El águila y el cóndor se encuentran en Trinidad

El destino y el calendario –caprichosos— han querido que en el itinerario de viajes de Barack Obama figuraran antes las citas de glamour...

El destino y el calendario –caprichosos— han querido que en el itinerario de viajes de Barack Obama figuraran antes las citas de glamour , lujo y autocelebración que las de miradas sospechosas, retórica complicada y situaciones incómodas. En su gira por Europa, Obama –como César en el Ponto— vino, vio y venció. Lo vimos encantar a la reina de Inglaterra, mediar entre Turquía y la Unión Europea, reinventar la OTAN, pronunciar un discurso “histórico” en la romántica Praga y cumplir su promesa de pronunciar un discurso en una capital musulmana, Ankara, en la que dijo que su país no estaba en guerra contra el Islam. El príncipe de Chicago sacó tiempo hasta para darse una vuelta por Irak a saludar a sus tropas.

Ahora, Obama sale a dar una vuelta por su patio trasero. El presidente norteamericano se enfrenta, desde hoy y hasta el domingo, a un auditorio muy distinto del que encaró en Europa. Sería injusto —y hasta cruel— buscar en Evo Morales o Michelle Bachelet la elegancia y el encanto de Nicolas Sarkozy o Carla Bruni. Sería iluso esperar el embrujo de la Praga de Kafka en la isla caribeña de Trinidad. Si bien se siente más cómodo entre las élites europeas, en los hoteles de Londres, París y Berlín, en la presencia de líderes de naciones poderosas e industrializadas, Obama preside una nación, Estados Unidos, que pertenece al continente americano y que, como el vecino rico de un barrio pobre, jamás ha terminado de sentirse a gusto entre las demás naciones del hemisferio.

LA OMNIPRESENCIA CUBANA

La cumbre de Trinidad y Tobago tendrá un fuerte sabor a Cuba. La relación entre EEUU y la isla flotará sin duda en el ambiente, y algunos presidentes —Morales y Chávez— ya han anunciado que sacarán el tema a colación. El asunto está que arde: desde enero los líderes de medio continente han visitado la isla, y en la mega cumbre brasileña de diciembre, el presidente cubano Raúl Castro recibió un trato de estrella de Hollywood de parte de la gran mayoría de los mandatarios presentes. Curiosamente, ni Cuba es menos comunista ni EEUU menos capitalista, pero el estatus pseudo-paria de La Habana ante Washington es una piedra incómoda en el zapato latinoamericano: la isla revolucionaria no forma parte de la OEA, ni asistirá a la cumbre de Trinidad.

Obama lo sabe, y viaja preparado. Por lo pronto, se curó en salud levantando esta semana las restricciones de viajes y remesas a cubanoamericanos en EEUU. La reacción general, es cierto, ha sido de inconformidad, pero nadie se atreve a negar que es un paso positivo —aunque pequeño— en la dirección correcta. El tema central, el bloqueo, es harto más complicado. Nadie lo comenta, pero si Obama levantara mañana el “embargo”, Raúl Castro probablemente se vería obligado a sacar el ejército a las calles: el Estado cubano simple y sencillamente carece de la estructura para siquiera cobrar un impuesto, y ni hablar de sistemas bancarios o financieros. Más aún, los Castro saben perfectamente que el levantamiento repentino del embargo traería consecuencias —políticas y económicas— incontrolables, y en la isla están acostumbrados a que pocas cosas escapen de su control.

La feroz presión latinoamericana hacia el acercamiento de ambas naciones responde al hartazgo de una región del mundo que cada día se gusta más a sí misma. Cada vez que se mira al espejo, América Latina se ve más alta, más guapa, y está completando el primer y fundamental paso para ser realmente importante, que es creérselo. La cumbre de Brasil en diciembre –creada expresamente con la idea de que EEUU no forme parte de ella—, las recientes cumbres de Sudamérica y los países árabes, las iniciativas Sur-Sur y las vigorosas relaciones de muchos países de la región con China, Rusia o Irán son signos inequívocos de que un cambio irreversible está ocurriendo en el “patio trasero” americano.

