema.

Entre estas organizaciones se destaca la Fundación Cocinando y Donando (Cocydon), creada en 2016 por Luis Fernando Norato y que en el mes de mayo cumplirá un lustro de proveer miles de platos de comida en áreas como Santa Ana y San Miguel, además de realizar entregas en el dormitorio de ancianos de la Cruz Roja, el Hospital del Niño, hospital Santo Tomás y el Hogar Bolívar. En una entrevista con La Estrella de Panamá, el tesorero de la fundación, Félix Icaza, señaló los retos que ha atravesado la organización en tiempos de pandemia para seguir distribuyendo alimentos: “Antes de la pandemia distribuimos entre 1,000 y 1,200 platos de comida casera por sábado en distintas locaciones y contábamos con 60 voluntarios que apoyaban con la servida, el empaque y el transporte de los alimentos”.

Debido a las medidas de confinamiento la cocina de Cocydon cerró sus puertas. Sin embargo, ahora los fogones se han vuelto a encender en la cocina del restaurante Delicias Peruanas, desde donde se despachan entre 150 y 200 platos cada sábado, con un máximo de 20 voluntarios para no exceder el aforo disponible en el establecimiento. “Nuestros beneficiarios en su mayoría son personas sin hogar, el Hogar Bolívar, comedores infantiles y alternamos los fines de semana para asistir a una comunidad en Las Trancas”, comentó Icaza, “el trabajo es mucho y es duro, pero nos apasiona ayudar a quienes lo necesitan”.

Se desconocen cifras oficiales sobre el impacto de la inseguridad alimentaria nacional.

El movimiento nacido de unas ganas irrefrenables de dar un grano de arena a la sociedad vulnerable, resuena con mayor fuerza. Según el plan nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional de Panamá 2017-2021, “el Estado de la República de Panamá reconoce, y ha reafirmado con leyes nacionales y en foros internacionales, dos grandes compromisos: primero, garantizar a toda la población el disfrute del derecho humano a la alimentación (DHA), y segundo, hacer realidad que en el país exista una situación permanente de seguridad alimentaria”.

Mantener los fogones encendidos es una tarea que requiere del apoyo de diversos actores, como destacó Icaza: “Antes teníamos el apoyo de empresas privadas y organizaciones, lo que permitía un mayor recurso e insumos, pero ahora estamos sobreviviendo con un fondo creado a partir de las donaciones de la población entre mayo y septiembre de 2020”.

Ana Isabel Méndez, gerente general del Banco de Alimentos Panamá.

“La comunidad ha sido muy colaborativa, y entiende la razón importante de lo que hacemos: dar una mano de ayuda a las personas con dificultades”, agregó, “aun así, la falta de apoyo gubernamental ha sido perceptible”.

El desperdicio que afecta

Según cifras recopiladas por el Banco de Alimentos de Panamá (BAP), el ‘Informe de índices de desperdicios de alimentos 2021’ del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) más de 930 millones de toneladas de alimentos son desperdiciados en todo el mundo, lo que sugiere que se desecha el 17% de la producción de alimentos.

“En el mismo informe se señala que en América Latina no se tiene información robusta acerca de este tema, por lo que sin estos datos es imposible dimensionar el problema”, comentó a La Estrella de Panamá, Ana Isabel Méndez, gerente general del BAP.

“Panamá no escapa de esta realidad, ya que no se tienen datos oficiales sobre la cantidad de alimentos que se han desperdiciado en la pandemia, sin embargo, podemos señalar que antes de la crisis generada por la covid-19 y de que el Banco de Alimentos Panamá firmara un acuerdo con Merca Panamá en 2019, se desperdiciaban mensualmente entre 750 y 800 toneladas de frutas y vegetales, lo que equivale a unas 25 toneladas diarias de desperdicio de alimentos”, señaló Méndez.

Por parte de la fundación Rescate de Alimentos, basada en la reducción del desperdicio de los alimentos, una de sus representantes, la chef Helga Barría, apuntó que su plan a mediano plazo “es contar con una planta de procesamiento de alimentos en la que podamos recolectar, segregar y desinfectar para luego, a través de diferentes métodos, prolongar la vida útil de los productos. Una vez procesados, la intención es hacerlos llegar a comedores, albergues y fundaciones que lo estén necesitando”.

La alta tasa de desempleo ha llevado a familias a estados vulnerables.

