Javier Ruiz y Jorge Ledezma reflexionan sobre su música y visiones de vida

Actualizado
  • 04/07/2022 00:00
Creado
  • 04/07/2022 00:00
La trayectoria de dos artistas se fusionó en un concierto de música clásica, en nuestra capital. Aprovechamos la ocasión para platicar con Javier Ruiz, pianista cubano y Jorge Ledezma Bradley, director de la Orquesta Sinfónica Nacional sobre los trazos de sus carreras y la experiencia desde los escenarios
El concierto gratuito tuvo lugar en el Teatro Nacional. Una armonía entre el piano y los músicos que dan vida a la sinfónica.

A Javier Ruiz, pianista, la música le sirvió como el gran trampolín para escapar de la dictadura castrista, desde hace 30 años.

Hoy, luego de reunirse en una presentación con la Orquesta Sinfónica Nacional, -en una experiencia de camaradería y química con el maestro Jorge Ledezma Bradley- nos permite conocer de cerca lo que su pasión por este instrumento ha significado en medio del “destierro” que transita desde los Estados Unidos.

Para el pianista cubano, el ejercicio intelectual que debe atravesar un auditorio para el goce de un repertorio clásico no es nada rígido. “Todo el mundo está preparado para escuchar la música clásica y entenderla; no importa qué educación haya tenido, porque la música tiene un carácter universal que va a los sentidos; y en ese carácter todos somos parte de la belleza del milagro de la música”, cuenta.

Desde su piano, analiza que la música refleja todos los aspectos del ser cotidiano; es un arte que no debe separarse de la pintura o la literatura, “es parte de la experiencia de la vida misma”.

Y como “un amante de la esencia espiritual de la música”, reafirma la importancia de figuras como Ernesto Lecuona e Ignacio Cervantes, que han determinado su manera de conjugar el aporte sociocultural de su carrera con una visión de vida.

“Ignacio Cervantes, estuvo exiliado dos veces; luchó en la guerra del 68 y en la del 95 y todo lo que hizo fue comprometido con la formación de la República de Cuba, que fue en el siglo XIX. En el caso de Lecuona, cuando llega el comunismo a Cuba, muere en España y en su testamento deja escrito que sus restos permanezcan en Nueva York hasta que Cuba sea libre”, cuenta.

De esta manera, reitera que Ignacio Cervantes fue uno de los músicos cubanos más importantes del siglo XIX y Ernesto Lecuona del siglo XX. “Ambos fueron grandes patriotas y en mi corazón, musicalmente, son parte de mi vida”.

Aunque “hay una especie de separación o fractura que se quiere hacer de la música y la política, como una justificación para no comprometerte, lo cierto es que la música no se puede separar de nada, porque es una expresión de la vida”.

Al referirse a la presentación que le trajo a suelo canalero, -un performance centrado en las composiciones de Beethoven- detalla que fue una idea que surgió de una conversación con el director de la sinfónica: “Después de este momento que estamos atravesando con la pandemia, se trata del autor que más demuestra la esencia de la lucha y la victoria”.

“Todos hemos tenido que luchar contra la covid-19, y sobrepasar un período de miedo. La obra de Beethoven es eso: la voluntad de vivir y la transformación de la consciencia y esas dos cosas te llevan a una alegría que siempre está presente al final de la obra de Beethoven, por ejemplo, el Concierto para piano es en Do menor pero termina en Do mayor, osea, él, hasta en las armonías hace una transformación musical de lo complicado a lo liberador”.

Javier Ruiz y Jorge Ledezma reflexionan sobre su música y visiones de vida.
Un sentimiento

Algunas de las presentaciones y entrevistas de Ruiz están marcadas por una nota de melancolía; es la añoranza propia del que se fue de su tierra, pero añora una posibilidad distinta, en este caso, la de ver a su país en libertad.

“Yo era un estudiante de música en Cuba y la música me permitió escapar del comunismo. Cuando me fui, tenía 21 años; ya era un hombre, Cuba era mi casa”, relata.

“En ese momento se cierra un telón y se abre una ventana o un teatro nuevo donde eres parte, pero no perteneces. La esencia de la pertenencia a un lugar no te la dan ni la carrera, ni lo que hagas, sino la forma en la que puedas continuar tu vida en el lugar en el que naciste”, dice, agregando sentirse agradecido por el país que le ha permitido, junto a su esposa, “tener una vida digna, trabajar, ser libres de pensamiento, acción y todo lo que el comunismo no permite hacer”, además, un renacer en los Estados Unidos, les ha abierto el compás de oportunidades para hacer algo “por la libertad” de la isla.

En otra arista, el músico reconoce que “la herida del destierro va por dentro”.

