En la política, los sinvergüenzas triunfan

  • 10/01/2016 01:00
Para el elector lo que más importa no es lo que uno tiene , pues lo que realmente pesa es lo que uno no tiene 

SAN DIEGO— El enfrentamiento retórico entre Donald Trump y Bill y Hillary Clinton revela lo que es realmente necesario para triunfar en política. Ese atributo no sólo puede ayudarlo a uno a salir electo presidente, sino que podría también posibilitar que lo consideraran como uno de los grandes eruditos políticos de nuestros tiempos. Algún día, la gente hasta podría pensar que uno cuenta con un talento innato.

Lo que más importa no es lo que uno tiene (dinero, inteligencia, agrado, destreza en los debates, antecedentes académicos, una historia de vida apasionante, organización sólida, voluntarios dedicados, capacidad de comunicar, etc.); lo que realmente pesa es lo que uno no tiene. La cualidad más valiosa que uno necesita para tener éxito en política es la falta de vergüenza.

En español, lo llamamos ser un ‘sinvergüenza'.

En la escena política, si los demás no logran avergonzarlo, uno puede llegar lejos. Cuando uno se presenta como candidato a un cargo, y dice lo que quiere decir, sin morderse la lengua ni preocuparse por lo que la gente pueda pensar, cuenta con un arma poderosa.

En una profesión en que los políticos generalmente no se atreven a decir lo que realmente pasa por su mente porque tienen miedo de que la gente los menosprecie por eso, tener la capacidad de sugerir temas desagradables lo distingue a uno. Se lo verá como audaz y refrescante.

Bill Clinton tiene esa capacidad. Se recuperó del escándalo de Monica Lewinsky cuando un mero mortal hubiera renunciado en desgracia y se hubiera retirado de la atención del público. Dado el material salaz que acabó figurando en el informe final preparado por el fiscal especial, Kenneth Starr, es difícil imaginar cómo cualquier figura pública sobreviviría. La mayoría de la gente normal querría cavar un hoyo, meterse en él y taparse dentro. Sin embargo, a Clinton no se le movió un pelo, porque no pareció importarle lo que los demás pensaran de él.

Y Trump, sin duda, tiene ese don. El puntero del Partido Republicano no tiene vergüenza y hace alarde de eso cada vez que abre la boca. Lo demuestra por medio de su voluntad de ir a temas que otros temen tocar y de decir lo que otros piensan, pero no desean decir. A Trump le gusta alardear de que toca asuntos delicados como la inmigración ilegal de México o si debemos negar visas a los musulmanes. Y dice que los hechos demostraron que tenía razón al sugerir un enfoque duro.

No exactamente. No es que Trump esté en lo correcto en lo que dice. Gran parte de eso es incorrecto y detestable. Pero Trump tiene el don de plantear valientemente asuntos importantes que deben ser encarados.

Ahora el fanfarrón multimillonario lo volvió a hacer al sugerir la pregunta de si Ted Cruz es realmente un ciudadano nativo y, por tanto, cumple los requisitos para ser presidente bajo la Constitución. Los críticos de Cruz, entre ellos los seguidores de Marco Rubio, afirman que el senador de Texas, que nació en Canadá de una madre que era ciudadana estadounidense, es más bien un ‘ciudadano estadounidense nacido en el exterior'.

Pueden apostar que los seguidores de Cruz desprecian a Trump por traer a colación este tema. También pueden apostar que a Trump no le importa. Ya sea de la derecha o de la izquierda, el magnate de los bienes raíces no necesita que la gente lo quiera. Se ama a sí mismo lo suficiente.

Mientras tanto, los demócratas disfrutan al ver al Partido Republicano pasar por su drama de nacimientos. Es poético, dado el escándalo que muchos republicanos —entre ellos, Trump— crearon durante años al cuestionar la ciudadanía de Barack Obama.

Pero a los demócratas no les gusta tanto lo que Trump tiene que decir sobre los Clinton. Después de todo, Hillary tiene cara dura al acusar a Trump, o a cualquier hombre, de tratar a las mujeres irrespetuosamente. ¿Estuvo dormida en la década de 1990?

Las personas que escogen vivir con un mujeriego serial, acusado de hostigamiento sexual y cosas aun peores, no deben echar piedras.

La izquierda está hecha un basilisco y afirma que las llamadas delicadamente ‘indiscreciones' del expresidente son intocables.

Eso es absurdo. He aquí el asunto real: ¿Desean realmente los estadounidenses que Bill Clinton vuelva a la Casa Blanca, sin nada que hacer y mucho tiempo en sus manos?

La campaña de Clinton no quiere realmente postularse contra Trump. Y los Clinton ya no están ansiosos por entrar en una competencia de moralidad con el republicano acerca de su trato a las mujeres. Porque nunca se sabe lo que podría decir.

Después de todo lo que han pasado, y a lo que han sometido a otra gente, los Clinton conocen a un sinvergüenza cuando lo ven. Y respetan su poder.

THE WASHINGTON POST

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En la escena política, si los demás no logran avergonzarlo, uno puede llegar lejos. Cuando uno se presenta como candidato a un cargo, y dice lo que quiere decir, sin morderse la lengua ni preocuparse por lo que la gente pueda pensar, cuenta con un arma poderosa.

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