El Papa y los Castro: empate técnico
La visita del papa Benedicto XVI a Cuba no producirá grandes cambios, al menos en lo inmediato, pero todo el mundo —el Papa, el régimen ...
La visita del papa Benedicto XVI a Cuba no producirá grandes cambios, al menos en lo inmediato, pero todo el mundo —el Papa, el régimen militar cubano, los disidentes e incluso los exiliados cubanos— podrán adjudicarse algo parecido a una victoria tras su paso por la isla. La gran pregunta es quién ganó más.
El gobernante Raúl Castro, y su hermano Fidel, lograron cumplir con su propósito de contrarrestar su imagen de parias internacionales, a los que muchos líderes mundiales no visitan por no haber permitido elecciones libres, ni partidos políticos de oposición, ni medios independientes desde hace más de cinco décadas.
Al recibir a Benedicto XVI y darle un discurso de bienvenida que fue emitido en vivo en Cuba y en el exterior, Raúl Castro tuvo una tribuna de lujo para culpar a Estados Unidos de todos los males de la isla. La mera foto sonriente de Raúl Castro y el Papa, así como la reunión del Papa con Fidel Castro, contribuyeron a darle legitimidad al régimen cubano ante los ojos de muchos.
Al mismo tiempo, el hecho de que Raúl Castro asistiera a la misa oficiada por el Papa en La Habana ayudó al régimen cubano a dar la impresión de que hay una apertura en la isla.
Los octogenarios líderes cubanos necesitan convencer al mundo de que Cuba está cambiando.
Les preocupa que Venezuela pueda dejar de otorgar hasta $10,000 millones anuales de subsidios a la isla si el presidente Hugo Chávez pierde su lucha contra el cáncer, o si la oposición venezolana gana las elecciones presidenciales de octubre. Necesitan dar la impresión de mayor apertura para atraer inversiones extranjeras.
El Papa, a su vez, casi seguramente cumplió su objetivo de abrir nuevos espacios para la Iglesia Católica en Cuba. No sólo le dio mayor visibilidad a la iglesia en los medios del gobierno —los únicos autorizados en la isla—, ya que todas sus ceremonias fueron emitidas por la televisión estatal, sino que además tuvo la oportunidad de instar públicamente al gobierno a permitirle a la iglesia mayores libertades, incluyendo el derecho a abrir escuelas religiosas. Y aunque su mensaje de que ‘Cuba y el mundo necesitan cambiar’ fue un eco del discurso que Juan Pablo II pronunció en Cuba 14 años atrás, en el que rogó que ‘Cuba se abra al mundo, y el mundo se abra a Cuba’, Benedicto XVI también demostró cierta audacia.
Poco antes de la visita declaró que la ideología marxista ‘ya no se corresponde con la realidad’ —algo que es obvio para muchos de nosotros pero que es una declaración audaz en Cuba— y repetidamente pidió verdad, libertad, reconciliación y diálogo en la isla.
ANALISTA
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