Con empleo, pero infelices

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FRANCIA. Los suicidios de France Telecom han puesto sobre el tapete la importancia del ambiente laboral y confirman que tener trabajo no es garantía de satisfacción.

La comunidad internacional sigue sorprendida por el caso de France Telecom, donde desde mediados de 2008 se han quitado la vida 25 trabajadores, y 13 han intentado hacerlo sin éxito, aparentemente por la mala atmósfera que se respira en su sitio de trabajo.

El caso ha sido calificado de inusual por la mayoría de los expertos. La empresa se privatizó en 1997 y hace dos años empezó un recorte de 22.000 puestos. También cambió el rumbo de sus negocios, pues luego de especializarse en la telefonía fija pasó a concentrarse en la móvil.

“En esas circunstancias, al empleado antiguo le genera angustia quedarse sin empleo y mucho más si eso es lo único que sabe hacer”, explica el economista Germán Nova, de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

Aunque este sea un caso aislado, el drama de France Telecom ha logrado poner los ojos en el ambiente empresarial mundial donde la crisis de la economía ha introducido un clima de tensión.

Según José Elía Duducherk, sicólogo experto en estrés laboral que estuvo la semana pasada en Colombia, en términos generales hoy existen dos grandes fuentes de tensión en el trabajo. Una es la que generan los índices de desempleo que causan un temor en el individuo de perder su puesto ante cualquier error o mala acción.

“Con el agravante de que sabe que la propia compañía está sujeta a los avatares de la economía, sobre lo cual él no tiene control”, dice. La otra es la exigencia en todos los niveles a seguir consiguiendo los mismos resultados de antes. Otro factor es la competencia, no sólo entre individuos de una corporación, sino entre las empresas, aunque Duducherk sugiere prudencia en este punto, pues no siempre ésta es mala.

El estrés laboral no es la única consecuencia de las presiones que hoy tienen los trabajadores. Seg ún Duducherk, también se presentan ataques de pánico, depresión, agotamiento y falta de creatividad y confianza para tomar riesgos. Así mismo, genera angustia aumentar la productividad y las estrategias para medirla.

Patricia Pegg, una experta de la Work Foundation, resalta que ante estas políticas hay una más alta incidencia de “presentismo” en las oficinas, es decir, empleados que trabajan por más horas aunque estén enfermos. Las consecuencias de este malestar saltan a la vista. En Estados Unidos, según The New York Times , los suicidios relacionados con el estrés laboral pasaron de 196 a 251 entre 2007 y 2008. La revista The Economist , por su parte, reportó que en ese mismo período el número de empleados que profesaba lealtad y compromiso hacia las empresas se había reducido del 95 al 39%.

Aun más, un sondeo de la consultora DDI indica que la mitad de los encuestados se ve estancada en su puesto actual porque no es interesante ni hay opción de subir en el organigrama, y que en cuanto la economía repunte buscará puesto en otra parte.

Esto muestra una paradoja y es que aunque quienes tienen empleo deberían estar felices por conservarlo, en realidad están agobiados y desmotivados por las exigencias de las empresas. No obstante, algunos dicen que la crisis sólo ha servido para resaltar problemas laborales que vienen de tiempo atrás. Un trabajo de tesis doctoral de la Universidad de Barcelona hecho por la sicóloga colombiana Claudia Forero, mostró que el colombiano se siente agradecido pero no feliz en el trabajo. La falta de oportunidades hace que trabaje en lo que le salga y que no siempre pueda hacer la carrera profesional que soñó. Su compromiso es muy bajo porque ob serva que éstas a su vez tampoco son leales y lo botan cuando no lo necesitan.

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