El ciclo de reducción de desperdicios de alimentos es un proceso que, de ser llevado a cabo de forma correcta y constante, podría aportar a las organizaciones de apoyo alimentario en el país. “Desde antes de la pandemia y con mayor énfasis en estos momentos tan difíciles para todos, nuestro enfoque ha estado en rescatar tanto alimento como nos ha sido posible y transformarlo en comidas calientes para hacerlas llegar a la mayor cantidad posible de personas en inseguridad alimentaria”, comentó Barría, “esto ha sido un esfuerzo ciudadano de todos los que conformamos la fundación, nuestros voluntarios, aliados y donantes”.

La fundación Rescate de Alimentos sobrepasó las 175 mil comidas calientes distribuidas en la ciudad de Panamá y sus alrededores en noviembre de 2020. Además, su participación de la mano de la Fundación Vida Verde Integral y Chef In Motion fue clave en la preparación de más de 20 mil comidas para los afectados del huracán Eta en Tierras Altas, Chiriquí.

La preocupación de Barría e Icaza es la falta de cifras concretas sobre la afectación del desperdicio de alimentos a las iniciativas de contribución alimentaria en el país. “Necesitamos un registro de personas que han quedado sin hogar en el país, antes, durante, y ahora en postpandemia”, anotó Icaza, “el gobierno debe tomar en cuenta un registro nacional que ayude a conocer cuántas son, realmente, las personas que necesitan la ayuda y si está llegando a ellas”.

“Ahora es el momento para tomar medidas de un censo que nos ayude a organizaciones como la nuestra a poder identificar las comunidades afectadas y llevar platos e insumos necesarios”, dijo.

“Hemos firmado todos los convenios que se les puedan ocurrir y que se refieren a hambre cero, seguridad alimentaria, etc., pero se ha hecho tan poco con miras a lograr estas metas, que me atrevo a decir que no contamos ni con estadísticas reales de qué, cómo, cuánto y dónde se produce [el desperdicio] en el país”, señaló Barría, “no contamos ni con un censo actualizado que nos permita entender las necesidades reales de la población y programarnos para poder satisfacerlas”.

Para Icaza, no hay espacio para el desperdicio dentro de la cocina Cocydon: “No trabajamos con desperdicio alimentario ni lo generamos, ya que utilizamos alimentos frescos y todo lo que obtenemos es utilizado en su totalidad para nuestros platos. Esta es la manera en la que podemos ayudar tanto a la población como a la reducción de contaminación ambiental”.

Programas para beneficio

Por su parte, Méndez hizo hincapié en la labor del BAP, que “durante la pandemia ya tenía cinco años de estar funcionando y que atendía a una población de alrededor de 82 mil personas, a través de 306 organizaciones”; a esto se sumó la campaña ‘Alimenta una vida’, aumentando así la respuesta de apoyo a 552 organizaciones beneficiarias y alcanzando a cerca de 221 mil personas.

“La ayuda ha llegado a todo el país, desde Darién hasta Bocas del Toro, incluidas las tres comarcas”, comentó Méndez, “lamentablemente este incremento sustancial del apoyo deja una clara realidad y el aumento del hambre en nuestro país”. Tanto Barría como Méndez destacaron la necesidad de tener políticas públicas y educación para la concienciación del desperdicio de alimentos: “Aproximadamente el 60% del desperdicio de los alimentos ocurre en los hogares. Teniendo este porcentaje en mente, sugeriría comenzar con programas de educación masivos a través de las diferentes plataformas de información disponibles. Hay mucho desconocimiento del enorme impacto ambiental y económico que tiene el botar la comida, y la descartamos sin pensarlo dos veces”.

“Mientras no se reduzca esta situación, seguirá generando problemas a nivel de alimentación y medio ambiente, haciendo impensable una alimentación sustentable y sumado a esto, al no haber políticas de Estado que apunten a consolidar estrategias con productores que permitan garantizar la seguridad alimentaria a través de sus producciones y buenas prácticas, se aumenta la falta de educación y apoyo económico en áreas rurales y urbanas rurales que fomenten la creación de huertos familiares y comunitarios que les permiten una alimentación autosostenible”, destacó Méndez.

En la búsqueda de dar alivio a las personas en estado de inseguridad alimentaria, la campaña ‘Alimenta una vida’ empezó en medio de la pandemia y su objetivo es ayudar a los “más vulnerables”, lo que se convirtió en un reto y en un compromiso. “Un año después de haber asumido ese reto junto a la Cámara Panameña de Desarrollo Social, podemos decir con satisfacción y alegría que hemos llegado a 9 provincias y a 3 comarcas, que logramos hasta marzo de 2021 entregar 5 millones de kilos de alimentos que se traducen a su vez en más de 15 millones de platos servidos”, expresó Méndez.

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