ALCA VS ALBA

Fuera del tema cubano, la crisis económica será un tema central. Dos propuestas económicas se encontrarán frente a frente, y Obama se sentará a la mesa por primera vez con los países que humillaron al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) de su predecesor Bush en la cumbre anterior de Mar del Plata en 2005. El presidente norteamericano compartirá auditorio con líderes como Chávez, Morales, Correa o Lugo, elegidos gracias a movimientos masivos que fueron consecuencia directa de las políticas neoliberales impulsadas por Estados Unidos en la región. De alguna manera, podría ser apropiado decir que Obama tendrá que lidiar con los frutos de las desastrosas políticas económicas y el abandono sistemático del “patio trasero” por parte de sus predecesores. Mientras el Tío Sam buscaba la piedra filosofal en Irak y Afganistán, los vecinos pobres del barrio se organizaron, se hicieron fuertes, y crearon propuestas económicas alternativas, basadas en una retórica antiimperialista y antineoliberal que ha sido una de las armas más poderosas de la nueva izquierda latinoamericana, y que seguramente aparecerá —y retumbará— en la cumbre trinitaria. Si en Europa pocos se atreven a discutir los modelos económicos estadounidenses, en la Cumbre de las Américas, Obama deberá navegar entre el ALBA, el MERCOSUR e incluso algunos países como Panamá y Colombia, que suspiran por ver ratificados sus tratados de libre comercio con el gigante del norte.

¿UNA GUERRA PERDIDA?

Pero hay más temas en la mesa americana. La “guerra contra las drogas” ha dividido siempre al continente y es, para muchos, sinónimo de dominación estadounidense. Ningún país del “primer mundo” comparte una frontera tan grande con un país —y un continente— tercermundista como la que comparten EEUU y México. Ante la alarmante situación en la frontera del Río Grande, ambos países están iniciando una nueva era de cooperación, en la que Hillary Clinton ha reconocido la responsabilidad norteamericana en el problema y EEUU ha ofrecido apoyo militar. A pesar de que Obama viene de visitar a Calderón, se espera que el tema —sobre todo en lo concerniente al Plan Mérida y al posible traslado de la base de Manta a suelo colombiano— sea ampliamente debatido en la cumbre.

Dice una antigua profecía inca que en el génesis, el dios del Tiempo creó el Sol y la Luna, y junto con ellos surgieron el águila y el cóndor (América del Norte y del Sur) con tal empuje, que dio lugar a Centroamérica y las naciones que se expandieron, dividiéndose por los cuatro puntos cardinales. Según esta predicción, en algún momento en el tiempo estas naciones se volverán a unir desde los cuatro suyus (los cuatro lados del imperio inca) después de cumplir su ciclo de liberación. Viéndolas luchar, cada una con sus propios fantasmas, es muy probable que las naciones de nuestro continente aún no estén liberadas. Pero con Barack Obama, un águila de hermoso plumaje y apariencia benévola, pocos parecen dudar que las Américas están un poquito más cerca que con Bush, mezcla de halcón y buitre. La cita promete. Hugo Chávez, ávido de probar —frente al más moderado Lula— su liderazgo del bloque latinoamericano, probablemente esté ensayando en el espejo ese cruce con Obama. Álvaro Uribe quizás rece por el TLC y el Plan Colombia. Fernando Lugo, el ex obispo travieso, seguramente espere que el tema de su paternidad no sea la comidilla de la cumbre ni afecte su imagen ante sus colegas. Cada líder irá con expectativas y actitudes distintas al encuentro con el vecino rico y glamouroso del barrio. Pero este fin de semana, en Trinidad y Tobago, se hará historia por otro motivo: por primera vez, el cóndor mirará al águila a la cara.

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