“Es muy difícil de entender a no ser que se viva; es un dolor que siempre tienes allí; te acostumbras a vivir y Cuba se va engrandeciendo en tus recuerdos; las cosas mínimas a las que no les dabas importancia cuando estabas en tu tierra, toman un significado tremendo”.

“Conocí a mi esposa en los Estados Unidos; ella se fue muy pequeñita de Cuba. Nacieron nuestros hijos, que son americanos de ascendencia cubana, pero en mi caso, mis padres se quedaron en Cuba (...). Así que tienes que aprender a ser una especie de puente generacional, para que te puedas adaptar a la vida de tus hijos y te das cuenta de cómo la dictadura castrista ha hecho que la familia cubana se destruya, se fracture en mil pedazos, así que eso es algo que creo que los que se van y tienen familia en otras tierras, viven como experiencia”, agrega.

Conciertos con intención: reconectar con la cultura
Javier Ruiz durante su 'performance' en el ensayo previo al concierto.

Jorge Ledezma Bradley, director de la Orquesta Sinfónica Nacional, comparte con nuestro diario la dicha del reencuentro con una puesta en escena presencial, en esta dupla junto al músico cubano.

“Estamos felices de tocar juntos, sin mamparas, en conciertos públicos, con el teatro lleno. La pandemia nos limitó muchísimo aunque seguíamos trabajando desde casa: los músicos se grababan y yo los supervisaba, corregía o aplaudía; así trabajamos sin perder el tiempo, aprovechando cada oportunidad que había para tocar juntos. Ahora ya estamos felices porque nos encontramos una vez más, tocando”.

El maestro panameño que ha dirigido más de 500 conciertos sinfónicos a lo largo de una carrera de más de 30 años, asegura que la música es un arte difícil, “pero así como tiene dificultad, cuenta con la capacidad de llegar a donde no llegan la palabra o la imagen” y “nos toca profundamente”.

“Ser músico es un privilegio aunque la gente diga que 'te mueres de hambre'; ningún músico muere de hambre si es bueno. Todo buen músico tiene siempre trabajo”.

Sobre su evolución como director de orquesta, cree que los músicos, con el paso del tiempo “son como el buen vino”, donde “el de una buena cosecha y añejo sabe mejor que el recién producido y embotellado; además, hay unos grados de sutileza, profundidad y perfeccionamiento que uno va buscando y hacen que la música sea maravillosa; siempre que uno le dedica tiempo, trabajo, energía y sudor”.

Beethoven

El concierto del pasado 30 de junio dedicó su repertorio a las piezas del compositor Ludwig van Beethoven, una elección propia de la admiración que Ruiz y Ledezma profesan a la obra del artista alemán. “Creo que Beethoven es el compositor más grande que ha dado la historia de la humanidad y de la música. Fue un músico y compositor, quizás el mejor pianista de su época, cuya música trasciende en tiempo, espacio y culturas. Donde sea que se interprete Beethoven, toca sin la palabra; solo con la música, los corazones”.

“Beethoven triunfó por encima de la adversidad; un hombre que comenzó a quedarse sordo en 1802, tal y como lo registra en sus testamento, en una carta dirigida a sus hermanos -que nunca envió, fue hallada en una gaveta en su escritorio después de que murió-, y ya tenía pérdida de audición. Al final de su vida, cuando escribió la Sinfonía n.º 9 y los últimos cuartetos, ya era totalmente sordo y lo que plasmó en el papel, para que lo tocaran los músicos, él no podía escucharlo... eso es una maravilla y milagro que solo un genio como él, pudo alcanzar”.

Una vía para unir talentos

La música es un vehículo intercultural, y en ello coincide el maestro Ledezma al afirmar que en Panamá, cuentan con “la fortuna” de que de vez en cuando trabajan codo a codo con solistas de otros países. “También estamos trabajando con muchos solistas panameños para darles la oportunidad de tocar con nuestra orquesta, lo que es un insumo importantísimo para su desarrollo, pero también es enriquecedora la presencia de músicos del extranjero”.

El maestro Jorge Ledezma Bradley reitera el valor, para sus músicos y para si mismo, de reencontrarse con las audiencias tras las limitaciones de la pandemia.

“Hemos tocado con directores y solistas chinos, rusos, europeos, latinoamericanos y siempre es una especie de comunión profunda que hay entre los músicos, sin importar de dónde son, de qué color, de qué religión o de qué cultura. Siempre le digo a nuestros músicos que nosotros no tenemos lugar de nacimiento, no nos importan la raza, la religión, las preferencias… estamos para hacer música juntos, intercambiar, y enriquecernos mutuamente, enriquecer al público y a la gente que nos va a escuchar”, reflexiona el maestro.

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